Las perspectivas para el año entrante son alentadoras en materia de actividad e inflación, al tiempo que es razonable esperar un proceso de remonetización. El desafío, no exento de dificultad, es que el gobierno comience a acumular reservas por medio de compras en el mercado, aprovechando que parece transitar su mejor momento económico en meses.
El INDEC ha publicado los datos del EMAE que aproximan la evolución del PIB mensual. Aún a pesar de las turbulencias financieras que sufrió la economía desde mediados de año en adelante, el desempeño de la actividad ha sido bueno, pero con grandes diferencias entre sectores.
Si se analizan las cifras corregidas por efectos estacionales, el EMAE del mes de septiembre de 2025 fue 5% mayor al de noviembre de 2023, último mes completo del gobierno anterior. Pero la actividad industrial se ubicó 4.4% por debajo de la registrada entonces, y la de la construcción resultó 20% inferior.
Si la comparación de los datos de septiembre último se efectúa contra el mismo mes del año 2023 —para evitar la corrección por estacionalidad y tener, además, una perspectiva más larga—, se puede observar que hay sectores de fuerte crecimiento en estos dos años (Agricultura y Ganadería, Pesca, Minería/Energía, Hoteles y Restaurantes e Intermediación Financiera), otros con caídas importantes (Industria, Comercio, Construcción y Electricidad, Gas y Agua) y el resto de los servicios con cambios menores, positivos o negativos.
En definitiva, un desempeño más que razonable para una economía que sufrió una profunda corrección fiscal en el primer año del actual gobierno y una fuerte restricción monetaria y crediticia en el ejercicio actual, sobre todo desde mediados de julio en adelante.
Si se aprueba un presupuesto para 2026 en línea con el proyecto del Poder Ejecutivo, que pretende alcanzar el mismo superávit primario que en 2025, no cabría esperar un impacto directo relevante de la política fiscal sobre el nivel de actividad en el año entrante. En cambio, la rápida normalización de las variables financieras post elección del 26 de octubre debería ayudar a mejorar el desempeño de la economía a futuro. Las proyecciones de FIEL para el año próximo contemplan un crecimiento algo por encima del 3%, un poco más optimista que el promedio de analistas.
Por su parte, luego del rebote observado en los últimos meses, la inflación debería retomar un sendero descendente el año próximo. Es importante seguir avanzando en escalones, aun cuando el dato final sea algo mayor al proyectado por el gobierno nacional. Al respecto, la estimación de FIEL sobre la tasa de inflación para 2026 se ubica en 19%.
A su vez, es razonable esperar una remonetización en pesos de la economía. Esa conclusión se puede obtener a partir del análisis histórico de la demanda de dinero para transacciones en períodos de baja inflación y, además, luego de la alta dolarización decidida por los agentes económicos en la previa de la elección de medio término. Esto daría un espacio enorme para emitir dinero sin costo, que puede utilizarse para acumular reservas en el BCRA o para reducir el peso de la deuda del Tesoro en moneda local. A pesar del escenario favorable que ha surgido post elecciones hay siempre riesgos y por ello parecería prudente reforzar el poder de fuego de la autoridad monetaria con recursos propios que complementen a lo logrado vía swaps.
Dentro de los riesgos externos pueden mencionarse un cambio en el apoyo del gobierno de Estados Unidos (lo que parece poco probable), o una reducción en el precio internacional del petróleo, que tiene altas chances de ocurrencia si se analizan los informes de los expertos internacionales en la materia. En la Argentina está siempre presente el riesgo de una sequía, pero ello parece improbable a la luz de las proyecciones climáticas y del estado actual de los suelos. También parece poco probable un aumento en la tasa de interés americana o un fortalecimiento del dólar respecto de otras monedas, porque parecería que se ha elegido tolerar algo más de inflación para hacer frente al peso creciente de la deuda pública estadounidense.
Con el peso flotando cerca del techo de la banda, la pregunta es si hay espacio para que el BCRA compre reservas. En teoría, si se materializa el aumento en la demanda de pesos, ello generaría una presión para que se aprecie el dólar y el BCRA podría comprar emitiendo pesos para evitarla. Pero operando tan cerca del techo de la banda, cualquier evento puede interrumpir el proceso y deteriorar las expectativas.
Aprovechando la calma financiera post elecciones, se debería analizar si es necesario corregir la banda de flotación. Avanzar hacia una flotación libre (que el propio gobierno ha postergado para 2028) tiene riesgos si no se cuenta con reservas internacionales propias. Por ello, parecería que, si va a haber alguna modificación, será en los límites de la banda. El piso se ha vuelto irrelevante y aumentarlo no debería generar complicaciones. Un cambio en tal sentido daría una señal más clara acerca del nivel al cual el BCRA sí o sí compraría.
Pero la modificación del techo luce más compleja. Si se altera el ritmo de depreciación mensual, ello puede impactar negativamente en las tasas de interés en pesos y/o en la tasa de inflación. Un salto de una vez limitaría el efecto negativo sobre las tasas de interés, pero podría generar la expectativa de que no se respetará dicho techo en el futuro.
Pero más allá de la dificultad, lo importante es que empiece un proceso de acumulación de reservas por medio de compras en el mercado cuando el gobierno parece estar viviendo su mejor momento económico en meses.
-El autor, Daniel Artana, es Economista Jefe de FIEL (Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas).