En la actual coyuntura, hacia dónde apuntar: ¿más macro o más micro?

El ex presidente del BCU asumió un hito histórico al bajar la inflación; ahora, como eventual ministro en caso de que Álvaro Delgado sea electo presidente, no creemos que insista en ese “credo sagrado”.

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Interrogantes en la política económica
Getty Images

Todo pacto social mueve a la economía y están basados en las relaciones interpersonales y sociales entre grupos y personas. En economía se cumplen ciertas formalidades, pero esos formatos no evitan abusos, privilegios, favoritismos, inequidades, ni delitos. Tampoco estos le son ajenos al funcionamiento de los estamentos en el ámbito público, entidades, empresas y bancos y tampoco a los privados, donde igualmente se imponen relaciones de poder y, cuando la relación es Estado con privados, también, hay normativas y mecanismos de contralor que favorecen las prerrogativas y los favoritismos.

Economía: nada de lo humano es ajeno

Luego de estallar por los aires las políticas de laboratorio de los años `70-`80, en los que hubo privilegios, apoyados, más o menos veladamente, por parte de “la academia”, colegas y jerarcas ya juzgados, vinieron años de “sangre, sudor y lágrimas”. Muchos damnificados, compatriotas y empresarios, de los que existen tristes recuerdos y todavía secuelas[1].

Los primeros gobiernos democráticos lograron reorientar las relaciones de poder, el papel de contralor y regulador del Estado y atacar inequidades extremas y con su intervención se recuperaron ciertas políticas públicas, que hicieron mucho por la microeconomía y los incentivos a la inversión y la producción. Si bien hubo un ordenamiento macroeconómico y un gran canje de deudas por inversión, no fueron los equilibrios macro la única prioridad.

En los `80-inicios de los `90 se volvió a priorizar la micro, los incentivos, el restablecimiento de los precios relativos, una mayor integración social y corregir ciertas inequidades en la distribución. Le siguieron años de esfuerzo por enderezar los equilibrios macro, con una mayor ortodoxia, que descuidó relativamente la microeconomía, la “mano” del Estado y las inequidades, priorizando el mercado y una mano invisible, que nunca llega del todo, y, que, terminó en la infelicidad de fines de los `90 y comienzos de los `2000[2].

Un antes y un después

Diego Labat, ex presidente del Banco Central del Uruguay
Diego Labat, ex presidente del Banco Central del Uruguay
Leonardo Maine/Archivo El Pais

Pocas semanas atrás se alejaba del BCU el economista Diego Labat, un colega respetado, que proviene de la banca privada, que participó del directorio de Ancap, un hombre de diálogo y buenos modos (lo que no es menor en política) y que ahora se presenta como candidato a ministro de Economía.

Si nuestra percepción no falla, Labat, cuenta con un perfil más ajustado, incluso, al de ministro. Hemos sostenido que el BCU es un organismo con el que es difícil de lidiar y liderar cambios, para cumplir con todos los objetivos, que no es solo es bajar la inflación, sino mejorar la vida de la gente.

Respecto de otros cometidos, nada de significación se ha cambiado. Habría que remontarse a los que se dieron en ocasión de la crisis 2001-02. A esa inercia coadyuba una solidez técnica y mega especialización de sus equipos, que, imponen un peso específico, con lo que es difícil de batallar.

World class

Se logró una inflación de “clase mundial” y mantenerla bajo control, pero a un costo altamente controvertido, con un tipo de cambio deprimido, que se refleja en el Tipo de Cambio Real[3] y respecto de cualquiera de los promedios históricos de dos décadas[4].

El economista Gabriel Oddone calificó a la ministra Azucena Arbeleche como correcta ministra de hacienda, en la medida que se ha enfocado en los equilibrios macro y el déficit fiscal, pero no ha tenido un proyecto más amplio para la economía, más allá de los asuntos fiscales, desentendiéndose de las políticas del BCU.

La ministra lo rechaza y señala que, en el tipo de cambio, poco podía hacer, que el mercado y la oferta de dólares, determina las reglas de juego y desconoce que el BCU incida en el valor de tipo de cambio, a pesar de sus intervenciones (colocación de títulos y letras de regulación monetaria, esterilización de la emisión, etc.). Ya había admitido que era partidaria de no interferir en las acciones del BCU.

