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Vera Sienra: la vigencia de una artista inigualable de los 60

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Vera Siena 1

EL PERSONAJE

La cantante, poeta y pintora evoca sus inicios en la década de 1960 y vuelve a acariciar el alma de un público que la ovacionó de pie en su reciente regreso al escenario.

Vera Sienra nació el 11 de noviembre de 1947 en Punta Carretas. No era el frenético Punta Carretas actual, con su shopping y sus altos edificios. Era un barrio de pescadores con una cárcel en el medio, en el que todos se conocían. Hoy, casi 75 años después, sigue viviendo en la misma casa familiar que a fines de los 60 y comienzos de los 70 recibió la visita de muchos artistas que luego serían reconocidos, como el caso de Eduardo Mateo.

Compositora, cantante, poeta y pintora (en todos los casos autodidacta), escribió sus primeras canciones con 15 años. Eran épocas de amores juveniles y de una vida que ya cargaba cicatrices: la de un padre que había fallecido un año antes (de quien heredó la pasión por la pintura) y la de la poliomielitis que padeció con solo 8 años y le dejó secuelas físicas para toda la vida.

“Durante la adolescencia mi casa era una casa abierta. Mi vieja era viuda y venían muchos chiquilines con guitarras, bombos e invitaciones. Empecé a cantar con ellos con total naturalidad, hasta que en un momento me di cuenta que sabía hacerlo”, dice Sienra a Revista Domingo en su rincón del barrio, un sitio rodeado de plantas y flores y aislado del mundanal ruido.

Con 11 discos en su haber, muchísimas muestras de pintura y trabajos de poesía, ha tenido una vida introspectiva, de taller, mucho más larga que la que mostró al público. Incluso llegó a estar 14 años sin subirse a un escenario. Su último regreso fue el pasado 28 de agosto en la Sala Zitarrosa (hacía siete años que no cantaba), donde fue ovacionada de pie por una auditorio en el que no cabía un alfiler. Propuso una experiencia sensorial completa, integral, que comenzó con la proyección de algunos de sus cuadros y discurrió durante casi dos horas por su música y reflexiones para el alma. Fue casi imposible no emocionarse con la vigencia de su voz aterciopelada y sus canciones, que -en medio del bombardeo de la música chatarra- tienen un mensaje perenne.

Pininos en música y pintura

Su primera composición, Horas de hastío, surgió de forma natural, en un día de gripe. “Tenía 15 años. El primer amor me hizo trabajar; hice varias canciones (no todas a él), abrió un sentir que yo desconocía”, recuerda.

En su casa se veía mucha pintura y se hablaba de libros, pero salvo el bullicio ocasional de los “chiquilines” que la visitaban, era silenciosa. “No era como la de Estela Magnone, en donde todos sus familiares son músicos. Después apareció mi primo Raúl (‘Ciruja’ Montero), quien ha sido un tipo muy activo en la ópera. Con él, que tenía cinco años más que yo, aprendí boleros y otras cosas”, relata.

A su padre tampoco lo vio pintar. No obstante, el hecho de haber trabajado muchos años en el Museo de Artes Visuales le permitió tomar contacto directo con la obra de destacados artistas. “En ese momento había muchos trabajando en el museo, estaba Jorge Damiani, Alejandro Casares, Leonilda González, Vicente Martín… Era un ambiente constante de montaje de exposiciones, que te daba la oportunidad de tener en tus manos un cuadro magnífico de Paul Klee, por ejemplo”, señala.

Sienra destaca que incidieron en su formación artistas que escuchaba en su juventud, entre los que se encuentran Atahualpa Yupanqui, Violeta Parra, Amalia de la Vega, Osiris Rodríguez Castillos, Rubén Lena y Alfredo Zitarrosa. “Eran personalidades que escribían canciones y te tiraban pensamientos muy fuertes”, subraya.

Vera Sienra 2
Vera Sienra.

Una chica y una guitarra

A fines de los 60 empezó a actuar en dos conocidos programas televisivos, Gente Joven y -sobre todo- Discodromo, de Rubén Castillo (padre de la conductora de TV Rosario Castillo). En 1969 editó Nuestra soledad, su primer disco, y en 1972 llegó su segundo trabajo, titulado simplemente Vera.

—¿Cómo llegó a grabar su primer disco?

—Como artista nunca tuve una actitud profesional, tal vez porque trabajaba (en otra cosa). Pero mi familia era gente de clase media y tenía la idea de que había que abrir varias puertas en la vida. En un momento, Raúl Montero tenía un amigo en Radio Centenario vinculado a otras cosas musicales y me insistió para que yo grabara. A raíz de que empecé a cantar boleros en televisión, un día el sello RCA Víctor me invitó a hacer un disco. Hice 13 canciones con ayuda de Eduardo Mateo, que venía a casa a prepararlas mientras mi vieja nos hacía unos refuerzos. Lo grabamos en solamente tres días: de viernes a domingo.

—¿Cómo era Mateo? ¿Era tan bohemio como se dice, al punto de andar deambulando todo el día por la calle?

—Era extremadamente bohemio y extremadamente tímido, a pesar de todo. Pero era un atrevido al decirte las cosas. Él “tiraba” (flirteaba) y si agarraba, agarraba (se ríe). Era un creativo. Así como una persona que tenía un mal humor que tuve que experimentar en muchos momentos. Me acuerdo de un espectáculo que organizó en 1975, llamado La escalera, en el que estaban también Pajarito Canzani, Pipo Spera y Horacio Buscaglia. El espectáculo salió muy lindo, pero Mateo estaba nerviosísimo. Yo tenía gripe y le dije que iba a cantar, pero no muchas canciones. Se puso furioso.

