Sanguinetti: "En mi casa los libros pelean con los cuadros por un lugar en las paredes"

Julio María Sanguinetti

EL PERSONAJE

La lectura y la plástica son dos pasiones del expresidente. Pero tiene unas cuantas más: la escritura, pintar, la música (sus gustos van desde Vivaldi hasta Elvis Presley) y Peñarol.

En la casa de Julio María Sanguinetti de Punta Carretas (que en rigor son dos propiedades linderas unidas por una medianera) los cuadros se pelean con los libros por el espacio. Esta batalla revela dos de sus grandes pasiones: la lectura y la plástica. Pero tiene unas cuantas más: la política (obviamente), la escritura, pintar, la música (sus gustos van desde Vivaldi hasta Elvis Presley, pasando por el tango y el jazz), los viajes por el mundo y Peñarol. Es imposible en esta página reseñar la vida del único uruguayo vivo que ha ocupado dos veces la Presidencia de la República, que ha sido espectador o actor en algunos de los acontecimientos más importantes del siglo pasado y que se mantiene actualizado con las noticias y la tecnología a sus 86 años. Por eso, Revista Domingo le propuso hablar sobre algunas cosas que han marcado su vida detrás de la función pública.

En tan vasta trayectoria, Sanguinetti se ha cruzado con una plétora de personajes de la más variada índole. Pero cuando se le pregunta por una figura que lo haya impactado, no duda en mencionar al líder del país comunista más grande del mundo, con quien tuvo oportunidad de intercambiar pareceres en 1989, en uno de sus viajes como presidente de los uruguayos.

“Algunas personalidades son atractivas por lo que dicen, otras por lo que son, otras por lo que representan. El personaje más influyente en la historia que conocí fue Deng Xiaoping, la persona que hizo la transformación de China de una economía cerrada a una abierta, cambiando al mundo y construyendo una potencia inesperadamente”, sostiene. Y explica que se esperaba que Mijail Gorbachov y Rusia fueran quienes hicieran esa transformación, pero fue el gigante asiático el que cambió los balances de la ciencia, el comercio y la política.

“Recuerdo muchas cosas de él. Era un hombre pequeñito, con una salivadera adelante (ahí no es de mal gusto salivar), que fumaba todo el tiempo en esos salones enormes y fríos, propios de la arquitectura comunista. Entre muchas cosas, le pregunté de Gorbachov. Y me dijo: ‘Está perdido y todavía no se da cuenta’. Hablaba en ese estilo sentencioso de ellos: uno le hacía una pregunta, el traductor se la trasladaba, él daba dos o tres pitadas, pensaba un rato y volvía con una sentencia. Mi obvia repregunta era ¿por qué? Entonces me contestó: ‘Porque él cree que se puede hacer la reforma política y la económica a la vez. No sabe que la reforma política se come a la económica y después se come a sí misma (y hacía el gesto de llevar su mano hacia la boca). Acá vamos a hacer todo distinto: vamos a hacer la reforma económica, en el 2000 habremos salido del hambre y en 2020 o 2030 tendremos un país de ingresos medios. Diez años después habrá que discutir el tema de la convivencia de la democracia y el socialismo’. Los hechos ocurrieron un poco más rápido de lo que él dijo”, dice Sanguinetti y se ríe.

Su afición por la historia

Le viene desde niño, comenta a Revista Domingo. “Mi padre me leía en las noches de invierno pasajes de la historia griega y romana de Víctor Duruy, un francés clásico. Y me decía: ‘Todo lo que tengas que saber, está acá’. Desde entonces conviví con la historia. Luego, el periodismo (actividad en la que se inició hace 69 años) y la política corrieron juntos. No creo que se pueda hacer política sin tener por lo menos una visión histórica. La ignorancia del pasado lleva inevitablemente a la incomprensión del presente. Eso lo decía un gran historiador francés, Marc Bloch. Y es la verdad”, sostiene el expresidente.

Según Sanguinetti, es difícil comprender la globalización actual si no se entiende que hubo otros fenómenos similares anteriormente. “Hubo una gran globalización en el siglo XVI de la cual somos hijos nosotros: la de España y Portugal, que salieron al mundo y conquistaron América y África. Hubo una segunda globalización que condujo Inglaterra. Pero hubo otra que no condujo nadie, que fue un proceso de acumulación científica y tecnológica. Y un día descubrimos todos que había una aldea global de comunicación, como decía (Marshall) McLuhan. Y que esa globalización no la manejaba nadie, a diferencia de las anteriores”, explica.

