La explosión demográfica más grande de la historia afecta al desarrollo

| Aunque los cambios demográficos son más fáciles de predecir que los económicos, la previsión general no está tan clara. Muchos de los factores que afectan al perfil poblacional mundial son impredecibles

David E. Bloom y David Canning (*)

Las tendencias demográficas han sido bastante estables durante gran parte de la historia: la población crecía lentamente y las estructuras por edad, las tasas de natalidad y de mortalidad apenas cambiaban. El lento crecimiento de la población a largo plazo se interrumpía periódicamente por epidemias y pandemias que podían reducir drásticamente la población, aunque afectaban poco a las tendencias a largo plazo.

En los últimos 140 años, esta imagen ha dado paso al mayor cataclismo demográfico de la historia de la humanidad.

El descenso de las tasas de mortalidad antes que las de natalidad ha llevado a un boom demográfico en los países en desarrollo en los últimos 50 años. Incluso, si las causas subyacentes al rápido crecimiento de la población desaparecieran de repente, la humanidad seguiría experimentando el cambio demográfico algún tiempo más.

El rápido aumento de la población mundial en las últimas décadas ha resultado en un gran número de personas en edad reproductiva. Esto crea un "ímpetu demográfico", en el que las poblaciones de la mayoría de los países, crecerán durante años, sobre todo en los países en desarrollo.

Estos cambios repercuten ampliamente en el desarrollo económico. Los análisis económicos suelen centrarse en cómo la población y su ritmo de crecimiento ejercen presión sobre los escasos recursos, diluyen la relación trabajo-capital o generan economías de escala. Pero el cambio demográfico tiene otras dimensiones importantes. El aumento de la esperanza de vida puede afectar a las decisiones sobre educación, jubilación y ahorro, estimulando potencialmente el capital financiero de los inversores y el capital humano que refuerza las economías.

El cambio demográfico también afecta a la estructura por edad de la población, alterando la razón de población activa-inactiva.

LA POBLACIÓN MUNDIAL. La población mundial ha pasado de más de 2.500 millones en 1950 a 6.500 millones en la actualidad y las proyecciones apuntan a un mundo de 9.100 millones de habitantes en 2050. Estos aumentos de la población mundial se distribuirán de forma cada vez más desigual. Hoy, el 95% del crecimiento tiene lugar en países en desarrollo. Se prevé que las poblaciones de los 50 países menos desarrollados se duplicarán con creces a mediados de este siglo, y algunos países pobres triplicarán su población. En cambio, se prevé que la población del mundo desarrollado se mantenga estable en cerca de 1.200 millones, con caídas en algunos países ricos.

Esta disparidad de crecimiento de la población refleja la heterogeneidad de los procesos de natalidad, mortalidad y migración, tanto en el tiempo como en las poblaciones nacionales, razas y grupos étnicos. También ha coincidido con cambios en la composición por edad de la población. El análisis de estos factores muestra los mecanismos de crecimiento de la población y el cambio en el mundo.

Tasa total de fecundidad. La tasa total de fecundidad mundial, que es el número de niños nacidos por cada mujer, pasó de 5 en 1950 a poco más de 2,5 en 2006; se prevé que caiga a 2 en 2050. Esta caída se debe en gran parte a los cambios en las tasas de fecundidad del mundo en desarrollo como consecuencia de la caída de las tasas de mortalidad infantil, el mayor nivel educativo de la mujer, las mejores oportunidades laborales y la oferta de servicios de planificación familiar.

Descenso de la mortalidad infantil y de lactantes. En los últimos 50 años las tasas de mortalidad infantil y de lactantes se han reducido considerablemente en el mundo en desarrollo, merced a una mejor nutrición, intervenciones de la salud pública en materia de agua y saneamiento y avances médicos, como vacunas y antibióticos. La mortalidad de lactantes (muerte antes de cumplir 1 año) en los países en desarrollo ha bajado de 180 a 57 muertes por cada 1.000 nacidos vivos, y se prevé que caiga por debajo de 30 en 2050. En cambio, en los países desarrollados la mortalidad ha descendido de 59 muertes por cada 1.000 nacidos vivos a 7 desde 1950, y se prevé que disminuya hasta 4 en 2050. La mortalidad infantil (muerte antes de los 5 años) también ha caído, tanto en los países desarrollados como en desarrollo.

Esperanza de vida y longevidad. En general, la esperanza de vida aumentó de 47 años en 1950-55 a 65 en 2000-05. Se prevé que crezca hasta los 75 a mediados de siglo, aunque hay disparidades entre los países industrializados ricos, en 82 años, y los países menos desarrollados, en 74 años. (Dos excepciones importantes son África subsahariana, donde la epidemia de SIDA ha reducido drásticamente la esperanza de vida, y algunos países de la antigua Unión Soviética, donde los trastornos económicos han provocado importantes problemas de salud). A raíz del descenso de la fecundidad y la mayor longevidad, se observa un fuerte crecimiento de la proporción de ancianos en la población total. Se prevé que el número de personas mayores de 60 años, que actualmente equivale a la mitad de los que tienen entre 15 y 24 años, alcance los 1.000 millones en 2020 (superando el grupo de 15 a 24 años) y casi 2.000 millones en 2050, y que la proporción de personas de 80 años o más aumente del 1% al 4% de la población en 2050.