Discrepamos con la ministra: el BCU bajo ningún concepto es neutral en el mercado, siempre incide, el impacto de las política antinflacionarias, cambiarias y monetarias en el tipo de cambio es un hecho y también hay un pecado original del BCU, no reconociendo los errores previos y concomitantes a la crisis 2001-02, que, a pesar de las versiones oficiales, edulcoradas por funcionarios, jerarcas y algunos periodistas, fue parte del problema.

También fueron parte de la solución, pero el cambio de timón se dio por un cambio de autoridades del MEF y del BCU, por los U$S 1.500 millones facilitados del Gobierno de USA, por la intervención y condiciones de los acreedores, por el propio FMI, y, principalmente por medidas, instrumentos, propuestas y normativa de shock que le fueron impuestas, por la dimensión de la crisis (algunos expertos ya venían advirtiendo al propio BCU de algunas de sus omisiones como regulador), el apoyo del sistema político y la pericia del Ministro de Economía Alejandro Atchugarry y del Presidente del BCU, Julio De Brun.

Afinar la puntería

Los cambios que el sistema político no se ha animado a llevar a cabo, salvo por crisis (1982, 2002) y que implican abusos, excesos, inequidades manifiestas y desidia, tal vez por intereses espurios, se ve finalmente impelido a acompañarlos, por movimientos espontáneos de la ciudadanía, que llega al límite del hartazgo y actúa, incluso ante la omisión y oposición de ciertos organismos y jerarcas[5].

Luego las reformas surgen como pueden; así las iniciativas de refinanciación de bancos e instituciones financieras para los cientos de miles cuyas deudas han sido acrecidas en forma exorbitada, sin control y sin sentido y también la presión para que el BHU reconozca que decenas de miles mantenían deudas sin sentido por la falta de ideas inteligentes para solucionar el problema. Con estas iniciativas obligadas por la presión de la ciudadanía, ahora se empiezan a terminar una serie de abusos e irracionalidades injustificables. Y no fueron en estos casos genuinas iniciativas del Banco Central, fueron resultados el hartazgo y del abuso y promovidos por los propios damnificados, por ciertos sectores y la gente que los apoyó.

El ex presidente del BCU asumió un hito histórico, lograr una inflación de un 3-4% y menos, a nivel de los países desarrollado; ahora, como eventual ministro en caso de que Álvaro Delgado sea electo presidente, no creemos que insista en ese “credo sagrado”. No le queda otra, que dejar de lado un poco ese hito, ya que tendrá otras prioridades, más urgentes e importantes, y, quizás, finalmente también lo logre. Tiene el perfil para lo que se le viene, lo otro ya pasó y si le toca, le deseamos la mejor de las suertes.

[1] Un colega con acérrimas convicciones liberales, defensor de la mayor ortodoxia monetaria en sus inicios en UDELAR (eran los “dorados” años 70-80), promotor del unilateralismo de economía abierta, para economías en desarrollo, “en grado de tentativa”, como Uruguay, luego de obtener el Phd de Chicago, confesaba que lo más relevante que había logrado era ser más humilde. Lo fue logrando, sin abandonar su talante absolutista, que era su naturaleza. Un candidato a Phd de Chicago advertía en 1982 los errores que se estaba cometiendo con la política cambiaria-monetaria en la región, en contra de la mayoría de los principales asesores de los jerarcas de entonces, que lo defendían y/o aplicaban.
[2] A partir de fines de los 90´s e inicios de los 2000´s, se instala un “revival” ortodoxo liberalizador que ganó espacio en la opinión pública, y llega hasta hoy: libre mercado, competencia, equilibrios macro, aunque los matices, los tonos y los contenidos de las políticas públicas se acentúan las diferencias entre los actores.
[3] Tipo de cambio real: indicador ineludible de la competitividad.
[4] Obviamente con variaciones, pero hasta el propio indicador amañado del TCR “de fundamentos” del propio BCU, que disimula el problema del retraso y lo disfraza, ha llega a reflejar un diferencial aproximado al 15% y superior, en algunos momentos.
[5] No han sido lamentablemente fuente de ajuste y de mejora, respecto de cambios sustantivos para promover marcos normativos en beneficio de los usuarios y clientes del sistema financiero, más bien los han resistido, al menos hasta ahora. Se han focalizado en gestionar la estabilidad en los mercados, para los operadores, inversores y el mercado de capitales, manteniendo incambiadas las reglas de juego de las instituciones y dejar que el mercado haga el trabajo de regular los actores, según su poder económico y las condiciones que cada uno pueda imponer según su capacidad de beneficio o daño.

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