OPINIÓN
Las propias estadísticas oficiales dicen que el empleo cae hace siete años y que el desempleo juvenil es uno de los más altos del mundo.
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Desde hace ya casi 15 años me honro en ser parte de este grupo de destacados colegas que, semana a semana contribuyen a este suplemento. Agradezco a Hugo Barbosa y el extinto Milton Ferla la invitación e insistencia para que tomara el desafío y, naturalmente, a la Dirección de El País, que siempre otorgó total libertad de opinión. Jamás recibí siquiera una sugerencia de tratar un tema específico, ni se comunicó a expresarme su desacuerdo por algo escrito, el que, lógicamente supongo, lo habrá tenido en más de una oportunidad.
La tarea de hacer una columna puede parecer sencilla, pero al menos para mí no lo es. Cada dos semanas escribir una opinión fundamentada en cifras que se deben trabajar, entender y sacar conclusiones sin dejar flancos por fuera del análisis o, en todo caso, sabiendo cuán poco significativas son las variables que se dejan de lado, suele ser ardua. Siendo el centro el análisis de la coyuntura económica y la economía en general, en todo momento intenté alternar los temas, seguramente ello quedó en un vano intento. Fueron más de 350 columnas con la mayor diversidad de tópicos que logré llevar adelante, siempre desde la base técnica que la teoría y práctica económica brinda. Más allá de aciertos y errores, de una cosa estoy seguro, en todos los casos traté los temas con rigurosidad y, cuando emití opiniones por fuera de cifras lo hice es base a mis convicciones filosóficas.
Siendo que mis últimas entregas desataron cierta controversia de opinión, en especial con el actual Ministro de Economía y Finanzas, no voy a contestar punto a punto por esta vía, porque los hechos son la única realidad y las cifras que utilicé en todos los casos son las oficiales que publica el propio gobierno, en las que todos confiamos porque sabemos de la seriedad de los funcionarios que las hacen, lo que no quiere decir que sean perfectas - ningún registro en el mundo lo es-. Es cierto que algunas estadísticas, IPC, PBI, producción industrial, índice de salarios, requieren de actualizaciones de su base porque el tiempo las volvió obsoletas. También lo es que seguramente este año las dos primeras de las nombradas serán actualizadas porque la tarea está en la etapa final. Son cosas diferentes. Sólo cabe decir que, en ciertos aspectos, cuando un economista analiza las cifras relativas, que se construyen no como dato crudo sino a partir de varias variables “puras” o, más complejo aun, de estadísticas que son un resumen de estimaciones -por ejemplo, el tipo real de cambio, o la razón deuda a PBI- no sólo debe mirar el dato corriente, sino su tendencia y posición relativa en función de otras variables relevantes. A vía de ejemplo, no es lo mismo estar en el límite de capacidad de producción (sobre el PBI potencial) que lejos del mismo. Estando lejos de aquel, es posible que un ratio en función del mismo lucirá mayor que su real posición de tendencia, y viceversa. Del mismo modo, si nuestra moneda está sobrevaluada, vulgarmente dólar barato o precios internos caros como estamos hoy, toda variable que incluya la moneda extranjera en el numerador de la fórmula tenderá a ser más chica a su valor de paridad según los fundamentos de largo plazo de la economía. Lo anterior no impide cuantificar en déficit fiscal en más de US$ 2.800 millones al año, ni que las exportaciones estén estancadas. Se entiende sin mayor esfuerzo que, si la financiación del citado déficit es mediante endeudamiento para evitar la emisión monetaria y la consiguiente inflación, su consecuencia es que la deuda “vuele” y tenga un paso insostenible (esto lo están diciendo todos los informes internacionales). Del mismo modo son sencillas de comprender otras cosas que conforman el extremadamente complejo panorama económico y social actual. Son las propias estadísticas oficiales las que nos dicen que el empleo cae hace 7 años, que el desempleo juvenil es uno de los más altos del mundo y la inversión se contrajo 30% en los últimos 5 años, configurando una situación de estancamiento económico muy prolongado.
Es muy claro que el país necesita reformas que impulsen el crecimiento, la ola de reformas que comenzaron a fines de 1987 y se extendieron hasta 2004 se agotaron hace ya 7 u 8 años y no hubo nuevas acciones en ese sentido. También es cierto que la borrachera de los precios internacionales hace difícil saber a ciencia cierta qué es real y qué parte de una ficción y todos tendemos a pensar que la fiesta será más larga de lo que termina siendo. El problema es que la fiesta cortó la música sobre fines de 2012, pero sirvió postres hasta fines de 2014 (nuestros precios de exportación no comenzaron a caer hasta septiembre-octubre de 2014, pese a que los de Argentina y Brasil sí lo hacían, particularidades de las canastas de bienes). Las luces se apagaron, la gente se iba yendo y nosotros creímos que todos volvían enseguida. Al menos eso es lo que se trasluce del Presupuesto 2015 y las sucesivas Rendiciones de Cuentas.
Todo es cíclico, los períodos se agotan, los económicos y los políticos. Nada es para siempre. En cierto lapso de tiempo también se le agotará al gobierno que asume, aun cuando lo haga bajo la delicada situación social, económica y de seguridad que lo hace.
Para finalizar quisiera agradecer a los amables lectores que han seguido esta columna a lo largo de estos años, a quienes me hacían comentarios por los más diversos canales (teléfono, correo electrónico, en la calle o un bar), y a quienes jamás lo hicieron, pero siempre estuvieron. Nunca se sabe, pero por el momento pienso que este será mi último contacto con ustedes por esta vía.