Distribución por edad: Población en edad laboral. Las explosiones demográficas han alterado el panorama de muchos países. Como muestra la experiencia en el pasado siglo, una caída inicial de las tasas de mortalidad crea una generación en la que las altas tasas de supervivencia se traducen en más jóvenes que antes. Cuando desciende la fecundidad y se frena el boom demográfico, la estructura por edad de población muestra un aumento por caídas asíncronas de mortalidad y fecundidad. Como esta generación cambia la estructura de edad de la población, constituye un porcentaje de población mayor que las cohortes que le preceden o le siguen. Esto genera retos y oportunidades especiales para los países: una amplia cohorte de jóvenes que educar, una población en edad de trabajar amplia y la perspectiva de un "dividendo demográfico" caracterizada, más tarde, por una amplia población de ancianos que pueden sobrecargar la atención de salud y el sistema de pensiones.

Migración. También altera la estructura de la población. En general, 191 millones de personas viven en un país distinto al de nacimiento. En los próximos 45 años, las Naciones Unidas estiman que cerca de 2,2 millones de personas emigrarán cada año desde países en desarrollo hacia países desarrollados.

Urbanización. Desde 1950 se ha venido produciendo un enorme movimiento del campo a la ciudad en los países desarrollados y en desarrollo. En las regiones menos desarrolladas, la población se urbanizó y pasó del 18% al 44%, mientras que las cifras de los países desarrollados son del 52% al 75%. Según las Naciones Unidas, en 2007 se romperá el equilibrio mundial y más de la mitad de la población vivirá en zonas urbanas. Este cambio -y la urbanización correspondiente de anteriores zonas de la periferia urbana o rurales- se corresponde con el vivido por la mayoría de países cuando dejan de ser economías agrícolas. La existencia y el crecimiento de megaciudades (con 10 millones o más residentes) es un fenómeno de finales del siglo XX que ha causado problemas especiales. El continuo movimiento hacia zonas urbanas crea megaciudades, pero estas economías de escala y de aglomeración parecen enfrentarse a problemas de transporte, vivienda, contaminación y gestión de residuos. En algunos casos, las disparidades socioeconómicas en las megaciudades son muy profundas.

EL ESLABÓN PERDIDO. Los efectos demográficos constituyen un eslabón perdido en muchos análisis macroeconómicos que pretenden explicar las diferencias en el crecimiento económico y la reducción de la pobreza entre países. Varios estudios empíricos muestran la importancia de la demografía para explicar el desarrollo económico.

El boom demográfico de Asia oriental. El fuerte crecimiento económico de Asia oriental en la segunda mitad de siglo XX coincidió con un cambio demográfico. La mortalidad infantil y la fecundidad cayeron, lo que creó un boom demográfico: entre 1965 y 1990, la población en edad laboral creció casi cuatro veces más rápido que la población dependiente. Varios estudios estiman que este cambio fue responsable de un tercio del crecimiento económico de Asia oriental durante ese período (un dividendo demográfico aprovechado).

Oferta de mano de obra y el "tigre celta". De 1960 a 1990, la tasa de crecimiento del ingreso per cápita en Irlanda era del 3,5% anual. En los años noventa pasó al 5,8%, muy superior a la de cualquier otra economía europea. El cambio demográfico contribuyó al crecimiento económico del país. En la década posterior a la legalización de los métodos anticonceptivos en 1979, Irlanda sufrió una fuerte caída de la tasa bruta de natalidad, que llevó al descenso de la dependencia juvenil y a un aumento en el porcentaje de la población en edad de trabajar.

Otros dos factores demográficos impulsaron el crecimiento económico al aumentar la oferta de mano de obra per cápita. Primero, aumentaron las tasas de participación laboral de mujeres. Segundo, Irlanda ha registrado altos niveles de emigración entre los jóvenes adultos (casi 1% de la población cada año) porque su economía era incapaz de absorber el gran número de jóvenes trabajadores. La pérdida de estos jóvenes agravó el problema de la alta dependencia juvenil. El menor número de jóvenes y el rápido crecimiento económico en los años noventa invirtieron este flujo, dando lugar a una inmigración neta de trabajadores.

Alta fecundidad constante en África subsahariana. Un cambio demográfico distinto puede ralentizar el crecimiento económico. Gran parte de África subsahariana permanece anclada en la primera fase de la transición.

Las tasas de fecundidad aumentaron entre los años cincuenta y setenta y recientemente han empezado a bajar con lentitud. Una oleada de cohortes de jóvenes ha entrado en la población activa, pero estos no han podido incorporarse al empleo productivo debido a una política y un entorno económico inadecuados en la mayoría de los países. La existencia de grandes poblaciones dependientes (en este caso, niños) ha mantenido baja la proporción de personas en edad laboral, por lo que a estas economías les resultará muy difícil salir de la pobreza.

