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Transpacifico: un nuevo intento… ¿fallido?

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Foto: Getty Images

OPINIÓN

“Si buscas resultados distintos no hagas siempre lo mismo” decía Albert Einstein. Aplica para la ejecución de cualquier estrategia, incluso la de inserción internacional.

Días pasados, el gobierno anunció la solicitud de adhesión al Acuerdo Amplio y Progresista de Asociación Transpacífico (CPTPP)), integrado por Canadá, Australia, Japón, México, Nueva Zelanda, Perú y Singapur, entre otros. Recordemos que hasta la asunción de Donald Trump, además lo integraba EE.UU. De modo que desde entonces, si bien ha perdido a la principal economía mundial y por tanto puede que bastante de su atractivo de otrora, también aparece como más equilibrado desde lo geopolítico. La idea de un bloque potente integrado por EE.UU. y países de Asia Pacífico, tenía una lectura bastante lineal: contrapesar el intenso crecimiento del predominio chino en el comercio internacional, pero eso ha quedado atrás.

¿Qué es el CPTPP?

Es un acuerdo para la constitución de una zona de libre comercio entre los países adherentes. Esto es, la eliminación de aranceles o impuestos aduaneros para el comercio intrabloque. Además, es un acuerdo de los llamados de “última generación” porque regula bastante más que la mera eliminación arancelaria. Los países se han comprometido con cláusulas vinculadas a comercio electrónico, comercio transfronterizo de servicios, facilitación y promoción de inversiones, propiedad intelectual, pequeñas y medianas empresas, así como género y comercio, entre otras. El conjunto actual de países representan el 13% del PIB mundial, con un mercado de 480 millones de personas.

¿Qué beneficios puede traer para Uruguay?

Para el caso de que nuestro país logre completar el proceso de adhesión, los beneficios esperados de integrar este tipo de acuerdos son los generales de lograr mayor apertura. Comercio más eficiente para comprar aquellos que consumimos y no producimos, y colocar nuestros excedentes de producción en mercados que lo demanden de forma ampliada. Ahora bien, el perfil productivo de algunos países integrantes del CPTPP es competitivo con la producción nacional de exportación, como es el caso de Australia o Nueva Zelanda. Además, con otros ya tenemos un TLC vigente sin mayores impactos en nuestro flujo comercial internacional, tal es el caso de México o Chile. Con Canadá y Singapur el Mercosur tiene avanzadas las negociaciones en el primer caso, y concluidas en un TLC en el segundo caso.
De modo que gran parte de los beneficios formales esperados con varios de los mercados relevantes, podríamos obtenerlos por otras vías. Otro de los puntos clave a evaluar es que es un acuerdo cerrado, Uruguay debería adherir en todo o en nada, siendo algunas de las disposiciones, sobre todo lo que refiere a propiedad intelectual o compras estatales, de mínima controversiales para nuestra industria, por ejemplo la farmacéutica. Por ello un estudio de impacto profundo y de acceso público es clave en este camino.

¿Es posible?

En estos temas queda la sensación que seguimos dando vueltas en el mismo punto de partida, sin encararla ni resolverla. Más allá de declaraciones, y de sanas intenciones, no parece haber un abordaje estratégico en lo que respecta al vínculo con el Mercosur. El argumento de violar tratados porque otros lo hacen, no es ni de recibo ni se corresponde con la historia nacional de respeto al derecho internacional.

El Mercosur, unión aduanera imperfecta, se caracteriza por tres aspectos centrales: a) zona de libre comercio entre los estados parte. b) política común con el resto del mundo, sintetizada en el establecimiento de un arancel externo común (AEC) y c) el establecimiento de excepciones puntuales dentro del universo arancelario para contemplar la situación particular de los países. De modo que, que un socio anuncie su intención de perforar el AEC con un bloque que representa el 13% PI-b mundial, entiendo, por contranatura, debería implicar una salida del Mercosur de hecho, salvo que los socios permitan tan elevada excepción producto de las asimetrías y parálisis actual de la agenda internacional.

Pero esto último debe dialogarse, y negociarse, hasta que esto no se defina ni ocurra, habremos recorrido los mismos caminos de siempre, con la misma ausencia de resultados concretos.

(*) Decano de UCU Business (Universidad Católica).

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