Un diálogo profundo con tu propio ser

| Basada en la máxima de Sócrates, "Conócete a tí mismo", Magdalena Ma. Reyes escribió "Yo Mujer".

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La primera obra de Magdalena María Reyes Puig (Montevideo, 1970) fue seleccionada por la editorial madrileña Poesía eres tu, y publicada recientemente en la madre patria. Igualmente, el libro será presentado este miércoles en Montevideo, a las 19 horas, en el Lindolfo Teatro (Lindolfo Cuestas 1388). La autora es licenciada en filosofía y realizó estudios de psicología. Actualmente ejerce como docente de filosofía, psicología y teoría del conocimiento pero, importante, la poesía corre por sus venas desde siempre. Es bisnieta del reconocido poeta uruguayo Dr. José María Delgado.

Yo Mujer, señala Magdalena Reyes, "es el relato del diálogo interno de una mujer con sus múltiples singularidades". La obra se mueve entre el verso y la prosa poética e intenta explorar "la humana existencia desde una perspectiva íntimamente filosófica. "Sustentada en la afamada máxima socrática "Conócete a ti mismo", el libro de Reyes se estructura en forma de monólogo donde la protagonista dialoga consigo misma a través de una sucesión cronológica en la que van emergiendo la niña, la joven enamorada, la madre y la mujer adulta aún plena de inquietudes y cuestionamientos acerca de la autenticidad, la soledad, el amor y la libertad", indica el prólogo.

Aquí va, en exclusiva, un adelanto del libro, de un tramo que va debajo del capítulo "Enamorada".

"...¿Te sientes culpable, Magdalena? Sospecho que sí; hoy te encontré sumergida en las honduras de tu introversión, turbada por ese sentimiento de indolencia frente a todo lo ajeno a las inquietudes de tu propio criterio. Había un aire de perplejidad en tu meditar; ¡tú siempre tan concedida a los demás! Magdalena entregada, Magdalena generosa, Magdalena donada, Magdalena rota, desencadenada, Magdalena ¿acaso ahora te sientes otra?

Amarás al prójimo como a ti mismo", éste ha sido siempre un mandato de cabecera en tu vida, pero ahora no puedes evitar cuestionarte si es posible experimentar el amor genuino de esta forma. Un paraíso se quebranta; sus frutos yacen dispersos entre un polvo lánguido, famélico de esperanza. La condena de Narciso te acosa, Magdalena. ¡Qué difícil te resulta volverte frente al espejo y penetrar en tu substancia desde el vértice de tu propia mirada! Tus ojos son una constelación de celosos centinelas, custodios de tu andar, velando con su antorcha para alumbrarte en tu camino hacia la tan loada conformidad. "¡Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa!" Narciso se ahoga en la contemplación de su efigie, huérfano de adalides, enamorado de su propia estrella. Y ahora, plena de adulterada negligencia, te preguntas, Magdalena; ¿Adónde se va el amor cuando lo apagamos en la fulgurante belleza de la ambición perversa?

Me abandono y desdigo el surco, / la grieta que desvía lo que es /de lo que rehíla detrás.

¿Cómo sellar las alas de un ángel /sin mancillar su rebeldía / y desmayar su libertad?

¿Cómo agotar la fuente sin vedar el fluir de un destino frágil / palpitando en el elogio de lo que ya no será?

Me concedo frente al asombro, / un pasmo quieto que aúlla en silencio /el suplicio de una antigua dualidad; / la cisma de una esencia desmembrada, ingenuamente partida, / en estas manos hundidas en un viejo limo embarazado.

¿Cómo destejer la memoria, deshilar la historia, / hipnotizar a la afanosa Moira / y vestir a la Parca de nívea aurora?

No hay holgura que sostenga la pena / que se empoza en un instante fugaz, / sediento de una perpetuidad que consuele al absurdo / y colme de claridad a esta prudente disconformidad.

Dime Psique, divina amante de Eros; / ¿cómo surcar el abismo, / arar descalza y desnuda la fiebre del averno, / sin empeñar al Amor en el baúl del infame destierro?

¡Pregunta retórica, si las hay…! ¿No recuerdas, Magdalena, los versos que escribiste no hace mucho, en una de tus tantas noches de solitario desvelo…?"

Ya no evoco lo perdido, / aun si lo quisiera. Ya no, lo siento; / lo que resigna a su ser, siembra la renuncia y cosecha el desconsuelo.

¡Oh, cuánto temor me has inspirado Abandono! / Te me has clavado despiadado y perverso / en algún lejano recodo del recuerdo.

No lo sé; / no retengo el tiempo, /la violencia de tu muesca / ni la virulencia de tu escoria.

Sólo sostengo esta sospecha, y la afanosa fuga / que empuñé como victoria.

No sospechaba, entonces, / el quebranto lento / que entraña la falsa gloria.

¡Tortuga, te resigné enclaustrada, / en el sepulcro de mis más silenciadas memorias!

¿Por qué me buscas ahora?

¡Caray!

¡Carey!

Tortuguita lenta que dormías / sepultada, esperando(me), sabiendo, / soñando un despertar del silencio, / para devolverme lo que nunca dejó de ser: / a siembra de una fuga no siempre acaricia el confín de un destierro.

A veces es sólo una prórroga, / un tiempo para un profundo rebosar / en un amor que aún lo es, / provocando al olvido, / latiendo siempre tibio, / como el elogio de una pausa / en el frío perfil de un monasterio..." .

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