Cuando comparamos los precios locales en una moneda de referencia internacional, Uruguay suele ser caro en términos regionales e internacionales. Respecto al precio de los servicios en su comparación regional hay cierta justificación basada en la diferencia de ingresos per cápita de los países, pero poca o ninguna la hay cuando se da la situación inversa respecto al ingreso con países desarrollados. En cuanto al precio de los bienes, las diferencias pueden originarse en costos de transporte, tamaño de mercado y diferencias de impuestos y regulatorias. En nuestro caso, las dos últimas están jugando un papel crucial.
Ahora bien, siendo cierto lo anterior, (somos caros y le llamamos atraso cambiario), las diferencias nunca pueden ser de la magnitud que solemos tener. Cada tanto se dan correcciones más o menos ordenadas a esta situación, pero la realidad muestra que rápidamente se vuelve a lo anterior y, en los hechos pareciera que vivimos en un permanente atraso cambiario.
Para medirlo usamos el tipo real de cambio (TCR) que es la relación de precios de dos bienes (de dos canastas de bienes) el doméstico y el externo; ciertamente se puede construir el indicador de varias maneras. Personalmente, dado que los precios de mercado son finalmente el resumen final de todo lo que sucede en una economía, me inclino por utilizar siempre la evolución de los precios al consumo de cada parte. Así, aumentos en la productividad local tienden a contener los precios, mejoran el ingreso real de la población que posibilita el aumento del salario real, pero lo mismo sucede en el exterior por lo que, en todo caso lo relevante termina siendo quien lo hace a mayor velocidad. Dado lo anterior, constituye un error decir que la mejora del TCR se puede dar sólo por mejoras en la productividad local, en todo caso para ser cierto esta mejora debe superar a la que se produce en el resto del mundo.
Entonces, lo relevante es la variación del índice a lo largo del tiempo. Dada su construcción, y siempre medidos en moneda extranjera, un aumento de precios en el resto del mundo sin que éstos lo hagan domésticamente nos mejora el TCR aun cuando la cotización de dicha moneda localmente no aumente. Nos abaratamos frente al resto del mundo.
Es claro que existe un TCR de “equilibrio” de largo plazo, básicamente aquel que equilibra la cuenta corriente de la balanza de pagos, o al menos uno que no nos genere problemas que conduzcan a una crisis externa. Dado lo anterior, la relación de precios de exportación con los de importación, y en una economía como la nuestra, fundamentalmente los precios de exportación son la base de tal equilibrio. Esto es así por la relevancia de los productos de origen agropecuario en nuestras ventas al exterior y, en especial en la agricultura donde la posibilidad de aumentar o reducir rápidamente, y de manera significativa las áreas sembradas de un año a otro, generan cambios importantes en el ingreso total. No sólo es el precio sino el producto de éste por la cantidad. Mayores precios generan mayores ingresos y éstos “soportan” mayores costos domésticos, medidos en moneda extranjera sin generar riesgos extraordinarios.
Lo cierto es que los precios de exportación están aumentando, básicamente por la carne y leche, pero hay una importante brecha entre los precios internos y los del extranjero medidos en dólares, que no se justifica por el lado del sector externo. Desde el pico de los “años dorados de los precios internacionales” a mediados de 2012, nuestros precios de exportación, medidos en dólares y años móviles, han caído 11%, los de importación 16% pero, los internos, aumentado 24%. La diferencia es abrumadora. En 2012 se sentía un peso fuerte en medio de una región con monedas fuertes, sostenidas por una muy favorable relación de precios internacionales, de las mejores conocidas desde la época de la independencia. A vía de ejemplo, para Uruguay entre 2004 y 2012 los precios de exportación subieron en el entorno de 90% y los de importación 65%, muy influenciados por el 90% de aumento de los precios del petróleo que, para el resto de la región, era algo positivo. Con ese entorno notablemente favorable no era de extrañar que los precios domésticos medidos en dólares crecieran casi 100% en el mismo período y no hubiera dificultades de empleo. Ahora, cuando las condiciones cambiaron la explicación causal anterior ya deja de tener sentido. Ésta viene por otro lado, el financiamiento de desequilibrios fiscales mediante deuda, el aumento del gasto público y tasas de interés reales elevadas o todo junto. Mientras el mundo y los residentes financien el déficit fiscal, el sector público y eventualmente el privado local consumen por encima de sus posibilidades, nos prestan dólares y vamos tirando, y la oferta de dólares “hace su trabajo”. Pero eso no es permanente. Si las tasas de interés en moneda local son muy atractivas, los agentes, tanto residentes como no residentes, cambian su moneda extranjera a pesos para colocarla, o bien los locales demandan más pesos que los usuales, (no compran dólares), lo que tiene exactamente el mismo efecto final de deprimir el TCR.
En los hechos, en Uruguay las tasas abonadas en las letras de regulación monetaria provocan ese efecto. Las LRM son un pasivo remunerado del Banco Central y ciertamente, al menos una parte del stock se puede asimilar a base monetaria remunerada. Corregir el desequilibrio fiscal reduciendo el gasto y evitar el sobrepago de intereses en moneda nacional deben ser las prioridades inmediatas.
Hoy estamos recostados al encarecimiento de Argentina, pero ya sabemos que no es eterno y puede cambiar rápido. Comparar los precios de servicios con Londres, Tokyo o Nueva York, carece de sentido, se debe hacer “con sitios normales”. Siendo el ingreso per cápita el que determina el poder de compra y finalmente los precios de los servicios, en especial los que consumimos en el exterior, hospedaje, transporte y alimentación, no precisamos estadísticas para saber si estamos caros o baratos.