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Recesión y COVID-19: una pelea de varios rounds

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Foto: Pixabay

TEMA DE ANÁLISIS

El proceso de recesión-estancamiento de la economía uruguaya.

La actividad económica viene registrando un proceso de recesión-estancamiento desde hace varios años. La llegada del COVID-19 se convierte en un shock de oferta y demanda que profundiza este proceso.

Cinco rounds de desgaste

Julius Shiskin, comisionado de la Oficina de Estadísticas Laborales de Estados Unidos, estableció —en un artículo de diciembre de 1974 en el New York Times— una serie de indicadores que permitían identificar una recesión. Adaptado a las características de la economía estadounidense, estos indicadores buscaban describir tres características de una recesión: duración (cuánto tiempo se extiende esa caída), profundidad (la magnitud de la caída) y difusión (la cantidad de sectores que caen). De este conjunto de criterios ha sobrevivido el de la caída durante dos trimestres consecutivos. Sin embargo, quedarse con este único indicador es restrictivo y no ayuda a identificar un proceso recesivo: por ejemplo, ¿qué sucede cuando una economía cae en forma de W? (es decir, cuando cae y aumenta de forma intercalada durante cuatro trimestres).

Por tanto, es útil volver a la definición de recesión que adopta la Oficina Nacional de Investigación Económica (NBER, por su sigla en inglés) y que señala que una recesión es una caída significativa de la actividad económica que se verifica en gran parte de los sectores de actividad, se extiende por varios meses y normalmente se refleja en indicadores como el PIB, el empleo y los ingresos reales, entre otros.

Considerando dos de las principales variables mencionadas, el PIB trimestral uruguayo comienza a deprimirse a partir de 2014 en gran parte de los sectores de actividad, mientras que los niveles de empleo caen sistemáticamente desde finales de 2014. Como se aprecia en los gráficos 1 y 2, 2014-15 marcan un punto de inflexión, abandonando un período en el que crecían todos los sectores de actividad y la ocupación crecía de forma continua.

De este modo, es posible afirmar que la economía uruguaya se encontraba en un periodo de recesión-estancamiento en los cinco años posteriores a 2015.

El golpe de cross del COVID-19: el shock de oferta

En el boxeo se dice que el golpe de knockout es aquel que no se ve. Cuando este golpe contiene una gran intensidad de energía, no requiere mucho desplazamiento del brazo y se realiza a una importante velocidad, las probabilidades de afectar al rival son muy altas. El golpe de cross es considerado de los más letales por su fuerza y velocidad.

En este caso, el COVID-19 desplegó un golpe de cross, de extrema fuerza y con mucha velocidad sobre la economía uruguaya, afectándola de forma importante luego de haber combatido durante cinco rounds de desgaste con golpes más previsibles y esperables.

En esencia, el shock del COVID-19 implica una combinación poco usual: tiene características de impacto tanto desde la oferta como de la demanda. Este golpe de cross, que se aprecia a partir del shock de oferta, restringió la realización de muchas actividades productivas, lo que derivó en una menor producción de bienes y servicios debido al aislamiento y/o menor circulación de personas, tal como se aprecia en el cuadro 1. Así fue como el agregado comercio, reparaciones, restaurantes y hoteles cayó un 31,4% en abril-junio de 2020 respecto a igual período del año anterior. No obstante, también resultaron afectados de forma importante la industria manufacturera (-10,8%), la construcción (-6,5%) y los sectores de servicios agrupados en el agregado otras actividades (-16,8%).

Si bien frente a una crisis los sectores siempre incluyen empresas ganadoras y perdedoras, es lógico pensar que el conjunto de las empresas pierde, en especial en algunas actividades. Este es el caso de las empresas vinculadas a las actividades de restaurantes y hoteles, así como de otras actividades comerciales a las que el golpe llega con intensidad de knockout. En el otro extremo, el sector de producción primaria redujo sus niveles de producción, pero esto se explicó principalmente por una menor cosecha de soja (unas 800.000 toneladas menos, debido a una menor área sembrada y a la sequía) y una menor producción de ganadería vacuna. En el caso agrícola, los factores no están vinculados al golpe del COVID-19, mientras que para la ganadería el golpe puede provenir de una menor demanda de mercados externos.

El golpe de jab del COVID-19: el shock de demanda

A diferencia del cross, el jab es un golpe largo, débil y previsible, aunque repetido durante un largo período puede ser desgastante. Quizás este tipo de golpe es al que se venía enfrentado la economía uruguaya en los últimos años, y seguramente sea a los que estemos expuestos en el futuro próximo.

Una de las identidades más importantes en macroeconomía es la igualdad entre oferta agregada (compuesta por la producción local o PIB y las importaciones) y la demanda agregada (consumo privado, consumo público, inversiones o demanda externa, es decir, exportaciones). Por ejemplo, en la medida que aumenta la demanda agregada vía un aumento del consumo, esta se satisface (recomponiendo la igualdad mencionada) tanto vía producción local (PIB) como importaciones. Para ilustrar: si los uruguayos quieren consumir más galletitas, esa demanda (Consumo Privado) podría satisfacerse mediante los dos componentes de la oferta agregada: la producción local de este tipo de alimentos y/o su importación. Sin embargo, si el aumento de demanda agregada se da por un aumento de la inversión en maquinaria y equipos, es probable que sea satisfecha vía importaciones, en tanto no existe producción local de esa maquinaria o equipo.

Por tanto, entender los factores que inciden sobre la demanda agregada y sus componentes nos permite tener una conjetura de cuánto puede traccionar dicha demanda la producción local.

El COVID-19 dejará un daño más extendido y ojalá reducido —en magnitud— para los próximos trimestres, en especial sobre la demanda, en tanto el mercado de trabajo no vuelva a los niveles pre COVID-19 y afectando el consumo privado. Es de notar —como lo señala el gráfico 3— que el ingreso medio per cápita de los hogares viene cayendo desde 2018, mientras que el consumo privado mostraba una trayectoria de desaceleración (hasta la caída del segundo trimestre).

No se esperan cambios en el corto plazo respecto a este importante componente de la demanda. En el mediano y largo plazo, la Ley de Presupuesto prevé que, luego de caída y rebote, el consumo privado crezca a una tasa superior a las que se registraron en los dos años pre COVID-19. Resultará clave —para verificar esa proyección— lo que suceda en el mercado de trabajo en sus dos variables: empleo y salarios.

Respecto a la inversión, luego de una caída y rebote previstos para 2020 y 2021, respectivamente, se esperan caídas (en parte por el efecto de finalización de obras de la tercera planta de celulosa) en los siguientes años para luego crecer al final de período. En este último caso, resultarán claves las reformas que den mayor competitividad a la producción uruguaya.

(*) Consultoría económica de PWC

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