Un año de grandes pérdidas

Para la cultura y la intelectualidad uruguaya, 2009 bien puede ser tildado de annus horribilis. Cuando la muerte se llevó a Mario Benedetti, hacía poco había partido Idea Vilariño. Le seguirían Imilce Viñas, el Canario Luna y grandes historiadores como Mena, Methol Ferré y Barrán. Las pérdidas de puño y letra de quienes pudieron conocerlos de cerca.

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La sorpresiva muerte de Michael Jackson y la ya esperada de Edward Kennedy se robaron los titulares. Aquí impactaron fallecimientos de Alfonsín y Mercedes Sosa.

El duelo por Idea Vilariño recién llevaba 19 días cuando el mundo de las letras se sacudió por la muerte de Mario Benedetti. Eso fue el domingo 17 de mayo. Sin dar casi tiempo a respirar, el martes siguiente, fallecía el director teatral Carlos Aguilera, un símbolo de la resistencia a la dictadura desde arriba de las tablas. El 30 de julio, y a sus 70 años, se apagaba una de las mayores voces del Carnaval, Washington "Canario" Luna. Solo quince días después, luego de una valiente pelea contra su enfermedad y sin dejar de faltar a los ensayos de El Suicidado, obra que dirigía en la Comedia Nacional, la actriz Imilce Viñas también dejaba este mundo.

Parece mucho para solo un año, trágicamente rico en obituarios de grandes personalidades de la cultura uruguaya, provenientes de la literatura, el teatro, la docencia, el deporte, la música y la política. Fueron pérdidas que obligaron a detener la marcha un instante, a silenciar el tecleo en las redacciones, a rememorar experiencias olvidadas. Aunque no haya sido inesperada, todo el mundo recuerda qué estaba haciendo o dónde se encontraba cuando se enteró del fallecimiento de Benedetti. La muerte puede sorprender, golpear, indultar, canonizar e incluso aliviar; todo eso junto, algo de eso o nada de eso. Lo único presente siempre es que es inevitable. Y en el caso de estas figuras, jamás podían generar indiferencia.

El final de 2009 sigue en la misma trágica sintonía. En el primer día de noviembre moría el historiador Tabaré Melogno; en el último, el jurista y diplomático Héctor Gros Espiell. Entre uno y otro fallecían Alberto Methol Ferré, el 16, y Enrique Mena Segarra, el 22, también historiadores. Este año fue tremendamente cruel para esta ciencia humana: ya se había ido José Pedro Barrán, el 11 de septiembre. Lo mismo pasó en Argentina con Félix Luna, el 5 del mes pasado.

El deporte sufrió la pérdida del ex presidente de Nacional Dante Iocco, el 21 de mayo; la crítica cinematográfica, la de Hugo Fernández Dovat exactamente dos meses después. El rock uruguayo vio marcharse a un miembro de la "guardia vieja", Gonzalo Farrugia, el 9 de enero, y a otro de las generaciones actuales, Osvaldo "Ossie" Garbuyo, el 4 de septiembre.

Uruguayos de nacimiento y argentinos por adopción, representantes de dos generaciones alejadas y de dos estilos muy distintos de la industria del entretenimiento, Fernando Peña (17 de junio) y Juan Carlos Mareco (8 de octubre) también emprendieron el último viaje. Dos fallecimientos al otro lado del Río de la Plata fueron particularmente sentidos en Uruguay: el del ex presidente Raúl Alfonsín (30 de marzo) y el de la cantante Mercedes Sosa (4 de octubre), ambos nombres ligados para siempre a la década de los 80, tiempos de recuperación de la democracia en la región.

A nivel mundial, la muerte de Michael Jackson, extraña y bizarra como fue su vida, el 25 de junio, fue la que generó más impacto mediático. Exactamente dos meses después, Edward "Ted" Kennedy, último patriarca de la familia más importante de la escena política estadounidense, obligó a parar las rotativas con su fallecimiento. Este año, Hollywood vio apagarse la estrella de Farrah Fawcett, David Carradine y Patrick Swayze. La industria literaria perdió a Corín Tellado, tan popular como despreciada por sus novelas color de rosa.

