Peor y mejor: el entorno global en perspectiva

Si bien el entorno global 2025 ha sido menos dañino para nuestros países que lo previsto a inicios del año, no contempló, ni proyecta para 2026, gran impulso para salir de la mediocridad local

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¿No empeora tanto la economía mundial? ¿Hacia dónde va la inflación global? ¿Y las tasas de interés? ¿Sigue la caída del dólar? ¿Qué esperar para los commodities? ¿Está maduro el ciclo global de la economía y los activos? ¿Estamos cerca de un cisne negro? Esos temas marcarán, entre otros, el entorno extrarregional 2026 que enfrentarán nuestros países.

El mundo económico mezcla luces y sombras, pero sobre todo mucha fragilidad estructural, según las visiones recientes del FMI y otras entidades internacionales. Durante 2025 la economía global no empeoró tanto como se temía tras el shock arancelario estadounidense, pero tampoco mantuvo el desempeño de los años previos. El crecimiento mundial se desaceleró hacia el entorno de 3% y una cifra similar se estima para 2026, muy por debajo del promedio histórico. Las malas políticas de oferta (anticrecimiento), como el proteccionismo o las restricciones migratorias, se han compensado con políticas expansivas de demanda, pero a costa de acentuar varios desequilibrios.

Si bien la inflación global siguió desacelerándose, el proceso en Estados Unidos ha sido más lento de lo previsto, manteniéndose por encima de la meta de 2%, cerca de 3%. Un gran riesgo hacia 2026 es la prolongación de dicha rebeldía.

Sin embargo, en contraste con eso y lo sugerido por la regla de política monetaria (“a la Taylor”), la Reserva Federal volvió al “modo relajo”, al retomar desde septiembre los recortes de la tasa referencial, que la podrían acercar a 3% en los próximos trimestres. En este proceso ha incidido la revisión y moderación del mercado laboral, pero también la presión de la Casa Blanca sobre sus gobernadores. Para el resto de los países desarrollados, el modo dominante es “pausa”, mientras que en América Latina predomina con heterogeneidad la perspectiva menos restrictiva por moderación inflacionaria, asociada especialmente a la revaluación de sus monedas.

Detrás de eso ha estado el debilitamiento global del dólar, en especial frente a las principales paridades, ya que ante al yuan ha sido relativamente estable. Si bien estas tendencias podrían continuar en el corto plazo, en parte catalizadas por el relajamiento monetario de la Fed, la resiliencia de la economía estadounidense y los problemas del resto, juegan con signo opuesto. En un horizonte más largo, el comportamiento de la divisa norteamericana estará estrechamente relacionado con la amenaza de fin de ciclo para la economía mundial y los activos.

Es justamente este riesgo, combinado con las políticas proteccionistas y el mediocre crecimiento global, la base de la heterogeneidad en los precios de los commodities, pese al fuerte debilitamiento del dólar. Esta vez, eso solo se reflejó en las mayores cotizaciones de los metales, pero en contraste se han observado caídas en la energía y los alimentos. Por su parte, no se proyecta un panorama muy alentador para 2026. No parece que la fortaleza de los metales pueda sostenerse, ni se estima un gran repunte del resto.

Adicionalmente, a medida que avanza la década, el ciclo global —tanto económico como para los precios de los activos— aparece cada año más maduro. Históricamente esto ha precedido grandes crisis. Ya emergen advertencias de “exuberancia irracional” en ciertas valorizaciones bursátiles, en parte impulsadas por cierto sobreoptimismo con las consecuencias de la Inteligencia Artificial y la Cuarta Revolución Industrial, en parte apalancadas en las bajas de las tasas de interés. A su vez, los mercados parecen también "complacientes" ante riesgos geopolíticos y financieros, en parte por el crédito asignado a Trump de mantenerlos envalentonados.

Junto con todo eso, el FMI también identifica amenazas asociadas a las dificultades estructurales de crecimiento económico en China, presiones fiscales en economías avanzadas que podrían desembocar en correcciones desordenadas de bonos soberanos y erosiones a la credibilidad institucional de bancos centrales bajo presión política. Por si fuera poco, tampoco puede descartarse otro cisne negro, hoy fuera del radar.

Por lo tanto, si bien el entorno global 2025 ha sido menos dañino para nuestros países que lo previsto a inicios del año, no contempló, ni proyecta para 2026, gran impulso para salir de la mediocridad local. No habrá una recesión inmediata, pero es poco probable que se revierta la desaceleración económica global o se atenúen rápidamente otros problemas derivados del proteccionismo, la fragmentación geopolítica y las vulnerabilidades financieras acumuladas.

En síntesis: el crecimiento de la economía mundial seguiría muy por debajo del promedio histórico, las condiciones financieras serían menos restrictivas pero riesgosas, el comportamiento del dólar globalmente se asume menos favorable que en 2025, los términos de intercambio se proyectan iguales o peores que este año y la inversión extranjera directa parece poco probable que se recupere hacia la región. O sea, no sería un escenario catastrófico, pero tampoco mejor que el débil actual.

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