Se han detectado tres mitos acerca de la crisis de salud mental de los niños: la idea de que esta crisis es nueva; la creencia de que los suicidios de los jóvenes han aumentado por esa crisis; el mito de que, por más que se invierta en el niño, la salud mental no se puede cambiar.
“En el mundo, el 13% de los jóvenes tiene problemas de salud mental”. Así comenzó su conferencia Janet Currie, profesora de economía de la Universidad de Princeton. Fue en la asamblea anual de la American Economic Association. Currie es mundialmente reconocida por sus investigaciones en el área de políticas de primera infancia en materia de salud y bienestar.
Costos de la crisis de salud mental de los niños
Más allá del drama personal, la crisis de salud mental infantil también representa un problema económico de gran escala. Resolverla exige entender bien sus causas y aplicar herramientas rigurosas que permitan evaluar qué soluciones realmente funcionan, señala la Dra. Currie. En este contexto, los economistas pueden y deben tener un rol activo en el análisis y la búsqueda de respuestas eficaces.
Aquí van algunas ideas que intentan resumir los aportes de la profesora Currie. Primero, es clave entender por qué la crisis de salud mental infantil genera importantes costos económicos. Por ejemplo, en Estados Unidos, los servicios de salud mental infantil cuestan 31 mil millones de dólares (es casi la mitad de todo lo que se gasta médicamente en los niños en ese país). Además, hay que tener en cuenta los costos originados por pérdidas de días de trabajo de los padres que tienen que atender a esos niños. También hay que sumar los costos que se originarán en el futuro, porque los niños con dificultades de salud mental tendrán, en promedio, peores rendimientos académicos y laborales cuando sean mayores, y mayor chance de verse involucrados en conductas riesgosas o delictivas.

La crisis de salud mental de los niños ya tiene décadas
Señala Janet Currie que la narrativa más difundida sobre la crisis de salud mental infantil es que es un fenómeno muy reciente y completamente sin precedentes. Esta idea, a su vez, sugiere que las causas de la crisis también deben ser desarrollos recientes. Entre los factores que se han propuesto como posibles responsables del rápido deterioro en la salud mental de los niños se encuentran: el impacto nocivo de las redes sociales, el aumento de la inseguridad económica por la crisis de 2008, y los efectos de los confinamientos y el cierre de escuelas durante la pandemia de COVID-19.
Pero los números dicen otra cosa: la tasa infantil de enfermedades mentales ha estado estable en las últimas décadas. Incluso la prevalencia verdadera puede haber disminuido: hoy se ha ampliado el acceso a diagnósticos de salud mental y han cambiado las definiciones de algunos trastornos, lo que puede haber aumentado la detección y registro, sin que realmente hayan aumentado las enfermedades.
Incentivos para diagnosticar problemas de salud mental
Con el aumento de las posibilidades de detección y diagnóstico de problemas mentales, se otorgan incentivos para proveedores de salud (detectar y diagnosticar aumenta sus ingresos por los servicios médicos que prestan) y también para los pacientes (se accede a prestaciones o subsidios especiales por sufrir de tal o cual problema de salud mental). Pero también surgen costos, porque identificarse como una persona que padece cierto problema de salud mental puede generar un estigma. Sin embargo, las encuestas señalan que ese estigma va desapareciendo y por tanto sus costos van bajando. La lógica de los incentivos y costos es un claro aporte de la economía para entender este problema, señala la profesora Currie.
Invertir en los niños impacta positivamente en su salud mental
Consideremos por ejemplo las inversiones durante el embarazo y en los primeros meses de vida. La investigadora de Princeton cita una buena cantidad de estudios recientes acerca de programas efectivos para mejorar la salud mental de los niños cuando están en la panza de la madre o recién nacidos.
Uno de ellos es el programa de Suplementos Nutritivos para la Mujer y sus Hijos. Se ha demostrado que esta intervención reduce los problemas de salud mental de los niños. La mujer que se alimenta bien durante su embarazo tiene mejores resultados de salud para su hijo. También el programa de Suplementos Nutritivos impacta favorablemente gracias al acompañamiento y consejo a la madre, y al mejor acceso a los chequeos prenatales, reduciendo también los niveles de estrés de la madre. Las madres que sufren estrés en el embarazo impactan negativamente en el comportamiento futuro de sus niños: los estudios son bastante consistentes en este hallazgo.
Otros programas efectivos en la primera infancia han sido los que combinan acceso a centros preescolares con visitas a los hogares. Los niños que participan de esos programas muestran menos problemas de Déficit Atencional o Hiperactividad.
Pero las inversiones eficaces no se limitan a la primera infancia. También invertir en los niños en edad escolar y en los adolescentes es costo-efectivo, es decir, por cada dólar invertido en ese programa, se obtienen varios dólares de ganancia (por ejemplo, por ahorros en temas de salud, por menos repetición y mayor tasa de educación formal completa, etc.).
Otra inversión efectiva para atacar los problemas de salud mental: mejorar el acceso y calidad de los tratamientos. Ya se ve que tenemos trabajo pendiente…
Termino con una buena frase de la investigadora de Princeton: la crisis de salud mental infantil está imponiendo costos enormes, pero la investigación realizada por economistas está ayudando a comprender con mayor claridad la naturaleza de esta crisis.