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Librepensadores e ideas liberales: la siembra de Ramón Díaz

Opinión

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Economista Aldo Lema.
Economista Aldo Lema.
Foto: Darwin Borrelli

Por Aldo Lema
"No dejes de leer a Ramón Díaz los jueves" me dijo el macroeconomista Andrés Erosa en el primer semestre de 1989. Yo llevaba un año en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de la República (UdelaR) y afortunadamente Andrés “me tocó” como profesor de “práctico” en Economía II, la cátedra que lideraba Ariel Davrieux. Ahí había llegado por ser brillante estudiante y egresado, todo lo cual le permitió alcanzar después el doctorado en la Universidad de Minnesota y hacer una gran carrera profesional en destacados centros académicos del mundo. En aquella época, además de docente en UdelaR, Andrés era investigador en el Centro Interdisciplinario de Estudios sobre el Desarrollo de Uruguay (CIEDUR) que había impulsadoDanilo Astori.

Trabajando en mi adolescencia como periodista en San José de Mayo, yo leía Búsqueda desde mitad de los ’80, pero siempre le prestaba más atención a artículos económicos e informativos, y menos a los editoriales. Por respeto y credibilidad a quien atesoro entre los mejores profesores de mi vida, aquella recomendación de Andrés se trasformó casi en “una orden” e hice lo imposible en las dos décadas siguientes por no perderme las columnas de Díaz, ni otros artículos suyos.

En este verano de 2023 he leído el libro escrito por el economista Hernán Bonilla sobre su vida y obra. Se trata de un trabajo monumental donde no solo realiza una detallada semblanza de este abogado postgraduado en economía, periodista, docente universitario y funcionario de gobierno, sino que sintetiza sus visiones e ideas, así como su espíritu liberal y valórico, después de recolectar y analizar más de 2000 artículos periodísticos, libros, conferencias, entrevistas e incluso trabajos inéditos. Después de todo eso Bonilla extrae dos grandes conclusiones que podrán generar controversias, pero que costará mucho rebatir.

Por un lado, considera a Díaz “el intelectual más influyente del último medio siglo largo de Uruguay para cambiar el clima de ideas y el más reconocido a nivel internacional por sus pares en ese mismo período”.

Por otro, circunscrito al círculo de pensadores liberales de nuestro país, no duda en catalogarlo como el más importante del último siglo.

De este libro y de las propias producciones de Díaz se derivan buenas razones para darle crédito a esas conclusiones.

Primero, porque la batalla cultural bastante solitaria que desplegó para reencontrar a Uruguay con las ideas de la Libertad la terminó ganando. Defendió el capitalismo y la democracia liberal en momentos de mucha inclinación hacia el socialismo y totalitarismo.

Segundo, porque varias de sus visiones y prescripciones económicas, que en su momento le fueron fuertemente cuestionadas, acabaron siendo certeras y gradualmente adoptadas por Uruguay y otros países. ¿Qué más que “resistir el archivo” se le puede pedir a un intelectual para evaluarlo?

Díaz fue un gran defensor del cumplimiento del estado de derecho, el respeto de los derechos de propiedad, la responsabilidad fiscal, la inflación baja y estable, la apertura e inserción externa, la modernización del Estado, las transformaciones estructurales en la educación, la derogación de monopolios legales y la promoción de la competencia. Muchos de quienes debatían con él estos temas terminaron a la larga más cerca de sus ideas que de las que defendían en su momento.

Tercero, por otros aportes extensamente fundamentados que merecen destacarse: la fundación y el rol de Búsqueda en décadas decisivas de Uruguay, la reinterpretación de la historia económica del país y los intercambios sobre liberalismo que sostuvo con intelectuales globales y locales. De estos últimos, uno muy profundo resumido en este libro es el que sostuvo con el ministro de Educación actual, Pablo Da Silveira, quien quizás también está hoy más cerca de sus ideas.

Justamente es su rescate del liberalismo otra de las grandes contribuciones de Díaz en un país que durante el siglo XX fue perdiéndolo y quedándose con pocos liberales. Lo concibió, además, sin dogmatismo, como “una idea de la sociedad según la cual el valor de la libertad puede arraigar y prosperar en ella”. Y advirtió sobre los riesgos de abusos constructivistas, de exagerar políticas e intentos en pro de sociedades contrarias a ciertos órdenes espontáneos derivados de las libertades individuales.

Por último, pero no menos importante, está el enfoque con que abordaba los temas, que merece ser reivindicado y retomado en varias áreas del debate nacional. Es cierto que “nada de lo humano le era ajeno”, pero cualquier tema que acometía, desde la Revolución Francesa hasta el sentido de la religión, lo hacía con una profundidad y rigurosidad que vemos poco en estos tiempos.

En fin, casi cuarto siglo después de aquella recomendación de Andrés Erosa en un salón de la Facultad de Ciencias Económicas de UdelaR, les entrego la mía, cual posta de atleta: “no dejen de leer” este libro de Bonilla sobre Ramón Díaz.

Por supuesto que lo van a valorar sus admiradores, pero intuyo que también muchos de sus detractores. A los primeros les reforzará sus principios y enfoques, a los segundos les podrá mejorar los suyos.

A todos los hará pensar, con rigurosidad y consistencia. Pero sobre todo a las generaciones jóvenes, más abiertas y desprejuiciadas, les fortalecerá el libre pensamiento multidimensional. Los hará más librepensadores en lo político, económico y valórico.

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