"La vida de los muertos está en la memoria de los vivos", dijo el político y filósofo romano Marco Tulio Cicerón. Con esa premisa, Domingo invitó a personalidades de distintos ámbitos -el legislador nacionalista y ex canciller Sergio Abreu, el publicista y director de la murga Falta y Resto Raúl Castro, la escritora y presidenta de la Fundación Benedetti Sylvia Lago, el abogado y ex directivo de Nacional Hernán Navascués, la docente y periodista Rosario Peyrou, y la escritora e historiadora Ana Ribeiro- a escribir libre y brevemente, ya sea una biografía, una semblanza o un recuerdo, sobre sus colegas, allegados o admirados. A todos ellos les viene bien las palabras de José Martí: "La muerte no es verdad cuando se ha cumplido bien la obra de la vida".

Un ejemplo de eso es el de Imilce Viñas. Poco más de un mes antes de morir, el 4 de julio, había cumplido el sueño de estrenar una obra en la Comedia Nacional con El suicidado. "En ese sentido, se fue feliz. Se sintió muy reconocida, y la actitud que tuvo todo el elenco fue de gran respeto y amor", recordó Pepe Vázquez.

Benedetti, en su partida

Controvertido, polémico, cuestionado, admirado, fundamentalmente querido por la inmensa mayoría de sus lectores, no sólo por su vasta obra sino por su personalidad e indeclinables posturas éticas, que acompañan fielmente a su estética, Mario Benedetti (1920-2009) es reconocido internacionalmente como uno de los escritores tutelares del proceso cultural latinoamericano. Traducido a más de 25 lenguas, con una producción que supera los 80 libros, su polifacético corpus literario -poesía, novela, cuento, ensayo, teatro, crónica, periodismo, testimonio- ha mantenido un diálogo intenso y permanente con su entorno, cualidad esta que ayuda a comprender el enorme campo de expansión generado, así como la entusiasta cercanía afectiva entre el autor y sus lectores. Su obra revela la lucha en pos de un futuro que consolide plenamente los derechos del hombre, actitud por la cual entró a menudo en esa "zona de riesgo" que comprometió, en ocasiones, su propia vida. A poco tiempo de su partida definitiva sus textos siguen conversando con sus destinatarios, con su "próximo-prójimo", aclarando, como decía su amigo Hugo Alfaro, "lo que ya está en nosotros". Y, en entrañable "plática de cercanías", comunicándose con una realidad social y cultural que traspasa toda frontera. Mario continuará siendo, pues, un testigo presente, esclarecido, generando con su palabra y el vivo recuerdo de su persona, "actos nuevos que contienen la esperanza, imposible de decapitar."

Sylvia Lago. Escritora.

Un 2009 aciago para clío

José Pedro Barrán y Enrique Mena Segarra, ambos nacidos en 1934 y fallecidos en este 2009 tan aciago para Clío, musa de la historia en la mitología griega, dieron cuenta en sus trabajos de ese "parentesco" establecido por la contemporaneidad: sus libros se centraron preferentemente en el siglo XIX y las primeras décadas del XX.

Barrán tuvo cuarenta años de producción intelectual en los que transitó por los transgresores caminos abiertos por la escuela de los Annales, desde los enfoques materiales y métodos multidisciplinares que cuestionaba el tiempo único y los relatos de la nación en los `70, hasta la historia de las mentalidades de los `90, pero con sello propio y estricto apego a la barroca realidad platense. En una primera respuesta al cuestionamiento crítico de sus colegas más jóvenes por su apego al marco cronológico en el que se centraba su obra, Barrán señaló que era "difícil considerar la propia infancia un tema ya histórico". En una segunda respuesta, más rotunda, integró con algunos de ellos, grupos de investigación y clasificación de las quemantes fuentes del pasado reciente.

