En la habitación de una vieja casona ubicada en Fernández Crespo, un grupo de seis personas conversa animadamente. Gloria Álvez, presidenta de la Asociación Trans del Uruguay (ATRU), responde las preguntas de "las chicas" -así llama a quienes, al igual que ella, son travestis- y las despide repartiendo paquetes con preservativos. La organización recibe mensualmente cajas de condones del programa estatal ITS/VIH Sida para repartir entre sus más de 200 asociadas.
Prácticamente el 100% de los travestis afiliados se dedica al trabajo sexual, cuenta Álvez, y agrega que la mayoría cuida su salud en el oficio. "Ya viste cómo vienen a buscar", ilustra.
No es la percepción que tienen los expertos de Salud Pública. En la Policlínica de Profilaxis de Infecciones de Transmisión Sexual del Hospital Maciel, que atiende a trabajadores sexuales y les expende la libreta de control sanitario (obligatoria para ejercer la prostitución), aseguran que son muy pocos los travestis que se tratan. "Hay unos 500 fichados, pero unos 20 que vienen todos los meses", dice María Josefina Nicola, dermovenereóloga y encargada del departamento. "Se cuidan poco o nada (...) En general presentan VIH", asegura, aunque también aclaran que los diagnósticos de Sida allí son muy poco frecuentes: aparece uno cada cinco o seis meses. No obstante, un estudio realizado en 2008 en Montevideo encontró que el 19,3% de los trabajadores sexuales masculinos y travestis eran VIH positivo.
Muchos funcionan a presión, admite Álvez. "Cuando la Policía no se las lleva piensan: `para qué voy a ir` (a sacarse la libreta). Pero si se las lleva, al otro día las ves paraditas esperando para hacerse el control. Tener todo al día es una forma de no ir detenidas".
Los travestis suponen una población menos controlada porque la mayoría trabaja por su cuenta, en la calle o en su propia casa. Un censo realizado en 2006 estimó que había 4.378 hombres y trans trabajando en la calle, en todo el país.