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Patentes, vacunas e incentivos generan debate global

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Carlos Mazal – Ex Director para América Latina de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI) de Naciones Unidas; Consultor privado en temas de propiedad intelectual e innovación.

ENTREVISTA

Mientras se siga hablando de vacunas a bajos precios relativos, hay que buscar caminos de flexibilización con los laboratorios.

La posibilidad de suspender los derechos de propiedad intelectual de las vacunas con las que se combate la COVID-19 no tendría efectos favorables, en momentos en que lo importante es asegurar la fabricación de más vacunas y mantener su precio en un nivel razonable. Según Carlos Mazal (*), ex director para América Latina de la Organización Mundial para la Propiedad Intelectual, respetar los incentivos a los laboratorios —basados en el sistema de patentes— es un factor clave para mantener la investigación y el desarrollo. El especialista, en la actualidad consultor privado en temas de propiedad intelectual e innovación, entiende que el mayor cuello de botella no está en “la propiedad” de la vacuna, sino en la capacidad de producción, logística y acceso. De todos modos, afirma que la iniciativa de EE.UU. abre una oportunidad que puede ser aprovechada por la comunidad internacional. A continuación, un resumen de la entrevista.

—¿Qué consecuencias tendrá la posición asumida por Estados Unidos sobre los problemas que presenta la vacunación a nivel global?

—Estamos en una emergencia sanitaria global; están pasando cosas que no estaban evaluadas con el cuidado necesario y, evidentemente, se generan problemas. Respecto a la propiedad intelectual, hay que tener mucho cuidado; es un contrato social mediante el cual se otorga un derecho exclusivo a una parte pero también se le obliga a que, llegado el vencimiento del plazo, divulgue la información. La propiedad intelectual es una herramienta y no un fin en sí mismo. Había rumores en Estados Unidos de una decisión de esta naturaleza, sobre todo teniendo en cuenta que el país necesita recuperar parte del liderazgo político global perdido durante el período Trump y acciones de este tipo apuntan en esa dirección. Es una postura estratégica, que tiene sus razones, más allá del éxito que pueda obtener.

—El planteo apunta a las patentes y también alude a derechos de autor…

—El pedido plantea un waiver no solo para obtener licencias obligatorias de las fórmulas de las vacunas, sino también todo lo que está escrito sobre esos desarrollos, que está protegido bajo derechos de autor. Pueden resultar en discusiones interminables para levantar cada uno de los puntos cubiertos por derechos de propiedad intelectual.
Es importante tener en cuenta que la propiedad intelectual funciona mediante los incentivos que se le otorgan a las compañías para innovar. Es una recompensa, que para algunos puede ser muy alta pero lo cierto es que los laboratorios cumplen un rol y que gracias a la investigación y el desarrollo en el terreno sanitario vivimos más y mejor.
También sabemos que los laboratorios representan un poder con el que es muy difícil manejarse, que no tienen muchos amigos, salvo sus accionistas. Tienen mala imagen y es real que cuentan con un gran control sobre producción y suministro de vacunas en el mundo y que exigen condiciones que no siempre son compartidas. Es un gran lobby con mucho poder, especialmente en Estados Unidos. Muchos han intentado caminos similares con anterioridad, con relativo éxito, pues se llegó a obtener ciertas flexibilidades que pueden ser un buen camino en contextos como el actual, en medio de una pandemia global…

—Precisamente, a través del acuerdo de Doha en OMC prevé el levantamiento temporal de la propiedad intelectual en caso de emergencia de salud pública…

—Es así. Cuando hay epidemias u otros fenómenos similares, eso ocurre. Está previsto y nadie tiene dudas que en momentos como el actual es cuando se puede utilizar.
Pero tampoco es que sean mecanismos que se puedan usar en cualquier situación. Hay todo un protocolo con el que cumplir. No se trata de cortar y copiar una patente sin antes tener consultas con el laboratorio o acordar una compensación.
Pero además, entran en juego otras condiciones que obligan a pensar si es oportuno y estratégico dar un paso en esa dirección…

—¿Por ejemplo?

—Por ejemplo, los precios de las vacunas. Son relativamente bajos. Cuando el precio es accesible, se piensa dos veces ingresar a una pelea que puede derivar en que se rompa una patente, pero no se van a ganar muchos amigos en los países centrales donde están instalados los laboratorios.
Mientras sigamos hablando de vacunas de bajo precio y que generalmente están llegando a los usuarios en forma gratuita, habría que buscar caminos de negociación y flexibilización con los laboratorios.

—En concreto, ¿no observa ningún efecto práctico en una apertura de las patentes?

