Cuando el periodista Hernán Sorhuet y el dibujante Miguel Casalás fueron convocados para realizar un libro de educación ambiental para niños, jamás imaginaron que 12 años después, una de sus producciones conformaría una de las mayores exportaciones uruguayas en el ramo editorial. Sin embargo, la obra El agua nuestra de cada día, logró lo inimaginable: entrar al mercado mexicano con un total de 98.000 ejemplares, que revestirán las bibliotecas públicas del país azteca.
Pero el comienzo de esta historia se remonta a 1994, cuando los fundadores de la entonces flamante Panda Ediciones propusieron a Sorhuet y Casalás elaborar un libro para niños que tratara temas ambientales desde lo educativo. "Ellos eran vendedores de libros y habían notado que existía un nicho sin cubrir en esa área. Solo había textos extranjeros que no se adaptaban demasiado a la cultura y la realidad local", recuerda el periodista.
El llamado tomó por sorpresa a los autores. Si bien Sorhuet es profesor de Biología y cubría Medio Ambiente en su labor periodística, nunca antes había escrito para un público infantil. Casalás, en tanto, había realizado algunas ilustraciones para niños, pero no había incursionado en el terreno pedagógico y menos aún a tal escala.
No obstante, la idea sedujo a los convocados y así nació Sólo tenemos medio ambiente. Cuidémoslo, un libro de propuestas ecológicas con el que la editorial testearía la reacción del mercado. El resultado fue prometedor: se agotaron los primeros 10.000 ejemplares y el texto fue reeditado.
La gran aceptación del libro propició entonces un acercamiento a Primaria, organismo con el que se realizó un convenio, financiado a través de empresas locales, y se entregó un ejemplar a cada maestro. El acuerdo se mantuvo con los dos libros subsiguientes -Un mundo hecho de deshechos y Ciencia ambiental para vivir las ciencias naturales-, pero llegó a su fin con la crisis de 2002.
De esa manera, los autores comenzaron a vislumbrar el mercado extranjero como una alternativa y a través de acuerdos pequeños colocaron algunos números en Paraguay y Argentina. Pero el gran "batacazo" se gestó en 2005 cuando se presentaron en la licitación anual que realiza México.
Cada año, el gobierno azteca hace un llamado a títulos infantiles en todas las categorías -desde cuentos hasta textos educativos- para repartir en las bibliotecas públicas de todo el país. El tamaño de tal mercado atrae a miles de autores alrededor del mundo, por lo que destacarse es todo un desafío. Asimismo, una vez que se anuncian los títulos elegidos resta saber qué cantidad de ejemplares se decidió comprar. Este dato es esperado ansiosamente por los autores, ya que el encargo puede variar desde 1.000 textos hasta más de 100.000.
En su primer intento, los uruguayos fueron seleccionados con Cambio climático, colocando 20.000 ejemplares. "Lo habíamos escrito unos años antes, por lo que debimos actualizarlo y adaptarlo para la presentación en México. Que nos eligieran entre miles de títulos y con esa tirada nos resultó casi insólito", sostiene Sorhuet.
Este empujón entusiasmó a los autores lo suficiente como para reincidir, pero esta vez con un producto nuevo: El agua nuestra de cada día fue el libro uruguayo que se sumó a los 11.000 textos que se presentaron en la licitación este año, y el que quedó entre los 600 títulos que los mexicanos finalmente decidieron comprar. Pero la alegría de los autores se multiplicó cuando conocieron la cantidad de ejemplares que les solicitaban: 98.000.
El logro no sólo se destaca por el número de libros que será exportado, sino por la efectividad alcanzada; mientras algunas editoriales presentaron decenas de libros y no lograron colocar ninguno, los uruguayos entraron en las dos oportunidades que se presentaron, compitiendo con apenas un título el año pasado y con sólo dos este año.
La razón del éxito, para los autores, está en el abordaje de los temas, en el uso de un lenguaje sencillo y en la agilidad visual de los textos. Tal como explica Casalás, la integración de letra e ilustraciones en igual porcentaje fue clave. "No son textos pesados, tanto para niños como para adultos. Las imágenes ayudan a darle aire, dinamizan y hacen que se lea muy fácilmente".
A su vez, los creadores de esta colección ecológica consideran que la puesta en el tapete de los temas ambientales ha colaborado en el interés por su obra. "Cuando empezamos el tema no se tocaba mucho; ahora hay una movida mundial. Tenemos más receptividad porque hay un consenso generalizado de que se deben tratar estos temas".
Tanto escritor como dibujante consideran que, más allá del éxito comercial, lo esperable es que los libros puedan incidir de alguna manera en la conducta de los niños y despertar su conciencia ambiental. "La propuesta básica de nuestro trabajo es que el pequeño cambio que cada uno pueda introducir vale tanto como las modificaciones a gran nivel. Cada uno puede aportar. Eso es lo que pretenden los libros", finalizan los autores.