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"La sociedad no tiene que domesticar al artista"

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Sergio Blanco, dramaturgo y director

SERGIO BLANCO

Es uno de los dramaturgos y directores más destacados de la región y un referente de la autoficción. Radicado en París desde los 21 años, se entrega al arte por completo. Foto: Darwin Borrelli.

Sergio Blanco, dramaturgo y director

Ser o no ser, esa es la cuestión. Ser y no ser. La conjunción determina el gran argumento del teatro: ser uno y ser otro al mismo tiempo. Ser actor o personaje, ser actor y personaje, ser actor disfrazado o personaje escondido, ser dramaturgo y ser parte de la trama. Ser y no ser. Aunque definir a Sergio Blanco no resulta sencillo, así podrían definirse sus textos: en ellos está el ADN del arte dramático. Textos que lo tienen como personaje de su propia historia, que a la vez es la historia del mundo, textos que hablan de su vida y de su experiencia, pero que también la ficcionan y crean nuevas vidas y nuevas experiencias. Crean a nuevos Sergios.Pero, ¿quién es Sergio Blanco? ¿Dramaturgo, director, académico, personaje, uruguayo o francés? Da igual. Lo cierto es que poco le importa cómo lo definan. Y eso es lógico. O al menos lo es para alguien que se reinventa con cada palabra que escribe y que reivindica las identidades múltiples.

Sergio es uruguayo, porque nació en Montevideo en 1971, pero también es francés, porque a los 21 años se fue a vivir a París y nunca volvió. Es autor de sus historias pero también es personaje de muchas de ellas. Sin embargo, hay algo de lo que no quedan dudas: sus obras no hablan solo de él, hablan del mundo, de la humanidad y de nosotros. Por eso, quizás, muchas de ellas se han representado en varios países del planeta, como Tebas Land, que se hizo en Alemania, Londres, España, Chile y Argentina, y este año le esperan los escenarios de Perú, Francia Estados Unidos, Tokio, Oslo o Estocolmo; o como Kassandra, de la que hay alrededor de 14 versiones. Uruguayo o francés, no importa. Sergio Blanco es uno de los dramaturgos y directores actuales más destacados de la región y, por qué no, de habla hispana.

De familia

Sergio es el menor de tres hermanos: le sigue Roxana y Sandra es la mayor. No duda que le debe a su familia la vocación artística. En primer lugar a Roxana, que integra el elenco de la Comedia Nacional: "Cuando ella empezó a estudiar teatro en el Club Banco República, con Nelly Antúnez, me llevaba a las clases a verla. Yo tendría, no sé, 11 años, iba y la miraba a ella, miraba a Nelly dirigiéndola. Pero también hay otra cosa. A Roxana de niña le gustaba mucho jugar, interpretar, y yo era siempre el espectador, la miraba mucho. El director es alguien que mira y que con su mirada organiza una escena. Entonces yo creo que desde ahí se fue formando, de alguna manera, mi ojo de director".

Nieto de una bailarina clásica y sobrino de Ángel Curotto, uno de los creadores de la Comedia Nacional, el arte estuvo presente en su casa desde pequeño. "Mi familia fue quien recibió a Margarita Xirgu cuando ella se vino del exilio español, en casa se hablaba de ella como la tía Margarita", recuerda Sergio, de pasada por Uruguay para ensayar con Soledad Frugone, Gustavo Saffores y Walter Rey, elenco de El bramido de Düsseldorf; una obra que estrenó en agosto del año pasado en Montevideo, que presentó en Chile la semana pasada y que se reestrena en el Teatro Solís en febrero.

Sergio afirma que el apoyo de su familia fue incondicional: "Fue muy importante. Me pasa ahora de ver a muchos estudiantes que a veces tienen que pelear contra todo un medio que es muy hostil, y eso desgasta mucho a la persona que quiere dedicarse al arte; es muy difícil lidiar con una familia que no entiende lo importante que es para una persona seguir su vocación".

—¿Dedicarse al arte en Uruguay es una carrera a contra mano?

—Lo es en el mundo entero, en Francia, en Atenas, en Madrid, en México. Sin lugar a dudas Uruguay cambió muchísimo en ese sentido. El trabajo que se ha hecho desde el Ministerio y del Departamento de Cultura de la Intendencia de Montevideo y en todo el país es extraordinario. Pero sin dudas es una profesión muy difícil. Yo tengo la dicha de poder vivir del arte, pero no todo el mundo puede. Además es complejo desde un punto de vista social.

—¿Por qué?

—Habría que desarrollar ideas muy complejas, pero el arte siempre está en querella con la sociedad, es la arena que va a perturbar su mirada; el arte no está para reconfortar a la sociedad, sino que está para reenviarle sus imágenes más oscuras, ya sea por la risa o la tragedia Siempre digo que el arte es el espejo oscuro en el cual se mira una sociedad. Por eso el artista y la sociedad tienen un vínculo tenso. Y no creo que la sociedad tenga que albergarlo ni domesticarlo mucho, porque si no lo termina cauterizando, o esterilizando.

Vivir en francés

"No somos más que lenguaje y el lenguaje condiciona la forma de ver y entender el mundo. Una elección territorial no es más que una elección lingüística", explica. Por eso, Sergio siempre supo que quería vivir en francés. Y vivir en esa lengua implicaba, necesariamente, vivir en París. "Yo conocí el francés cuando era niño y me enamoré de él. Le pedí a mis padres entonces abandonar mis estudios en inglés porque es una lengua que no me gustaba y que sentía muy violenta y empecé a estudiar en la Alianza Francesa. Siempre me puse como meta vivir en esa lengua, que me resulta hermosa y que tiene una serie de categorías gramaticales y de sintaxis que me permiten pensar el mundo de una forma apaciguada, muy calma, muy sosegada y bella".