—No los veo, a corto ni a largo plazo. Creo que el principal problema es de manufactura, producción y logística. Aún regalando la fórmula a laboratorios genéricos, cuando se trata de productos que todavía tienen problemas de seguridad, que han sido aprobados de emergencia en 9 o 10 meses, es difícil pensar en una rápida fabricación por parte de otros laboratorios. No es un papelito con anotaciones, pueden estar años intentándolo sin lograrlo. Podemos abrir un abanico de copias de mala calidad y también falsificaciones. No es sencillo transferir un paquete tecnológico que incluye otros componentes, como los insumos o el konw how, más en el caso de algunos laboratorios, como Moderna o Pfizer, que trabajan con una nueva tecnología (ARN mensajero) que va a ser difícil que quieran transferir. Es probable que hablemos de una innovación que se va a utilizar luego en el tratamiento de otro tipo de enfermedades y parece razonable que los laboratorios pretendan conservar esas fórmulas. Si les quitamos los incentivos a investigar y producir, que indudablemente están ligados a las patentes, puede ser muy contraproducente. La fuerte caída del valor de las acciones de estas empresas en los mercados financieros como se vio esta semana, son una primera consecuencia.

—También es cierto que hubo una importante contribución estatal para la investigación y el desarrollo de estas vacunas…

—Eso es cierto, una gran contribución pública. La pagamos los contribuyentes. Y un camino puede ser pensar en una distribución proporcional de los beneficios. Que lo que puso el Estado sea para beneficio público, como excepción. Eso es preferible a decir que “se acaba la propiedad intelectual”, cuando los beneficios por esa vía no van a llegar, en una negociación que demorará mucho mientras las personas se siguen enfermando y muriendo.
Es momento de aumentar la producción a cualquier costo y facilitar la llegada a todos los rincones del mundo. Uruguay ha trabajado bien en este tema aunque está pasando momentos delicados por el incremento de contagios. Pero vamos vacunando bien, con un buen sistema de salud que permite articular todos los actores y además, llevando adelante negociaciones complejas como sin dudas lo son, para acceder a las vacunas.

—Lo cierto es que la distribución de vacunas ha sido muy inequitativa y varias regiones del mundo han tenido severos problemas de acceso. ¿Cómo superar esas barreras?

—Sobre todo, tratar de producir la mayor cantidad posible de vacunas y destrabar los problemas de distribución y comercialización. Hay países que, aunque se las regalen, hoy no cuentan con condiciones de distribución y aplicación efectivas. Hay problemas muy severos que van más allá de las patentes en los que van a trabajar.

—Los laboratorios se defienden y dicen que los verdaderos problemas son las barreras comerciales, los cuellos de botella en la distribución, la escasez de materias prima y la limitada voluntad de los países más ricos para compartir las dosis con los países en desarrollo.

—Todo eso es verdad, hay severos cuellos de botella de producción y distribución. Respecto al último punto, es clave. En Estados Unidos se está vacunando a todas las personas mayores de 16 años y hay vacunas suficientes para vacunar a todos y más también. Es hora que las comparta a precios de costo o gratis con los países que las necesitan.
Un líder global debe hacer ese tipo de acciones solidarias. Y no solo Estados Unidos está en condiciones de realizarlo. No es justo que tengamos a los países africanos o algunos asiáticos y latinoamericanos necesitados de vacunas y hay otros que compraron cuatro o cinco veces más que lo que necesitan. Además, debemos comprender que es un problema global, y que no se va a controlar hasta tanto no se vacune en todo el mundo.

—¿Cuál es el camino, entonces?

—El del medio. Llegar a acuerdos de flexibilidad, sin castigar a nadie. Los laboratorios ya han sentido un primer impacto en los mercados accionarios. Y por otra parte, Estados Unidos no puede volver al punto de inicio, necesariamente se van a generar cambios. Hay que sacar provecho de ese paso dado. Y existe un menú de flexibilidades que pueden ser importantes…

—¿Cómo cuáles?

—Acuerdos de precios durante dos o tres años para que se mantengan en un rango accesible, mientras se van sumando otros centros de desarrollo. No nos olvidemos que luego vendrán refuerzos de las vacunas, que este proceso no termina acá y mantener el precio es clave.
Control de precios y compromisos de producción y distribución, con nuevos centros en otros países, como pueden ser India o Brasil, dos países que la están pasando muy mal.
También, la utilización de algún tipo de licencias que puedan ser negociadas en casos como éste, para el futuro. Son cosas a tener en cuenta. Tenemos que estar preparados para futuras pandemias.

—¿Cuál es la dinámica de una discusión como la que plantea Estados Unidos en OMC?

—En caso de que efectivamente se plantee formalmente en la OMC, llevará mucho tiempo; estamos recién en contactos preliminares. Creo que se buscarán fórmulas de acuerdo que permitan una salida y aseguren un consenso. Hay discusiones en OMC que si se traban pueden llevar muchos años. Estimo que saldrá una fórmula con la participación de varias agencias, los países involucrados y también los laboratorios, que otorgue mayor seguridad y transparencia a los países y no vulnere la propiedad intelectual. Un camino alternativo, para el que se necesitan fuertes liderazgos.

(*) Magíster en Ciencias Políticas (Universidad de Nueva York); ex Director para América Latina de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI) de la ONU y Miembro de Número de la Academia Nacional de Economía. Consultor privado en temas de propiedad intelectual e innovación.

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