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Argentina a las puertas de la hiperinflación

Viendo el escenario electoral y las ambiciones de Sergio Massa, difícilmente en los próximos meses se vea una inflación sustancialmente menor.

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Sergio Massa
Sergio Massa, Ministro de Economía y candidato argentino
AFP

El 12,4% de aumento del IPC en el mes de agosto, muestra el descontrol fiscal y monetario en que está sumergida la economía argentina. La velocidad con que se acelera la tasa de inflación mensual nos pone en la puerta de la hiperinflación.

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Las tasas anuales de inflación, comparadas mes a mes respecto al mismo mes del año anterior la inflación, muestran una curva a la derecha que está totalmente empinada en los últimos años. Este tipo de comportamiento solo se encuentra en los períodos pre hiperinflacionarios de los ´80 y principios de los años ´90.

En los últimos 12 meses, la tasa de inflación mensual promedio fue del 7%. Desde que Alberto Fernández llegó al gobierno, la tasa de inflación acumulada fue del 647%, tasa que, redondeando decimales, da una de inflación promedio mensual del 4,6% por mes, pero con tendencia creciente.

Viendo el escenario electoral y las ambiciones de Massa de ganar la presidencial, o al menos llegar a la segunda vuelta, difícilmente en los próximos meses veamos una inflación sustancialmente menor. Es que el descontrol fiscal con más gasto público llevará a más emisión y más inflación o tasas de inflación cercanas a los dos dígitos mensuales.

Para encontrar una tasa de inflación del 12% mensual hay que remontarse a setiembre de 1988, cuando se lanzó el plan primavera que luego desembocó en la hiperinflación. En ese mes el IPC aumentó el 11,7%.

Se pueden encontrar valores del 11% en marzo de 1991, mes en el cual se anunció la convertibilidad. Es decir, en el mejor de los escenarios retrocedimos 32 años en materia inflacionaria.

El desborde inflacionario se combina con una ya indisimulable caída en el nivel de actividad económica. De acuerdo a datos del Indec, el Índice de Producción Industrial muestra tres caídas consecutivas entre mayo, junio y julio en la versión desestacionalizada y dos meses seguidos de baja en su versión interanual.

El Índice de la Construcción tiene 3 caídas consecutivas entre mayo, junio y julio en su versión desestacionalizada. En su versión interanual, tiene 4 meses consecutivos de caída que van desde abril, mayo, junio y julio. Cabe resaltar que estos son datos ya históricos, considerando la velocidad con que se deteriora la economía argentina.

Por otra parte, la producción industrial está estancada y en los últimos meses entró claramente en tendencia a la baja, entre otros factores, por la falta de insumos para producir. Respecto a este punto, cabe resaltar que siguen faltando dólares para pagar los fletes por las importaciones y exportaciones de mercaderías. La mayoría de los transportistas están operando con el CCL (contado con liquidación) y el MAE (mercado abierto electrónico), lo cual impacta en los costos de producción y en el IPC al final del recorrido.

En lo que hace al aumento del mínimo no imponible de ganancias, más allá de que si no hay una indexación mensual del mínimo no imponible, queda desactualizado, los autónomos seguimos siendo marginados. El salvaje impuesto a las ganancias que se le aplica a los autónomos sin ajustar el mínimo no imponible, debe ser tan confiscatorio como el caso del campo.

Toda baja de impuestos tiene que ser festejada. En un país como la Argentina en que la carga impositiva es una de las más altas del mundo y si a cambio de esa presión tributaria, el Estado no brinda ningún servicio a cambio, los impuestos pasan a ser una suerte de robo a la gente que produce.

En todo caso, en Argentina se pagan impuestos siderales para tener seguridad y no la tenemos. Se pagan impuestos para tener defensa y no la tenemos. Se pagan impuestos para tener salud y educación pública y no la tenemos. Y el listado puede seguir. La realidad es que la contrapartida de un gasto público descomunal es una carga impositiva asfixiante, pero sin nada de servicios públicos. En otras palabras, si ajustamos gasto público por calidad del gasto, la carga impositiva tiende a infinito.

En estos términos, siempre es bien recibido un anuncio de baja de impuestos, como es el caso del aumento del mínimo no imponible de ganancias. Con esta medida, se beneficia a unos 800.000 empleados en relación de dependencia, pero los autónomos quedan marginados, lo cual hace que no haya igualdad ante la ley.

La medida en sí, en forma aislada, no resuelve ningún problema, se lo transfiere a otros. En efecto, al no bajarse el gasto público, el déficit fiscal aumenta por menores ingresos tributarios, en un contexto de altísimo déficit fiscal, lo cual exigirá de mayor emisión monetaria para financiar el déficit, cambiando el impuesto inflacionario por el impuesto a las ganancias.

Las medidas impositivas que viene anunciando Massa, son de corte claramente electoralista. Por ejemplo, acaba de anunciar la suspensión de las retenciones a las exportaciones de lácteos por 90 días.

La pregunta es: ¿si la medida es beneficiosa para la economía por 90 días, por qué no hacerla en forma permanente? Esto demuestra que son todas medidas transitorias de carácter electoral y que no buscan una reforma estructural del sistema impositivo. Es más, tampoco existe un plan económico consistente que explique esas medidas. Son solo tiros al aire para ver cuántos votos caen.

En definitiva, la economía está en recesión con inflación, sin plan económico, con incertidumbre política, descontrol de los precios relativos y toneladas de reformas estructurales que hay que implementar.

En ese contexto, tenemos un escenario electoral muy complicado, con mucha promesa de reformas profundas que, a poco de rascar un poco en la superficie, no hay nada debajo de la ella.

Votar con bronca no es una solución, y eso parece estar buscando una parte importante de la población: no buscar la solución a los problemas, sino descargar su bronca.

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