Empezó a estudiar filología en la Facultad de Humanidades y a los 19 años dirigió la obra Ricardo III de Shakespeare. Al año siguiente recibió el Premio Florencio Revelación por esa dirección. Doce meses después se fue a París, comenzó sus estudios en la Comedia Francesa —su "gran escuela"— y nunca volvió.

Aunque ahora vive en la capital francesa con su compañero, dice que sigue teniendo un vínculo muy grande con Uruguay. "Vengo muy seguido, he desarrollado muchos proyectos no solamente en la academia y la universidad, donde vengo a dar cursos y seminarios, sino también en la Escuela Multidisciplinaria de Arte Dramático, he venido a hacer puestas en escena y a presentar libros", cuenta.

Fue en Francia donde escribió gran parte de sus obras. Allí, en su apartamento en el barrio La goutte dOr, se levanta todos los días a las cinco de la mañana y dedica seis horas a escribir, no solo sus textos, sino también las conferencias y seminarios que dicta, y además dedica una hora a leer los diarios y otra a contestar a los mails que recibe. "Me encanta que me escriban y siempre me tomo un tiempo para responderle a cada persona".

Es que, sin dudas, si uno lee un texto de Sergio o mira una de sus obras, hay al menos una pregunta que surge: ¿qué es real de todo aquello? Sin dudas el dramaturgo es uno de los principales exponentes de la autoficción teatral: un género que consiste "en el cruce de relatos verídicos y ficticios, donde uno va ficcionalizando lo vivido, pero que debe desprenderse de lo real. No es una autobiografía, no hay un pacto de verdad, sino que hay un pacto de mentira, es decir, uno tiene que pactar con el espectador que le va a mentir".

—¿Cómo se trabaja sobre la vida y experiencia de uno mismo? ¿En cierto punto es duro?

—Sí y no. Pienso que es como un acto de generosidad. No sé si la palabra es duro. En todo caso es la única forma que encontré de poder vivir, de gestionar mi vida en torno a esta noción de que escribiéndome me reinvento. De alguna manera el autoficcionarme es, por medio de la escritura, ir elaborando una vida posible. Pero yo tengo muy delimitado lo que es la vida y lo que no. En la autoficción lo interesante es que uno se engaña a sí mismo con uno mismo, es cómo a la vida de todos los días la puedo poetizar y cambiar, de alguna manera por medio de la escritura me voy inventando. Me gusta trabajar conmigo y de alguna manera utilizar mi cuerpo para hablar del mundo a través de mí. La autoficción no es un encierro ególatra, es todo lo opuesto: es tratar de encontrar al otro y a los otros hablando de mí. Porque creo en la idea de que en el fondo los seres humanos somos todos extremadamente iguales: todos nacemos, todos sufrimos, todos somos felices, todos morimos. A todos nos pasan las mismas cosas.

SUS COSAS

UN LUGAR. En París vive en el barrio La goutte dOr. "Lo elegí porque es el único lugar en el mundo donde conviven en un espacio pequeño más de 80 lenguas. Ahí siempre vivieron inmigrantes, delincuentes, bohemios, marginales, prostitutas. Tiene la belleza de que es una especie de Babel".

UN LIBRO. A la entrevista con Domingo Sergio llega con el libro No soñarás flores, de Fernanda Trías. "Lo empecé a leer en el avión", dice. También está leyendo Escritos, de Gabriela Mistral. Además, reivindica la importancia de releer un libro: "Es muy interesante volver a leer textos y darles otro significado, leerlos en otro contexto".

UN PREMIO. Tebas Land es, sin dudas, una de las obras más difundidas de Sergio. La versión inglesa de esa pieza ganó, en 2017, el Premio a Mejor Producción en los Off West End London Awards, los más prestigiosos del teatro británico. En esa ocasión fue dirigida por Daniel Goldman.

Una obra con sangre

En 2016 Sergio Blanco escribió una obra con sangre. Y no es una metáfora. Lo hizo durante un mes, con sangre en polvo de un toro de Sevilla. "Quería escribir la pieza con mi propia sangre, hice todos los procedimientos, empecé a trabajar con un hematólogo pero finalmente no pude tener el apoyo clínico para que me la sacaran y lo tenía que hacer yo mismo". La idea surgió por la temática de la obra, Cuando pases sobre mi tumba. Pero también para experimentar. "Así como hay obras que he escrito en Whatsapp y otras que escribí con todo el teclado, también escribí Kiev, que es una reescritura de El Jardín de los cerezos de Chejov, que hice 100 años después, día por día a cuando la escribió él". Esta fue la primera vez que el dramaturgo y director escribió a mano y, dice, no lo volvería a hacer. "Es una escritura muy distinta, tenés otro ritmo, la cabeza empieza a pensar distinto; mi escritorio se transformó en una especie de taller de artista plástico, me tenía que levantar a las tres de la mañana porque la sangre se diluye mejor antes de que salga el sol. Quise escribir como se escribieron los mejores textos de la humanidad, como lo hicieron Cervantes o Tolstoi. Fue todo un trabajo físico agotador".

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