India: el despertar de un gigante y sus consecuencias

La irrupción de India abre otra ventana de oportunidad para evaluar formas de integración comercial y en áreas de servicios, con un país que hoy es la tercera economía del mundo con un potencial de crecimiento inmensurable.

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Getty Images

A principios de este siglo, India era un país ubicado en la trastienda del concierto mundial. A pesar del tamaño de su población, su lenta tasa de crecimiento promedio a partir de su independencia del imperio británico en 1947 y altos niveles de pobreza explicaban, esa realidad. Hoy las cosas han cambiado.

A partir de 2006, su crecimiento económico promedio anual ha dado un salto sorprendente (6.3%), opacando actualmente al de China. En 2021 superó al de su rival asiático, hecho que el Fondo Monetario proyecta que continuará en ese nivel durante 2024 y 2025, superando las proyecciones para China (5% y 4% respectivamente). Eso la ha convertido en la economía emergente relevante con la mayor tasa de crecimiento promedio en lo que va de esta década y la postura de continuar de esa manera.

Su PIB ocupa el quinto lugar a nivel mundial medido a tipo de cambio corriente y el tercero medido en paridad de poder de compra, ubicado detrás de China y Estados Unidos. Es el país más poblado del mundo (1.420 millones), con alto porcentaje de población joven lo que le abre una ventana demográfica excepcional para aumentar la productividad global de la economía y apuntalar la permanencia de su alto nivel de crecimiento.

Todo esto constituye un proceso a escala global nuevo, de magnitud histórica con implicancias globales inéditas.

En primer lugar, refuerza la “orientalización” del eje político y económico del mundo, hoy liderado por China, dándole un matiz diferente al actual. En lo que hasta ahora era un juego entre Estados Unidos y China, hoy asoma la participación creciente de otro gigante que viene marcando presencia en los foros internacionales, con una visión propia con tinte autárquico.

Además, ambos países asiáticos tienen un conflicto ancestral que complejiza aún más la resultante geopolítica de este ascenso simultáneo en el mismo continente. Más cuando ambos detentan sistemas políticos disímiles, culturas diferentes donde India muestra explícitamente una sociedad permeada por una religiosidad que determina valores y por ende mojona la tipología de las políticas económicas implementables y su postura ante el resto del mundo. Es la democracia más grande del planeta que acepta una sociedad segmentada en estamentos de origen, envuelta en una religiosidad propia que no trasciende ni pretende trascender fronteras, y que tampoco la hace amigable a transformaciones rápidas.

Eso explica, entre otras cosas, que a pesar de las reformas liberalizadoras introducidas a partir de la crisis sufrida en los ´90, que fueron los permitieron los resultados actuales de mayor crecimiento, todavía predomina una concepción de economía cerrada, de alto intervencionismo estatal, donde impera la promoción de sectores considerados como estratégicos y también la preservación de privilegios de casta ancestrales. A pesar de todo, las reformas, aunque escasas, han dado resultado, mostrando el enorme potencial de una sociedad con alta proporción de jóvenes, mayoritariamente, viviendo en áreas rurales de baja productividad. En efecto el 66% de la población reside en áreas rurales y concentra los niveles más altos de pobreza De repetirse el ejemplo de China de integrarlos a zonas urbanas con mayor productividad, se desataran efectos con impacto mundial.

Como corroboración, su participación marginal en las exportaciones mundiales en 1991 (0,5%) aumentó a 2,7% en 2023, donde los servicios comerciales de alto contenido tecnológico tienen una participación creciente. Ese hecho se explica por un sector servicios de sofisticación creciente, que hoy contribuye al 54% del PIB, comparado con el industrial (30%) y el agrícola (17%). Su importancia creciente explica la sensibilidad que muestra India en el tema servicios, posicionándose con actitudes rígidas en los foros internacionales sobre los servicios, incluyendo las patentes. Ese despertar de la India tendrá consecuencias sobre el cambio climático. Hoy genera niveles de contaminación per cápita sustancialmente más bajos que en la mayoría de los países desarrollados y China. Es sabido que aumentos en el crecimiento tienen como subproducto, contaminación creciente. Máxime cuando se trata del generado por el mayor volumen de población planetario. Eso implica mayores costos para el crecimiento y también para la calidad ambiental, dado que esta última es un bien público a escala global. Lo que contaminaría India, en este caso con derecho, lo debe disminuir otro para mantener la situación estable, o compensarlo por el costo de evitarlo usando energías renovables, sustituyendo a las tradicionales, o tecnologías de punta con baja contaminación por unidad producida. Eso agrega una complicación adicional al debate actual de reducción de la contaminación a escala global.

Por último, América Latina debe mirar con más atención lo que está sucediendo y evitar la sorpresa que se dio con la irrupción de China en el concierto mundial junto a la consecuencia benéfica de convertirse inesperadamente en su principal socio comercial, tanto de alimentos como de minerales. Aún no podemos precisar sus consecuencias salvo que habrá otro cambio en el ordenamiento mundial. No olvidar que India hace medio siglo sufría penurias alimentarias, recurre a la ayuda internacional y hoy pasó a ser exportador de alimentos. En un sector que está aún por debajo de su potencial y puede dar otro salto sustancial. Lo mismo en su proyección inesperada en el sector servicios, donde hay ya ejemplos de complementación con nuestro país en esa área.

Y su irrupción abre otra ventana de oportunidad para evaluar formas de integración comercial y en áreas de servicios, con un país que hoy es la tercera economía del mundo con un potencial de crecimiento inmensurable.

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