Vera Sienra vivió un tiempo en Buenos Aires, donde Mateo también se le aparecía por su casa: “Coincidió que mi segundo disco lo grabé en Argentina. Y cuando yo entraba al estudio, salía él, que estaba grabando Mateo solo bien se lame. Hizo el disco en dos o tres días y fue impresionante. En ese momento yo estaba en pareja con un músico argentino que lo adoró. Mateo no vivió como un linyera, porque siempre tenía alguien que lo protegiera y lo quisiera. Pero su mal humor y su pobreza siempre afectaron su vida. Creo que fue un incomprendido, porque todo el mundo vio la genialidad después”.

“Tampoco existía esa visión de tener un manager (uno de los pocos que lo tenía era Alfredo Zitarrosa); los que cantábamos, cantábamos, pero no teníamos una orientación artística”, recuerda Sienra. Y destaca la personalidad del autor de El violín de Becho: “Zitarrosa fue muy generoso conmigo. Un día me invitó a hacer una gira con él y otros músicos. Pensaba en los demás, si te podía tirar una salidita de trabajo, te la tiraba. Y siempre fue mucho más profesional que Mateo. Alfredo era un tipo que venía con otra seriedad, jugando en la vida de forma comprometida”.

Optar por "el paisito"

En 1973 participó en el Festival Hispanoamericano de la Canción en Venezuela, donde obtuvo el primer y segundo premio por su canción En todas partes. Luego, en 1975, publicó Raza de abismo, su primer disco de poesía.

—¿El “techo bajo” determinó que muchos artistas de su generación, como Canzani o Spera, terminaran yéndose del país?

—Acá el que quiere ser verdaderamente famoso se tiene que ir, porque en Uruguay somos muy pocos y todos somos artistas. Esa es la maravilla de nuestro pueblo: levantás una piedra y encontrás un artista. Los que quisieron tener una respuesta económica, en general, tuvieron que irse, salvo excepciones como el caso de Jaime Roos (que apareció después) y Rubén Rada.

Sienra pudo haberse dedicado por completo al arte, incluso en el exterior, pero no quiso hacerlo. En parte por temor, en parte por los lazos familiares que la ataban al “paisito”. Ofertas no le faltaron, sobre todo desde que participó en el Festival Hispanoamericano de la Canción en Venezuela.

Cuando ganó esos premios, le ofrecieron empleo en Bogotá, Colombia. Tenía la posibilidad de quedarse y trabajar en televisión, pero se volvió a Montevideo. “Me tiró el paisito, una pasión recién despierta y querer compartir acá la alegría de lo que había ganado”, recuerda. Y agrega: “También podría haber ido a vivir a Europa, tuve propuestas para desarrollar allá mi pintura”.

Sienra admite que haber sufrido polio obstaculizó su carrera artística. Y que tuvo trabas por el hecho de ser mujer, que le dejaron un sabor amargo. “En aquel momento ser mujer era muy bravo. Y ocurrieron cosas como, por ejemplo, perder actuaciones por no acceder a las pretensiones sexuales de algún productor”, recuerda con tristeza.

—¿El espectáculo del pasado 28 de agosto en la Zitarrosa fue un regreso definitivo después de siete años de ausencia?

—Considerando la oportunidad que se me dio y la época que estamos viviendo, después de la pandemia, me gustaría. Pero antes necesito que me digan si es necesario para los demás.

-¿El hecho de haber actuado ante una sala colmada que se puso de pie para ovacionarla no es un mensaje suficiente?

—Sí, lo es. Además, el grupo tiene muchas ganas de seguir. Estoy en la última estación, aunque en la familia hay muchos gerontes; mi madre murió con 93. Pienso que puedo seguir estos años que me quedan.

Vera Sienra sigue siendo tan feliz hoy en Punta Carretas como lo fue en los 60 y los 70. Desde hace décadas comparte su vida con Jorge Pasculli (experiodista y exgerente deportivo de Peñarol). Con él tiene dos hijas, Antonia (psicóloga, 32 años) y Valentina, nacida de una relación anterior de su pareja, quien le ha dado dos nietos.

Discos, cuadros y poesía

Sus discos 

Nuestra soledad (1969); Vera (1972), En recital (1982), Reino breve (1983); Reencuentro (2001); Navidad, desde el cielo de mi tierra (con Numa Moraes, 2003), Mi ciudad y su gente (con “Dino”, 2005); Gardel Posta Posta (con Pepe Guerra y Pablo Estramín); Hada Alegría (2006), Desde el alma (2008) y Modo de hacer el fuego (2009).

Sus cuadros

Desde 1972 ha expuesto en forma individual y colectiva en sitios como Montevideo, Buenos Aires, Zúrich, Ginebra y varias ciudades de EE.UU. Su técnica principal siempre ha sido el óleo diluido, con el siguiente proceso: dibuja primero la idea y luego la expresa en color. En otros trabajos emplea tintas y témperas.

Alma y poesía

En 1975 editó el libro Raza de abismo y en 1982 su obra poética Crónica de cornisas llegó a España. También se ha dedicado a la antroposofía, una doctrina según la cual el hombre pertenece a tres mundos: el del espíritu, el del alma y el del cuerpo, y tras la muerte, el alma se une con el espíritu para reencarnarse en otras formas corporales.

Vera Sienra disco
Segundo disco de Vera Sienra.

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