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De la expansión a la contracción monetaria: el largo camino del combate a la inflación

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Foto: Getty Images

OPINIÓN

Es esperable otra suba de tasas de magnitud similar antes de fin de año, y dos de 0,5% durante 2023, llevando la tasa de interés de referencia de Estados Unidos a 3,8%,

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Ante la aceleración de la inflación, la Reserva Federal de Estados Unidos aumentó la tasa de interés de referencia en 0,75%, superando las previsiones de la mayoría de los analistas. Solo el anuncio de su cambio de postura hacia una dinámica más intensa de subas, en días pasados, provocó bajas sustanciales en los mercados de valores y, por sobre todas las cosas, resaltó la complejidad del momento actual.

La decisión reciente fue el alza más significativa desde 1994, mostrando que se privilegió el combate a la inflación aunque implique el riesgo asociado de enfriar la economía. Es esperable otra suba de magnitud similar antes de fin de año, y dos de 0,5% durante 2023, llevando la tasa de interés de referencia a 3,8%, lo cual proyecta para EE.UU. una disminución del PIB de 2% a 1,7% para 2022 y 2023.

Sin dudas, estamos ante uno de los episodios de manejo de la política monetaria más complejos de los últimos cincuenta años, solo comparable a lo ocurrido en la década del ´70. De aquel episodio, puede rescatarse como enseñanza básica que correr desde atrás el combate a la inflación, obliga luego a posturas contractivas más drásticas que terminan en encogimiento económico severo. Cuando ocurre en la economía más grande del mundo, su impacto se esparce globalmente. Los países emergentes lo vivieron con su crisis más grande de endeudamiento externo desde la segunda posguerra, que derivó en los ´80 en una década de estancamiento generalizado. También implicó un cambio de rumbo en los paradigmas del manejo de la política económica. Marcó el ocaso de las políticas keynesianistas de expansión del gasto público como palanca de crecimiento, dando lugar al monetarismo como forma de controlar la inflación y la desregulación para potenciar la actividad privada y poner sobre sus hombros el crecimiento de la economía.

Para la región vino la época de las reformas estructurales implementadas en los ´90, que incluyeron la apertura económica, reformas de los sistemas de seguridad social, las privatizaciones y el diseño de un mercado de capitales global cada vez más profundo, que permite prestar o financiarse a través de bonos y no exclusivamente con préstamos bancarios. Reformas que dieron frutos positivos, que permanecieron incluso durante gobiernos de izquierda y que prepararon el terreno para aprovechar la irrupción —inesperada— de China como gran jugador en el comercio internacional.

A su vez, la caída del muro de Berlín en 1989 completó el paradigma de funcionamiento de la economía mundial en el mundo industrializado, cuyo resultado fueron altas tasas de crecimiento, inflación dominada bajo el imperio de bancos centrales con alto prestigio. La crisis financiera del 2008-9 resquebrajó esa complacencia, puso en jaque la credibilidad de la Reserva Federal y lo más importante, acaudilló, desde ahí en más, políticas monetarias heterodoxas inéditas por sus características y por la magnitud de su expansión. A eso, hay que agregarle la expansión fiscal extraordinaria de 2020-21 para compensar los daños de la pandemia.

Si a esto se le añade que hay un conflicto bélico en curso en Europa —no en una periferia— que afecta a su vez las cadenas de abastecimiento de los alimentos y energía, distorsionando sus precios, se llega inevitablemente a que la situación tiene complejidades similares a las vividas en la década del ´70. Lo que se espera es que su resolución no tenga sus mismas consecuencias. Y en esto, la FED y también el Banco Central Europeo se están jugando sus credenciales.

Los movimientos en los valores bursátiles configuran otra de las caras de las posturas de la autoridad monetaria ante la inflación. Son el resultado esperado de su operativa, aunque existe una cierta asimetría en sus efectos cuando se trata de empresas o países. En los primeros, la caída de la cotización de las acciones o sus bonos genera dificultades, o incluso el cierre, que solo afecta a la empresa o su entorno. En el caso de los países es distinto. Los países por definición no quiebran. Pueden entrar en default, sufren por ello, pero siguen. Ejemplos cercanos sobran.

Para evitar esa penuria, el Banco Central Europeo instrumentó de urgencia medidas para proteger la calidad crediticia de países altamente endeudados como Italia, que vieron aumentados significativamente su costo de financiamiento por el desplome del precio de sus bonos públicos. Aquí se muestra la sensibilidad del tema, el seguro implícito que tienen países que integran la Unión Europea, el desamparo al que están expuestos los países en desarrollo que no tienen esa posibilidad de rescate y que han quedado sujetos a la misma lógica que le impone la suba de la tasa de interés para frenar la inflación. Esto agrega otro insumo para entender la complejidad en el trazado de una política monetaria efectiva en su objetivo anti inflacionario sin generar daños colaterales severos. Al mismo tiempo, corresponde preguntarse si la política monetaria será suficiente para dominar la inflación, cuando al mismo tiempo debe atender otros objetivos como el nivel de actividad o sostener el precio de la deuda soberana, como lo hará el Banco Central Europeo.

Es importante reconocer que estamos recién al principio de un camino que tendrá sus vericuetos, al existir intereses contrapuestos en juego y riesgos asociados que estrechan los márgenes de maniobra.

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