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Desafío esencial para Uruguay: un mayor crecimiento potencial

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Foto: Getty Images

OPINIÒN

Una condición necesaria para alcanzar el desarrollo y avanzar en otras dimensiones sociales y humanas es, en definitiva, el logro de una expansión alta y sostenida del PIB.

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Hace 10 años, hacia 2012, todavía en medio del superciclo de commodities y la bonanza externa para países emergentes, existía la percepción de que Uruguay estaba en el umbral del desarrollo, cerca de alcanzarlo 10 años después. Hubo varias personalidades, tanto en el sector privado como gubernamental, que así lo sugirieron, incluyendo al ex presidente José Mujica. Pasada una década, eso evidentemente no se logró.

En 2022, el PIB per cápita de Uruguay se ubicaría en torno a los 18 mil dólares a precios corrientes y en torno a los 25 mil dólares a Paridad de Poder de Compra, según el Fondo Monetario Internacional. Esto es 60% inferior al promedio de los países considerados desarrollados e incluso 40% menos de su segmento más pobre, “la parte baja de la tabla”, donde están España y Portugal.

Si bien existen otras dimensiones muy relevantes para definir “el desarrollo”, como la pobreza, la igualdad de oportunidades u otros indicadores sociales y humanos, todas ellas están estrechamente vinculadas al nivel de ingreso per cápita y, como consecuencia, al crecimiento económico. Así lo sugieren la teoría y la evidencia. Una condición necesaria para alcanzar el desarrollo y avanzar en todas esas dimensiones es, en definitiva, el logro de una expansión alta y sostenida del PIB.

Durante los últimos trimestres Uruguay ha retomado el crecimiento económico y recuperado los niveles de actividad y ocupación prepandemia. Sin embargo, una parte importante de eso obedeció a la propia normalización de la movilidad, la buena gestión sanitaria, el impulso cíclico del entorno externo y la favorable percepción de los inversores sobre el país. Con todo, no podría concluirse que el rebote esté asociado a un aumento del crecimiento potencial, factor clave para avanzar más rápido hacia mayores niveles de ingreso per cápita y “el desarrollo”.

Por lo tanto, tras dos años de las políticas públicas dedicadas fundamentalmente a enfrentar la pandemia y sus consecuencias socioeconómicas, un desafío esencial para Uruguay es evaluar e impulsar su crecimiento de largo plazo.

La nueva institucionalidad fiscal que se viene implementando durante el último tiempo, al contemplar un Comité de Expertos que entrega parámetros para estimar el PIB potencial, representa una buena oportunidad para abordar un tema sobre el cual la mayoría de los macroeconomistas debería tener un análisis propio, por las consecuencias cruciales que tiene en diversos ámbitos.

El crecimiento potencial es clave para el diseño de políticas macro, ya sea fiscales o monetarias, pero también para la evaluación de proyectos privados de inversión o la valorización de activos. Por lo demás, disponer de dicha estimación regular e independiente permitirá también evaluar la evolución de un objetivo que debería ser prioritario de “la política” y “las políticas” de gobierno.

Los parámetros a suministrar definen los aportes al crecimiento del PIB provenientes de la expansión del capital físico (inversión fija), el capital humano y la productividad total de dichos factores productivos.
Si hacemos el simple ejercicio contable de descomponer en estas tres fuentes el crecimiento de 3% registrado por Uruguay durante los últimos 35 años, desde el retorno de la democracia, podría atribuirse en un punto porcentual (pp) al capital físico, en medio punto al capital humano y en 1,5 pp. a la productividad total de factores. Obviamente que dichas contribuciones varían por períodos.

En el superciclo para emergentes de 2004 a 2014, el crecimiento fue mayor (5,5%) con aumento significativo de las contribuciones de las tres fuentes.

En cambio, en el último quinquenio adverso (2015-19), la baja del aporte del capital físico no fue tan relevante en la desaceleración del crecimiento del PIB a 1%, como lo fueron la incidencia negativa del capital humano (caída del empleo) y el menor incremento de la productividad. Esto último, por tratarse de una variable calculada en forma residual, puede haber respondido, en parte, a condiciones cíclicas y al grado de uso de los factores productivos.

¿Qué esperar para la próxima década en términos de dichas fuentes de crecimiento potencial para Uruguay? Está claro que las mejores referencias provendrán de los expertos convocados por el Ministerio de Economía para entregar sus supuestos. Estudios previos no son muy alentadores. Las estimaciones para el crecimiento potencial van desde 2,1% (Hausmann y equipo, 2019), pasando por 2,3% (Ministerio de Economía y Finanzas, 2020), hasta 3% (Güenaga, Mourelle y Vicente, 2014). Se trata de una perspectiva parecida a la implícita en el promedio de más de tres décadas. Y que, sin mejoras sustantivas en capital humano, una tasa de inversión fija sostenidamente más alta y un mayor aporte estructural de la productividad, también se hace poco probable alcanzar “el desarrollo” en los próximos treinta años.

Con la actividad ya recuperada y pasado el referéndum de la Ley de Urgente Consideración (LUC), el objetivo prioritario debería ser encarar aquellas reformas, políticas e institucionales, que suban el crecimiento potencial de Uruguay.

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