MIRANDO AL FUTURO. Basándonos en los indicadores disponibles, cabe resaltar algunos puntos:

V Todos los signos apuntan a un crecimiento demográfico ininterrumpido pero más lento. El resultado serán aproximadamente 2.500 millones más de personas en el mundo, antes de que se estabilice en 2050 en casi 9.000 millones.

V La población mundial está envejeciendo rápidamente. Según las Naciones Unidas, el 31% de la población china (432 millones de personas) tendrá 60 años o más en 2050. En India será el 21% (330 millones). El envejecimiento ya no puede considerarse un fenómeno solo del mundo desarrollado.

V La migración internacional continuará. Persistirán las presiones que promueven la emigración, sobre todo el aliciente de un mayor bienestar económico en los países desarrollados, pero es imposible predecir la fuerza de las restricciones compensatorias que podrían reducir el flujo de emigrantes.

V La urbanización continuará, pero también es difícil predecir el ritmo. Las oportunidades de las ciudades seguirán atrayendo emigrantes de las zonas rurales, pero los problemas ambientales y sociales bloquearían el crecimiento.

CLARIDAD DE OBJETIVOS. El rápido e importante cambio demográfico conlleva nuevas presiones. La transición hacia una baja mortalidad y fecundidad puede favorecer a las economías, dado el mayor número de trabajadores que ahorran para su jubilación. La capacidad de los países para aprovechar los posibles beneficios de la transición demográfica y mitigar los efectos negativos del envejecimiento está condicionada por el entorno político e institucional.

Aunque los cambios demográficos son más fáciles de predecir que los económicos, la previsión general no está tan clara. Muchos de los factores que afectan al perfil demográfico mundial son impredecibles. ¿Se convertirá un brote de gripe aviar u otra enfermedad en una pandemia que matará a millones de personas? ¿Qué pasa si estas enfermedades se hacen fármacorresistentes? Por el contrario, los avances científicos en genómica, los métodos anticonceptivos o las vacunas contra el SIDA o el paludismo podrían salvar millones de vidas. El efecto invernadero y otros cambios ambientales podrían alterar las predicciones demográficas y económicas. O, llevando las cosas al extremo, las guerras podrían causar una mortalidad prematura masiva, y la mayoría de las predicciones demográficas y de cambios económicos no tendrían razón de ser.

Las consecuencias económicas del aumento poblacional mundial

Las consecuencias económicas del aumento de la población son, desde hace tiempo, objeto de debate. Según la visión pionera de Thomas Malthus, el crecimiento de la población llevaría al agotamiento de los recursos. En los años sesenta se pensaba que contribuía al desarrollo económico, al estimular la innovación tecnológica e institucional y la oferta de ingenio humano. A finales de los sesenta se hizo popular una visión neomaltusiana que se centraba de nuevo en los peligros del aumento de la población. Bajo este prisma se puede ver las políticas de control de la población de China e India, aunque difieren mucho entre sí. La visión intermedia del neutralismo de la población ha tenido una gran influencia en las dos últimas décadas, y sostiene que el impacto neto en el crecimiento económico es insignificante.

El neutralismo de la población ha quedado relegado por una visión más aguda de los efectos de la dinámica de la población, según la cual el cambio demográfico sí contribuye o afecta al desarrollo económico. Economistas y expertos en demografía señalan los efectos "contables aritméticos" del cambio en la estructura por edad y los efectos del cambio de conducta por la prolongación de los años de vida.

Efectos contables aritméticos. Estos efectos se basan en una conducta constante en los grupos de edad y sexo, pero permiten cambios en el tamaño relativo de estos grupos para influir en el resultado general. Por ejemplo, si se mantienen constantes las tasas de participación laboral por edad y sexo, un cambio en la estructura de edad afecta a la oferta total de mano de obra. A medida que la generación producto de un boom demográfico envejece, durante un tiempo constituye un amplio conjunto de la población activa, y posteriormente, una amplia cohorte de ancianos. El período de años representado por esa generación y la envergadura del aumento de la población son muy variables. Siempre hay razones para pensar que esta estructura de edad tan dinámica tendrá consecuencias económicas. En general, una alta proporción de personas en edad de trabajar en una población significa potencialmente más trabajadores por personas dependientes. Por ello, la producción puede aumentar en relación con el consumo, y el PIB per cápita puede crecer. Los modelos vitales de ahorro también entran en juego al cambiar la estructura de edad de una población. La gente ahorra más durante sus años de trabajo, y si el conjunto en edad de trabajar es mucho mayor que otros grupos de edad, el ahorro per cápita aumentará.

Efectos en la conducta. Algunas previsiones indican efectos catastróficos del envejecimiento sobre la actividad económica. No obstante, tienden a basarse en el enfoque "contable", que presupone que la conducta asociada a la edad permanece incambiada, y no tienen en cuenta los efectos derivados de las modificaciones en las conductas.

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