MAGDALENA HERRERA
En la primera quincena de enero, La Paloma congregó centenares de jóvenes quienes, en grupos de entre seis y doce chicas o chicos, alquilaron casa y la pasaron fenómeno. Natalia Martínez Bengoa, de 19 años, fue una de ellas. Con algo de nostalgia, retornó junto a su hermana Claudia a Montevideo, al promediar el mes. De todas maneras, sabían que el veraneo continuaba en Piriápolis, donde irían con sus padres. Conocían el balneario esteño al dedillo; allí iban cada temporada desde niñas.
Natalia estaba contenta porque también en Piriápolis estaría con amigas del liceo, así como otras conocidas a lo largo de tantos años de sol y playa. Toda la familia se instaló y las hermanas reconocieron el terreno.
Una noche, Natalia comentó que iría al boliche La Rinconada, pero que volvería pronto porque a la mañana siguiente quería hacer playa temprano. Tan amigas como hermanas, siempre andaban como pegadas con Claudia (22 años), pero ese día, ésta última prefirió quedarse en casa.
Como tantas otras jóvenes e hijas de cualquier uruguayo, en todos los balnearios del país, esa noche Natalia partió con tres amigas al reducto nocturno. Hacía un par de días que la familia Martínez Bengoa estaba en Piriápolis: apenas eso duró el sueño de verano. Luego llegó la larga pesadilla.
Para consuelo de sus padres, hermana y amigos, por lo menos existe el recuerdo de los 19 años de vida de Natalia. Por supuesto que hoy todavía no significa alivio para ellos. Aún no encuentran paz, y menos sin saber "qué pasó con Nati", luego de desaparecer en la madrugada del 19 de enero sin que nadie "supuestamente" viera nada, para ser hallada 22 días después, apenas enterrada entre pinocha, al pie de un pino en Laguna del Sauce.
Además del profundo dolor, el entorno de la joven está expectante de la justicia y prefiere casi no hablar. Su madre, Magdalena, y su hermana, Claudia, apenas logran responder, sin que se les quiebre la voz hacia la desesperación.
"Es un dolor tan grande, y será para toda la vida. Pero queremos ir cerrando círculos, aún no podemos hablar, realmente es un duelo. Fueron 22 días de búsqueda, demasiados, para el despliegue policial y civil. De alguna manera, todavía es un fracaso. Hay cosas que no cierran. Mi marido estuvo enfrente del lugar donde se encontró el cuerpo. No cierra. Esto no es cosa de un vino y pasta base; esto es a otra escala. Y el culpable tiene que pagar, por más nivel socio-económico que tenga; y no que se busque a un cabeza de turco. Estamos expectantes de la justicia: tiene que triunfar, por nosotros y por la sociedad. Yo sé que lo de Natalia es cosa del destino: le podría haber pasado a cualquiera. Pero las personas perversas no pueden quedar impunes. Hay chicas a las que seguramente les sucedió algo parecido y no murieron. Pero no hablan por miedo. Gente sin escrúpulos, que tiene como hobby a esas muchachas, no puede andar por la calle. Por suerte la encontramos, sino....", se quiebra la madre, Magdalena Bengoa, en una llamada telefónica.
VICTIMIZACIÓN. El cuerpo de Natalia fue encontrado el 10 de febrero, y el 22 de marzo algunos medios de prensa publicaron "supuestos" resultados de la pericia toxicológica, que fuentes policiales y judiciales consultadas por este diario no confirmaron como veraces. Tampoco las desmintieron. Se manejó que la joven había consumido un par de tragos, pero nada de estupefacientes. "Era una chica como cualquier otra, con las debilidades y fortalezas que puede tener cualquier joven de su edad. Se encontraba en un lugar que también tiene las mismas debilidades y fortalezas que otro reducto similar. No hubo nada excepcional, salvo lo que le pasa a alguien que es víctima de un crimen. Natalia se cruzó con un criminal. Podría haber sido mi hija o la suya. También creo, y lo dije en un principio, que el agresor es conocido de la familia. Sólo así uno entiende que se haya dado determinado contacto como para poder aceptar un traslado. Pero también puedo estar equivocándome, todo es posible", señala el comisario y psicólogo, Robert Parrado, director del Departamento de Búsqueda de Personas Ausentes.
