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La energía, la disrupción y el déficit fiscal

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Cable eléctrico. Foto: Pixabay

OPINIÓN

En la última década, se han producido cambios tecnológicos relevantes en el mercado energético.

En el caso del mercado eléctrico, tradicionalmente liderado por tecnología de gran economía de escala, han irrumpido con crecientes y constantes niveles de competitividad generadores de menor escala y con capacidad de descentralización territorial, como la energía eólica y la solar fotovoltaica.

En paralelo, la investigación y el desarrollo de los sistemas de almacenamiento que permiten optimizar estas tecnologías con las necesidades de la demanda, ya se encuentran cerca de condiciones de precio competitivas comercialmente.

En la última década, se han producido cambios tecnológicos relevantes en el mercado energético.

Si bien estos cambios y su impacto en la matriz energética se han dado más rápidamente de lo esperado, no han tenido aún un efecto disruptivo en el modelo de negocios de las empresas de energía.

En el caso eléctrico, trajeron más descentralización en la generación, inversión en automatización y control de la red eléctrica, pero todavía no han transformado la relación con los consumidores y generadores mayoristas. No obstante, siguiendo la prospectiva de los principales centros de investigación, resulta cada vez más claro que los próximos cambios serán disruptivos y modificarán completamente el formato de los negocios.

La constante baja del precio de la energía solar fotovoltaica y los sistemas de almacenamiento, la utilización de blockchain para transacciones energéticas entre pares de baja escala, el desarrollo del transporte eléctrico y los vehículos autónomos, son algunos de los cambios que impactarán en el mercado en los próximos años. Impulsarán cambios en el sistema de transporte y, en la red eléctrica, el ingreso de una masiva cantidad de autoproductores / consumidores / almacenadores (prosumers).

Estos cambios generarán entre otras cosas: (1) un impacto en la utilización y remuneración de la red eléctrica, (2) un freno en el consumo de combustibles, y (3) la disminución en la cantidad de vehículos y modificaciones en el empleo del sector automotor, entre otras cosas.

La red eléctrica hoy se remunera por un "mix" tarifario, donde la energía pesa mucho. Si aumenta la autogeneración y las transacciones entre pares, la cantidad de energía "vendida" por la utility (en Uruguay, UTE) disminuirá. Por lo tanto, el modelo de negocios (qué se remunera y por qué concepto) deberá forzosamente cambiar, porque la energía provista por la utility eléctrica tenderá a ser progresivamente menor, en situaciones especiales de respaldo y, por lo tanto, muy volátil. Pero la red como transporte de electricidad, soporte de transacciones y asegurador del suministro, será clave de todas formas.

Esto hará imprescindible los cambios institucionales, regulatorios y de gobierno corporativo de las empresas. El cambio de modelo de negocios, el aumento de la cantidad de actores y la necesidad de un mercado transparente, impactarán sobre nuestras empresas de energía tal como hoy las concebimos y gestionamos. Al existir una multitud de generadores y autogeneradores, será cada vez más importante separar las diferentes etapas de la cadena de valor, donde los mercados de generación deberán estar en competencia, sin interferencia de las utilities, aun cuando éstas tengan sus propios generadores (que, si fueran de respaldo, deben ser adecuadamente remunerados también).

Estas son disrupciones que afectarán a todas las empresas eléctricas. Pero, además, por los cambios en el transporte, habrá también un impacto decisivo sobre las empresas de exploración, extracción, refinación y distribución de combustibles líquidos.

La situación en Uruguay podría ser aún más compleja. Dada la escala de nuestro país, el peso que tienen estas actividades en el PIB es muy importante. Además, Ancap y UTE proveen fuertes ingresos al Estado, y han sido utilizadas recurrentemente para solucionar problemas de las políticas fiscal y monetaria.

O bien se han establecido tarifas por encima de valores técnicos de referencia para aumentar los ingresos del Estado vía impuestos y dividendos; o bien se han evitado puntualmente ajustes al alza para contener el aumento del IPC. Pero la discusión sobre la utilización (inconveniente) de las empresas públicas para estos fines, puede empezar a perder sentido. La recaudación vía IVA, Imesi, Impuesto a la Renta y la versión de resultados irá progresivamente a la baja con el avance del transporte eléctrico, el autoconsumo de empresas y hogares, y las transacciones entre pares.

Pueden existir dudas sobre la velocidad de estos cambios, pero el avance tecnológico y la baja de precios son cada vez más pronunciados. La disyuntiva será entre la creación imaginativa de nuevas formas impositivas, o en la búsqueda de una profunda reestructuración de los ingresos y gastos del Estado que permita no afectar los costos de producción y la competitividad del país.

Un primer paso será procesar un cambio profundo en el esquema de gobernanza de las empresas estatales y definir claramente los negocios en los que deberán concentrarse, separar los roles y determinar aquellos que, nos guste o no, que deberán ser abandonados para poder afrontar los desafíos del futuro.

Es una discusión que ya no puede estar en los deseos y las visiones de futuros posibles, ahora es mera necesidad.

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