La crisis financiera que se desató en Estados Unidos en 2008 ayudó a multiplicar el parque de jets privados en Argentina, que en cinco años pasó de 46 a 150 unidades y dio lugar a un cambio en el negocio de alquiler de aviones para viajes ejecutivos. El hecho de que el gobierno de Barack Obama decidiera no refinanciar las deudas ni rescatar a empresas que tuvieran aviones hizo que muchos empresarios salieran corriendo a desprenderse de sus jets, lo que elevó por las nubes la oferta y derrumbó su precio a la mitad.
Miguel Livi, CEO de Royal Class, empresa de servicios aeronáuticos, explica que el jet siempre fue un bien aspiracional aquí y que el aumento de la oferta, junto con la caída del costo, dio la oportunidad de cumplir su deseo a un pequeño grupo que conocía bien lo que significaban los vuelos privados. "Así pasaron de alquilar un avión a tener el propio", comenta.
El gusto no es para cualquiera. Se calcula que 80% de las unidades usadas que ingresaron en el país, en su mayor parte Lear 35, Lear 60 y Beachcraft, están cotizadas en un monto de entre 1 y 6 millones de dólares.
El aumento del parque, junto con la necesidad de los dueños de jets de abaratar costos de mantenimiento, hizo cambiar de estrategia a empresas como Royal Class, que antes solo se dedicaban al alquiler de aviones. Además, al dejar el jet en manos de un operador aerocomercial, se libra de pagar IVA al ingresar el bien en el país, impuesto que sí debería abonar si solo fuera para uso propio.
Carlos Cobas, gerente comercial de Macair Jet, empresa con seis turbohélices propios y tres administrados, dice que abrieron una unidad de negocios específica para administrar aviones de terceros. "El dueño de un jet lo entrega a una compañía de transporte aerocomercial para que se ocupe de sus viajes y de la contratación a terceros", detalla. LA NACION