"Realmente me molesta mucho, desde el punto de vista técnico, cuando se depositan en la víctima elementos que en realidad deberían colocarse en el agresor. Es muy duro y triste para la familia. Más de una persona debería realizar autocrítica de cómo se paró ante esta situación. En el acierto o en el error, en cualquier situación de ausencia, lo principal es el respeto al núcleo familiar, a su dolor, y el acompañamiento para que vayan encontrando sus respuestas, sus destinos y sus rumbos, sin intervenciones caprichosas y arbitrarias", agrega el experto, quién realizó la retrospección biográfica de Natalia, y también del agresor, que se encuentran en el expediente de la causa, que tiene entre 1.300 y 1.400 páginas, y está a cargo de la jueza penal Graciela Eustachio.
INVESTIGACIÓN. Hoy Piriápolis volvió a su tranquilidad habitual, y muy opuesta al inusual movimiento que registró durante aquellos 22 días. Muchos negocios están cerrados, y poca gente se observa en la calle. Sin embargo, el equipo a cargo de la investigación, conformado por expertos de Maldonado, Canelones y Montevideo, continúa trabajando como en verano. El miércoles se indagó a una docena de personas; ya desfilaron en total alrededor de 240.
Se trabajó en casi diez hipótesis, varias de las cuales ya fueron descartadas. Según fuentes policiales y judiciales, la investigación de este caso es uno de los más complejos y completos de las últimas décadas en el departamento.
¿Si tomó o no mucho esa noche? ¿Si consumió estupefacientes? Quizás no, quizás sí. ¿Qué padre o madre puede estar seguro hoy? Pero eso nada tiene que ver con la muerte de Natalia, como asegura Parrado. "Es como decir que la víctima de violencia doméstica merecía el castigo físico".
Lo que es absolutamente veraz, es que la muerte de Natalia nada tuvo que ver con ilícito de drogas. Nada. Y también, sostienen algunos expertos, ella jamás se hubiera subido al auto de un desconocido. Por lo que se descarta la teoría de que una persona la hubiera forzado. "Ella hubiera gritado, y la habrían oído los cuidacoches, porteros o gente que pasaba por ahí".
Cuando íbamos a bailar tomaba lo que cualquier chica, señala Alvin, un amigo de hace unos tres años. "Y jamás en mi vida la vi consumir ninguna droga".
Las hipótesis que manejan los investigadores tienden a pensar que la joven habría subido al auto de una persona conocida, que luego se habría desarrollado una situación inesperada y violenta para Natalia, que habría terminado con su muerte. Por la forma en que fue hallado el cuerpo, se trataría de una o varias personas que querían deshacerse del mismo en forma desesperada e inexperiente, como que algo se les fue de las manos. Y luego habrían tirado las pertenencias de Natalia que quedaron en el auto, sandalia, documentos, monedero, entre otras, en el Camino de los Arrayanes. Falta analizar los nudos de la cuerda, para ver si ésta fue utilizada para atarle las manos, para arrastrarla hasta el lugar en que fue hallada, o para mantenerla erguida como si estuviera viva, sentada en un auto.
También, dice una fuente policial, podría ser un psicópata, lo que dificultaría mucho el trabajo. "Aún se sigue investigando en varias puntas, pero se cuenta con elementos materiales bastante rigurosos: falta cerrar el círculo."
Hasta la semana pasada, había gente que llamaba para aportar datos. "Si fue una situación que se fue de las manos, sería prudente para el autor o autores que lo dijeran: no es lo mismo omisión de asistencia que homicidio", dicen desde la Policía.
