Lecciones muy sugestivas: productividad y sindicatos

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Foto: Getty Images

OPINIÓN

La productividad debería de ser una preocupación casi obsesiva de las políticas públicas.

Una vez finalizado el boom de los commodities hace algo más de un lustro, Uruguay retornó a un mediocre crecimiento. Incluyendo la pandemia y el rebote posterior, desde 2016 el PIB ha crecido a una tasa anual promedio inferior al 1%. Revertir esta magra performance es fundamental para sostener el estado de bienestar, así como las muchas demandas que distintos actores de la sociedad reivindican. Esto se podrá hacer solamente mediante mejoras sostenidas en los niveles de productividad. Este debería de ser un tema mucho más central de la discusión de lo que es. La productividad debería de ser una preocupación casi obsesiva de las políticas públicas. En esta nota me refiero a uno de los muchos ángulos posibles, la relación entre sindicatos, productividad y salarios.

Aunque hay acuerdo en la literatura especializada sobre los efectos salariales de los sindicatos, los resultados sobre las dimensiones no salariales son menos robustos, en particular en lo que respecta al crecimiento del empleo, la inversión y la productividad. Desde un punto de vista teórico, se pueden diferenciar tres aspectos del comportamiento sindical: costos de monopolio, beneficios participativos y actividades de búsqueda de rentas.

Los costos de monopolio pueden inducir la sustitución de trabajadores sindicalizados por trabajadores no sindicalizados u otros factores de producción. Al mismo tiempo pueden crear un problema de hold up que induce una menor inversión. El problema del hold up se da cuando dos partes pueden trabajar de manera más eficiente si cooperan, pero se abstienen de hacerlo debido a la preocupación de dar a la otra parte un mayor poder de negociación y, por lo tanto, reducir sus propias ganancias.

El segundo aspecto teórico —asociado a la “visión organizativa” de los sindicatos originada en los trabajos Richard Freeman y James Medoff de los ´80— enfatiza los beneficios económicos de los sindicatos. Los sindicatos actuando como una “voz colectiva” pueden ser efectivos para transmitir las preferencias de los trabajadores a la gerencia. Dentro de muchas cosas, pueden participar en el establecimiento de disposiciones de antigüedad que reduzcan la rivalidad entre trabajadores con diferentes niveles de experiencia. Esto podría reducir la rotación laboral y aumentar los incentivos para que las empresas brinden capacitación formal e informal en el trabajo. En términos más generales, desde este punto de vista, los sindicatos pueden inducir mejores prácticas por parte de la dirección que redunden en beneficios para empleadores y empleados.

En tercer lugar, considerando a los sindicatos como buscadores de rentas, los sindicatos procuran una menor competencia en los mercados laborales y de productos que pueda poner en riesgo las fuentes laborales que representan. En el afán de menor competencia en el mercado de productos, los incentivos de sindicatos y empresarios se alinean en detrimento de los consumidores.

Empíricamente ha sido difícil medir adecuadamente el efecto causal de los sindicatos en la productividad. Esto se debe a que su formación no es aleatoria. En sectores con mayores rentas que procurar, es más probable que surjan. Pero también pueden fortalecerse en sectores que se están reduciendo, como forma de protección para empleos amenazados.

Para los lectores más técnicos, el problema es la endogeneidad. En un artículo de fines del 2020, dos investigadores del Institute for Social Research de Oslo y uno de University College London (Erling Barth, Alex Bryson y Harald Dale-Olsen) logran encontrar una fuente de variación exógena y utilizarla para estimar efectos que van más allá de la correlación.

En Noruega, los trabajadores sindicalizados se benefician de una deducción en la renta imponible, de esta manera, vía un menor impuesto a la renta, se subsidia la actividad sindical. El gobierno define año a año el tamaño del subsidio lo que hace que se vea afectado por los cambios políticos de turno. Esta es la fuente de variación que explotan.

En este país, los sindicatos tienen fuerte influencia en las condiciones laborales. Hay una fuerte coordinación en la negociación salarial, con negociación central a nivel nacional y sectorial. Los convenios colectivos se acuerdan tanto a nivel agregado como de firma. La negociación local se lleva a cabo bajo una cláusula de paz acordada al más alto nivel, lo que implica que los trabajadores no pueden hacer huelga durante la negociación local subsiguiente.

Barth, Bryson y Dale-Olsern encuentran que los aumentos en la densidad sindical condujeron a aumentos sustanciales en la productividad de las empresas. Los sindicatos recuperan parte de esa productividad adicional a través de una prima salarial. Es más, esta prima es mayor en las empresas más productivas, lo que es consistente con las visiones de “voz colectiva” de Freeman y Medoff y las interpretaciones de reparto de rentas (rent sharing).

Por supuesto que los resultados no se aplican necesariamente a otros países donde las estructuras empresariales y sindicales son distintas, tanto como las condiciones institucionales y las prácticas de negociación entre empleados y empleadores. Pero es sugestivo.

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