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Respiro, ahogo y amenazas: la próxima economía mundial

¿Cuáles son las tendencias y amenazas globales más estructurales que el FMI plantea explícita e implícitamente?, se pregunta Aldo Lema

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Economía mundial
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Getty Images

Aldo Lema

Si la historia rima, la economía mundial le ofrecería “un respiro” en 2023 a países emergentes con buenos fundamentos, en la antesala de un posible “ahogo” en 2024-25 y un período posterior eventualmente muy complejo. Esa era la conclusión de mis columnas previas y también fue la del Fondo Monetario Internacional (FMI), que la semana pasada evaluó la situación macroeconómica, fiscal y financiera del mundo en sus exhaustivos informes semestrales.

Como muchos otros análisis, el FMI tiene poca capacidad de anticipar ciertos shocks y suele (también) errar en los pronósticos económicos. Por eso, hay que tomar con cautela el escenario base en el que no contempla recesión en Estados Unidos, ni en el mundo, con el crecimiento global manteniéndose en torno a 3% durante este bienio y una lenta desinflación adicional para este bienio.

Si bien es valiosa su compilación de diagnósticos y estimaciones, más lo es el análisis de megatendencias y riesgos que suele realizar, sobre todo a largo plazo.

En lo inmediato, las amenazas a ese escenario base son más o menos obvias. El FMI advierte riesgos de nuevos problemas financieros, rigidez a la baja de la inflación, ajustes monetarios más prolongados de los descontados, y como consecuencia de algo de todo eso, un aterrizaje mayor de la actividad económica. Quizás ese sea “el ahogo” que experimente la economía mundial en 2024-25 después del “respiro de 2023”.

Pero ¿cuáles son las tendencias y amenazas globales más estructurales que el FMI plantea explícita e implícitamente? ¿Qué esperar para la segunda mitad de la década?

En ese horizonte, advierte sobre 1) la prolongación del crecimiento global mediocre, 2) las dificultades para revertir los altos niveles de deuda pública, 3) la mantención de tasas de interés reales negativas, 4) la profundización de la fragmentación geoeconómica y 5) los riesgos constantes de problemas financieros, entre otros temas.

1) El FMI plantea que el próximo quinquenio podría ser el de menor expansión global de las últimas tres décadas. La idea de “estancamiento secular”, algo exagerada para caracterizar lo ocurrido en la segunda mitad de la década pasada, podría retomar protagonismo en los próximos años. Se estima poco probable que la economía mundial crezca estructuralmente sobre su promedio histórico, como en parte de los ’90 o en el boom de 2003-07. Las razones para ello pasan por el menor crecimiento potencial de China, algunas secuelas de la pandemia, la propia fragmentación geoeconómica y la ausencia de reformas estructurales y de políticas de oferta.

2) Justamente entre las secuelas de la pandemia están los altos niveles de deuda pública y las dificultades de los gobiernos para revertirlos eficaz y eficientemente, sin acentuar desequilibrios y/o distorsiones. Ya terminó “la etapa fácil” del rebote de la actividad y los ingresos fiscales pospandemia, así como de las licuaciones de gasto público asociadas a las sorpresas inflacionarias. Las consolidaciones fiscales podrían estar en riesgo debido al crecimiento mediocre y mayores prestaciones estatales (demografía, salud, seguridad social, cambio climático, seguridad, defensa, etc.). Crisis y reestructuraciones de deuda no faltarían en el radar.

3) En parte como consecuencia de algunos de los fenómenos anteriores, el FMI dedica un capítulo a justificar que —tras los ajustes monetarios de este bienio— volverá la tendencia de bajas tasas de interés en términos reales, incluso negativas y por tiempo prolongado, como en la década pasada. No parecen haber cambiado los factores estructurales que explican ese fenómeno. Quizás hay una mejora en la productividad debido a la Cuarta Revolución Industrial, pero ni las tendencias demográficas, ni los patrones de ahorro-inversión, se han modificado mucho.

Si bien para países emergentes esto podría ser percibido como un fenómeno favorable a primera vista, en el fondo no lo es por derivarse del crecimiento mediocre y altos niveles globales de deuda.

4) La fragmentación geoeconómica, definida como la tendencia a bloques económicos por ciertas afinidades (ideológicas, políticas, tecnológicos, comerciales y financieras), parece acentuarse y extenderse a la inversión extranjera, con consecuencias también negativas para el crecimiento potencial del mundo y las oportunidades de países subdesarrollados. Así, la globalización seguiría desafiada por las tensiones entre Estados Unidos y China, la invasión de Rusia a Ucrania, las consecuencias del Brexit, un eventual recrudecimiento de la guerra comercial y otras amenazas. Y todo eso podría agravarse si Trump vuelve a la Casa Blanca.

5) En lo financiero, el FMI advierte que luego del “respiro” de este año por las acciones de las autoridades para enfrentar las quiebras bancarias recientes y la crisis de Credit Suisse, preocupan vulnerabilidades, palpables u ocultas, que podrían gatillarse en los años subsiguientes. Se mencionan nuevas dificultades bancarias o financieras, riesgos de sostenibilidad de las deudas públicas o problemas en activos ilíquidos muy apalancados. Una crisis también podría desencadenarse por alguna burbuja estimulada en los reimpulsos recientes de liquidez o menores tasas de interés.

En síntesis, más allá de los respiros globales en 2023 y los potenciales ahogos del próximo bienio, son muy preocupantes y atendibles los problemas y riesgos planteados por el FMI para la economía mundial en el largo plazo. Una ratificación más de que la segunda mitad de esta década puede ser muy compleja.

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