FAMILIA. Magdalena Bengoa y Hebert Martínez se conocieron hace unos 25 años, trabajando en París Televisión. "El dueño, Jacobo, los unió, y al poco tiempo eran novios", cuenta una amiga de la familia, Liliana Perea, quien además es adscripta del liceo N° 28, dónde cursó Natalia.
Al tiempo de la unión llegó Claudia, y poco después Natalia. "Éramos muy unidas, compartíamos todo, ya que nos llevábamos muy poco de diferencia. Teníamos muchos amigos en común, me llevaba bárbaro con su grupo y ella con el mío. Éramos confidentes; nos esperábamos de noche, después de facultad, para contarnos cosas, chismes", confiesa Claudia, la hermana, desde el otro lado de la línea. "No puedo hablar", agrega muy angustiada.
La hermana mayor cursó Primaria y Secundaria en el Elbio Fernández. Natalia, en cambio, realizó allí Primaria, luego pasó al Liceo N° 7 dónde terminó tercero de Secundaria, para trasladarse al 28 y finalizar sexto de economía en el 2005, quedándole unas materias pendientes. El 21 de diciembre de 2006 rindió Historia, y salvó. Le quedaban las dos matemáticas, que, según la adscripta Liliana Perea, pensaba darlas en 2007. "No pudo", dice, muy afectada. "Era una chica adorable, un ángel, nunca estaba enojada, de esas personas que se acordaban de nuestros cumpleaños; se sentaba a charlar en horas libre. Tenía perfil bajo pero era increíblemente solidaria: si veía alguien que no podía cruzar Bulevar corría a ayudarla".
¿Por qué la adscripta cree que era así? "Por el hogar donde creció; tenía buena relación, diálogo y la libertad necesaria de sus padres".
Dice Alvin: "Natalia siempre estaba alegrando a todos".
FUTURO. Hacía cuatro años que había cumplido los 15, cuando se desvaneció aquella madrugada. Las últimas palabras que se le conocieron fueron para un comerciante de 33 años, que viajaba en BMW, acompañado de un amigo.
"¿Sus 15? Los festejamos en familia. Éramos conscientes de nuestra situación económica. Pero hace dos años pudo viajar con sus amigos a Bariloche", cuenta Claudia.
Le faltaban las dos matemáticas, que iba a probar suerte en febrero. El año pasado realizó un curso de auxiliar contable administrativo, previendo comenzar a trabajar este año. "Esa era la idea de las dos. Ella estaba indecisa entre Economía o Psicología", agrega.
El único novio que se le conoció fue hasta hace un año; después de eso no se la vio con ningún joven u hombre en particular. Y sus amigos más íntimos, Jimena, Santiago y Héctor, sufren como si hubieran perdido a una hermana.
No sólo Magdalena, Hebert y Claudia esperan respuestas. La familia creció y mucho. "Fue impresionante para todos mirar a tantos estudiantes solidarizándose, buscándola e involucrándose de esa manera", señala la directora del Elbio Fernández, Aída Torres.
Hasta el cierre de este suplemento, el viernes de madrugada, nada hacía pensar que la familia Martínez Bengoa podría cerrar a la brevedad otro ciclo de esta larga pesadilla. El dolor no se irá más, como dijo la madre de Natalia, pero, por lo menos, ¿encontrarán algo de paz? Así sea.
"El caso Natalia tuvo una excelente investigación, el de mi hija no"
Ana Paula Graña Belki tenía 17 años cuando desapareció el 23 de diciembre de 2000, en las cercanías del Puerto de Punta del Este. Había ido a bailar a Puerto Luna, luego cruzó hasta MobyDick, habló con un morochito, flaco y alto, y lo último que dijo fue: "me siento mal, me voy para mi casa".
Nunca más llegó ni apareció. "Estuve cuatro años muy, pero muy mal -confiesa su madre, Ana Belki- pero ahora, con los años, uno lo va asimilando. Intento recordarla como la vi por última vez. No sé si quiero saber si está muerta. Pienso que es peor lo de Natalia, porque creo que es muy triste. Prefiero recordar a Ana viva. Me hubiera gustado ir a ver a la mamá de Natalia, pero sentí que me iba a hacer muy mal. En esos días como que reviví todo".