Enrique Mena Segarra, por su parte, sumó sus trabajos sobre las revoluciones saravistas de 1896, 1897 y 1904, a la historiografía que incorporaba el discurso guerrero de estos levantamientos a la tradición del Partido Nacional. Fue historiador de profesión política conocida, además de ser dueño de una vocación docente que lo llevó a dirigir el IPA por largos años, así como de un notorio amor a los objetos del pasado, que lo puso al frente del Museo Histórico Nacional y todas sus casas. Tampoco él desdeñó acercarse a la historia reciente, aunque la creía presa fácil de manipulaciones.

No puede la Historia sino despedir con honores a dos de los mejores maestros de ese viejo y noble oficio de visitar el pasado.

Ana Ribeiro. Historiadora.

La última tercia del canario luna

En estos tiempos de identidades desdibujadas, me invitan a contar sobre El Canario Luna, que si de identidades se trata, era la voz de la cantina del Villa Española. Mi frágil memoria le pide disculpas a las exactitudes del lenguaje, pero ahí van momentos, frases, recuerdos de un cofundador de Falta y Resto.

"-Me acuesto en el cordón de la vereda y me tapo con buseca, flaco"- susurra el Canario en lo alto de la madrugada, cuando la noche aún no se convence que debe terminar.

"-Pin pun pan. Esto es vaso, esto es botella y esto es mostrador" -sentencia firme. Pasea el cigarro desde los labios hasta casi el ombligo, y con la uña larga del meñique le acaricia la ceniza que cae pesadamente al suelo de la cantina del Fénix.

Se adelanta al micrófono. Los aplausos han coronado la actuación. Todos pensamos que va a dedicar la retirada. Efectivamente. "Con el permiso de mis compañeros, le quiero dedicar la despedida de La Falta al único General que fue al frente: al General Seregni".

La frase cae como una losa sobre el público que ha colmado el gimnasio de AEBU. Es el invierno del 81. Seregni está preso y su nombre prohibido. Esperamos que suenen las sirenas de un momento a otro. Arriba y abajo del tablado todos transpiramos y respiramos profundo. Suena un silencio cómplice, transgresor, unitario. Alguien agacha un poco la cabeza, y mirando de reojo se anima a arrancar el aplauso.

El tablado del Dalton, La Mutual. Domingo a mediodía. Desde un balcón del edificio lindero, una familia disfruta entre risas de la actuación de la Falta. El Canario se adelanta otra vez al micrófono: "Si me permiten, le quisiera dedicar la despedida a la familia Miranda de Garrone…".

"-Los amigos se conocen en invierno, flaco…".

Salú Canario inmortal. Tus barrios te recordarán eternamente.

Raúl Castro, "Tintabrava". Director de Falta y Resto.

Poesía íntima y desgarrada

El 28 de abril murió Idea Vilariño (1920-2009), una de las voces mayores de la poesía hispanoamericana y una presencia legendaria en la cultura uruguaya de la segunda mitad del siglo XX. Poeta refinadísima, su caso era excepcional: la amaban los lectores comunes (muchos que no solían leer poesía) y la admiraba sin reticencias la crítica más exigente. Versos suyos podían aparecer grafiteados en las paredes de la ciudad, y músicos como Alfredo Zitarrosa, Daniel Viglietti o Los Olimareños hicieron populares un puñado de canciones escritas por ella. Sin embargo, fue una mujer solitaria, apartada del ruido de los ambientes culturales, que se negó en general a dar entrevistas y durante muchos años rechazó premios oficiales. Su obra -reunida en cuatro títulos fundamentales: Poemas de amor, Nocturnos, No y Pobre mundo- fue escrita desde el dolor, la conciencia de la fugacidad de la vida, y la brevedad del amor. Es una poesía íntima y desgarrada, que extrae su poder de comunicación tanto del encantamiento rítmico como de la intensidad de la experiencia que canta.

Parece una rara coincidencia que haya muerto en el llamado "año Onetti" al cumplirse 100 años del nacimiento del principal destinatario de sus Poemas de amor.

