A medida que el calendario de 2024 se acerca, los instintos electorales se revelan notoriamente efervescentes. Obviamente por parte de quienes aspiran a cargos representativos, pero también por distintos grupos de nuestra sociedad, que en defensa de sus legítimos intereses, procuran apoyo para las políticas que entienden convenientes. En esta nota me refiero a cómo los respaldos partidarios de grupos de interés pueden generar reacciones contraproducentes para los propios deseos y políticas propuestas. El foco estará en la comunidad científica.
En los Estados Unidos, previo a las últimas elecciones presidenciales, varias publicaciones científicas dedicaron editoriales a criticar el manejo de la pandemia de Covid por parte del presidente Donald Trump y sus actitudes, entre hostiles y descreídas, hacia la ciencia. Algunas de las revistas más leídas, citadas y prestigiosas del mundo como Nature, Scientific American y The Lancet, respaldaron explícitamente a Joe Biden.
No son obvios los efectos que tienen en el electorado el activismo político-partidario de los científicos. Al respaldar a un candidato demócrata en una elección presidencial polarizada, las revistas científicas corrieron el riesgo de intensificar la desconfianza hacia la ciencia en el segmento de la población que simpatizaba con el candidato denostado.
Floyd Jiuyun, de la Universidad de Stanford, tomó este asunto en sus manos y mediante un experimento controlado consideró los efectos sobre los electores del pronunciamiento político de Nature. Los resultados del estudio fueron publicados en mayo del 2023 en Nature Human Behaviour, una revista emparentada con el grupo editorial Nature Portfolio.
En el experimento se dividió aleatoriamente a los participantes en dos grupos. Uno fue informado que unas semanas antes de la elección del 2020 el comité editorial de Nature respaldó oficialmente a Biden indicando que la respuesta al Covid de Trump había sido “desastrosa”, que Biden, a diferencia de Trump, era proclive a escuchar lo que la ciencia tiene para decir y, por lo tanto, Biden manejaría la pandemia mejor. Al otro grupo se le informó que el comité editorial de Nature presentó un nuevo diseño gráfico tanto en las versiones impresas como en las digitales junto con un nuevo logo, y que los editores esperaban que el rediseño ayudase a comunicar los resultados de las investigaciones con mayor claridad. A ambos grupos se les hizo notar que Nature es una de las revistas científicas más reconocidas del mundo. De esta manera, el experimento permitió comparar las reacciones de dos grupos poblacionales: uno al que se le llamó la atención sobre la preferencia electoral de Nature y otro al que se le dio información de la misma revista, pero carente de implicancias políticas.
Jiuyun encontró que el mensaje de respaldo partidario de Nature no alteró las preferencias electorales ni entre quienes se inclinaban por Biden ni entre quienes se inclinaban por Trump. En cambio, provocó reducciones en la confianza declarada en Nature entre los partidarios de Trump. Esta desconfianza redujo la demanda de información relacionada con Covid proporcionada por Nature, por ejemplo, de artículos referentes a la eficacia de las vacunas. Más aún, el respaldo a Biden también redujo la confianza de los partidarios de Trump en los científicos en general. En cambio, dentro de los simpatizantes de Biden los efectos fueron pequeños y en su mayoría estadísticamente insignificantes.
Es decir, los objetivos perseguidos por Nature no parecen haberse obtenido con su mensaje editorial. Ni el de corto plazo en la carrera electoral, ni los más relevantes y permanentes de promoción y comunicación científica. De forma más amplia, los resultados del estudio sugieren que el respaldo partidario explícito de círculos de la comunidad científica puede minar la confianza de la población en las revistas que las respaldan, en los resultados que allí se presentan y en el marco en el que se desarrolla la actividad científica.
En Uruguay, ya en 2014 y a instancias de la Academia Nacional de Ciencias del Uruguay (Anciu), se promovió un pronunciamiento público de los candidatos presidenciales del momento. El documento firmado por Pedro Bordaberry, Luis Lacalle Pou, Pablo Mieres y Tabaré Vázquez contenía lineamientos para un acuerdo nacional de investigación e innovación en ciencia y tecnología. Proponía llevar el presupuesto para ciencia y tecnología al 1% del PIB. Esto hubiera implicado que al cabo de los cinco años siguientes la participación presupuestal de la ciencia y tecnología más que duplicaría el 0,34% del PIB del 2014. No sucedió en el período de gobierno pasado, y tampoco sucederá en el actual. El tema volverá de cara a las próximas elecciones y, de una forma u otra, formará parte de las propuestas partidarias que pugnen por el voto popular.
Afortunadamente el esfuerzo de Anciu fue direccionado a los cuatro candidatos presidenciales, en contraposición a la estrategia seguida por Nature. Parecería que la propia evidencia científica sugiere que en marcos polarizados, es más conveniente que los círculos científicos mantengan una prudente asepsia partidaria.