Ana Belki asegura que el caso de su hija, a diferencia del de Natalia, "se manejó horrible". "En primer lugar, lo tomó la Comisaría de la Mujer, y tardó muchísimo en ir a Investigaciones. No estoy enojada en cómo se trató el caso de Natalia, por el contrario, me pareció un trabajo excelente. pero estoy en desacuerdo de cómo se realizó la investigación de la desaparición de mi hija, quien también lo merecía como cualquier joven."
Ana Paula, morocha de ojos celestes, sobresalía del montón. "La abuela le decía: tu sos muy linda, te van a robar ¿podés creer?", cuenta la madre, quien durante la desaparición de su hija se encontraba trabajando en una pizzería puntaesteña durante la noche.
"Estaba preocupada, porque no me gustaba trabajar a esas horas, pero no tenía otra solución. Esa madrugada llegué a las cuatro de la mañana, y no me acosté, como que tuve un presentimiento malo, no de Ana Paula, sino de que me iban a llamar de algo de mi familia. Ya temprano me di cuenta de que había algo raro, salí y ví un auto chocado. Entonces me fui corriendo a la Emergencia del Hospital. Después sí comencé a llamar a sus amigas. Y bueno, luego vino todo. Creo que toda persona que tiene un desaparecido, mientras no le muestren lo contrario, tiene la esperanza de que algún día aparezca. Sería un sueño: que mañana golpearan la puerta y fuera ella".
Al principio, Ana Belki no podía dejar solo a su otro hijo, que entonces tenía 12 años. Pensaba que le iba a suceder lo mismo. "Pensaba que me lo iban a robar. Con el tiempo, fui comprendiendo, y aflojé la presión", agrega.
Ana Belki habla de la trata de blancas, de un joven porteño que curiosamente conocía a su hija y se fue rápidamente a Buenos Aires, luego México y lo último que supo de él fue de Japón. "Sí, le tomaron declaraciones, pero, por ejemplo, no allanaron el yate del suizo dónde él trabajaba. ¿Usted sabe que en barco se puede llevar a cualquiera desde el puerto de Punta del Este?"
Prevenir en las salidas
Al igual que en un grupo de amigos, uno se mantiene sobrio para manejar a la vuelta de una salida, el director del Departamento de Búsqueda de Personas Ausentes, del Ministerio del Interior, Robert Parrado, plantea que uno, del grupo, esté en alerta.
"No hay que demonizar a los adolescentes ni tampoco son todos unos angelitos. Ni los de afuera son tan malos, ni los boliches son todos horribles. Lo cierto es que nos toca vivir en una sociedad donde existe abundante presencia de droga, y debemos tener a los jóvenes informados sobre el tema. Debemos alertarlos de lo que se pueden encontrar en el camino. Hemos propuesto trabajar en ese camino de la prevención de las salidas y, por suerte, con algunos jóvenes ya se va a comenzar a implementar. De la misma manera que un joven no tiene que tomar porque es el que maneja para que todos lleguemos, tiene que haber uno que esté atento a la realidad del entorno".
En época de turismo, señala el psicólogo y comisario, las estructuras son completamente diferentes a las de la vida normal. "La gente se deshinibe más durante las vacaciones, baja los niveles de alerta. Incluso, tú o yo, si estamos descansando, bajamos las alertas para nosotros y nuestros hijos. Es natural, pero en la época que vivimos, no se puede, y fundamentalmente las mujeres, que son mucho más vulnerables que los varones, porque están expuestas a un montón de abordajes por su género".
Existen casos paradigmáticos como los de Natalia Martínez, Ana Paula Graña, Silvia Mabel Fregueiro Yacobazzo, entre otras, que merecen toda la atención del Departamento que dirige Parrado.
Según estadísticas, el 60% de las personas declaradas ausentes aparece con vida, el 10% se hallan pero fallecidas y un 30% se desvanece por completo, sin prácticamente dato alguno.