Rosario Peyrou. Docente y periodista.

Un lord más que un señor

Dante Iocco (1923-2009) dejó un vacío en el mundo del deporte que trascendió más allá de su pasión clubista. Desde luego que resulta ineludible relacionar su vida al gran destaque que tuvo como Presidente de Nacional, siendo uno de los más importantes de su historia, a tal grado que le devolvió al club, en sus momentos más difíciles, la fe y la mística que lo hizo renacer en momentos en que imperaba la desesperanza. Y fue así en dos ocasiones, en 1980 y 1998, porque en los momentos más grandes de crisis las instituciones solo pueden recuperarse recurriendo a sus grandes reservas morales. ¡Y vaya si Dante Iocco lo era!

Ello era fruto de su personalidad en que imperaba, por sobre todo, un señorío especial, que llevaba a que quienes se sintieran identificados con él lo idolatraran y que quienes fueran sus adversarios lo respetaran profundamente y hasta, posiblemente, lo admiraran. Ese don, en que se conjugaban su natural condición humana, en que actuar conforme a ello era para él una necesidad vital, y su sentido límpido del deporte, propio de un participante de los Juegos Olímpicos de Londres en 1948, época en que imperaba el espíritu que alumbró con el Barón de Coubertin, lo llevó a desempeñarse con un profundo sentido de altruismo y rectitud que enseñó caminos y guió conductas. Y ese fue un mensaje que transmitió y logró que se le comprendiera, dejando un legado inolvidable que hace que recordemos con nostalgia su ausencia, pero a la vez, también, sintamos más viva que nunca su presencia.

En una ocasión, el Cr. José Pedro Damiani dijo que "más que un señor era un Lord", reafirmando con ese énfasis la calificación por todos reconocida. ¡Qué mejor forma de rendirle homenaje que recordar esa frase del presidente de su adversario tradicional que, con ella, lo dijo todo! Hernán Navascués. Secretario ejecutivo de la AUF.

Embajador de uruguay al mundo

Enumerar la trayectoria de Héctor Gros Espiell (1926-2009), excede el alcance de estas líneas. Pero sólo basta mencionar que su producción intelectual ha sido prolífica como pocas, tanto en campo académico, donde brilló al más alto nivel, como en materia de Política Internacional, sirviendo o representando a organizaciones internacionales y su país, en los más importantes cargos.

Era conocido y respetado internacionalmente, a través de más de un centenar de publicaciones. Su reconocimiento académico quedó plasmado en su membresía en el prestigioso "Institut de Droit International" y por la publicación por parte de sus colegas de obras en su honor.

En su extensa carrera internacional ocupó diversas posiciones de gran relevancia: juez y presidente de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, sub secretario General de las Naciones Unidas; embajador de nuestro país y también Ministro de Relaciones Exteriores del Uruguay, entre otros.

Su vida y su obra nos demuestran, cómo en el escenario internacional países como el Uruguay pueden adquirir un notorio protagonismo a través de la acción y el aporte de sus intelectuales y representantes, los que se transforman, como en este caso, en puntos de referencia obligados dentro y fuera de las fronteras nacionales.

Últimamente, hasta que su salud lo permitió, fue nuestro ilustre agente en la Corte Internacional de Justicia en el conflicto que enfrenta a nuestro país con Argentina.

Como nacionalista, interpretó en forma auténtica y moderna el pensamiento de Luis Alberto de Herrera tanto en el plano regional como internacional. Al punto que su figura emblemática, tal como sucede con los grandes hombres, trascendía las fronteras de su colectividad política. Nos deja un enorme legado, porque nunca, ni la Comunidad Internacional ni su Patria reclamaron en vano el apoyo de su intelecto y de su corazón. La aureola que lo rodeó fue producto de sus virtudes, de sus merecimientos y del trabajo constante ejercido en la plenitud de su fuerza intelectual.

Sergio Abreu. Senador del Partido Nacional.

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