Cuando se le pregunta si la historia nacional está en deuda con algún personaje, rodea la respuesta: “La historia no está para juzgar, está para narrar hechos y hacerlos entender en la óptica y la visión de aquel tiempo. La mayor trampa de la historia es el anacronismo: ver los hechos del pasado con la mirada hoy. Si uno mira hacia la época griega, no puede entender que Aristóteles conviviera con la esclavitud, cuando es un pensador extraordinario de la libertad. Luego tenemos la tendencia a juzgar, algo que se ve en la política, la filosofía o la religión. Pero la historia, más que para juzgar, está para narrar y entender”.

Julio María Sanguinetti
Julio María Sanguinetti.

La pintura, propia y ajena

Sanguinetti atesora cientos de dibujos y cuadros que él mismo ha pintado, algunos de ellos sobre paisajes de ciudades que visitó, aunque admite que no se atreve a colgar ninguno de ellos en su casa. En esas paredes que no dan respiro, es posible encontrar algunos nombres destacados de la plástica nacional e internacional. Afortunadamente, junto a su esposa, Marta Canessa, tienen gustos similares. “Son cuadros que hemos ido comprando y recibiendo y que son un testimonio de nuestra vida”, sostiene. Y agrega: “El primero que compré es de Leopoldo Nóvoa, un pintor español que vivió en Montevideo en los años en los que yo trabajaba en el diario Acción. Me lo vendió en 30 cuotas. A los best sellers llegamos tarde. De Joaquín Torres García, por ejemplo, tengo dibujos, pero ningún cuadro constructivo de esos que hoy valen fortunas. De (José) Cúneo, sin embargo, tenemos una magnífica luna y algunos que nos regaló él mismo, como el Retrato de Matilde Pacheco de Batlle y Ordóñez, que es una pieza de valor histórico”.

Su amistad con muchos artistas le permitió acceder a otras obras que hoy atesora con cariño. Este es el caso de José Pedro Costigliolo y María Freire, una pareja que revolucionó el arte con su pintura concreta. “Con María trabajamos juntos en el diario. Ella era la comentarista de arte y teníamos una gran amistad. Lo mismo con Nelson Ramos”, recuerda.

Los libros, ventana al conocimiento

En esa batalla con los cuadros por un lugar en las paredes, sus libros a veces terminan en el suelo. “Tenemos bibliotecas muy grandes, pero son de trabajo, no de bibliófilos. La de Marta, especializada en historia. Y la mía más dedicada al arte y la política”, dice.

—¿Qué “joyas” hay entre sus libros?

—Tengo la primera edición de El Pozo (1939) de Juan Carlos Onetti y la primera de Cien años de Soledad de Gabriel García Márquez, que compré cuando salió en 1964. También tengo, dedicada por él, una edición más moderna.

En cuanto a la música, asegura que le gusta “toda”.

—“Toda” es un término muy amplio…

—Toda la buena -dice y corrige.

—¿Le gusta el rock por ejemplo?

—Sí, me gusta desde la música sinfónica hasta el rock. En nuestra juventud primero fue Elvis Presley, Bill Haley & Sus Cometas. Más tarde aparecen los Rolling y los Beatles, que para algunos eran en aquel momento la parte más sensible del rock. También tuve un tiempo de mucha afición al tango, fui muy piazzollesco. Y pasé por la bossa nova de Tom Jobim y Vinicus de Moraes. Y ni que hablar el jazz: por suerte la vida me permitió escuchar en directo a Duke Ellington, a Lionel Hampton y a Gene Krupa, el mayor baterista de la historia.

Nada de lo humano parece serle ajeno a Julio María Sanguinetti, desde lo intelectual hasta las pasiones más populares. Entre estas últimas, se encuentra su amado Club Atlético Peñarol. “Mi padre era un gran peñarolense y yo resulté siéndolo también. Soy un hincha devoto. Cuando ganamos, celebro. Y cuando no, renuevo la fe. Nunca reniego del club”, resume.

Cuando se le hace la clásica pregunta del cuestionario de Marcel Proust respecto a qué talento, que no tiene, desearía tener, responde: “Me hubiera gustado cantar, pero soy muy desafinado. Pintar con mayor creatividad. Y jugar bien al fútbol, porque jugué mucho y mal”.

Sus dibujos, su último libro y la música

Sanguinetti tiene un importante acervo (aunque no se considera coleccionista) de pintura nacional y extranjera. También es un dibujante y pintor aficionado (en la foto, uno de sus bocetos). “En el mundo actual, uno ve artistas que no se entiende los precios que se pagan por sus obras. Pero no es el caso uruguayo”, dice.

Su último libro se llama La fuerza de las ideas (Penguin Random House, 2022). La ética de la responsabilidad, la laicidad republicana, el feminismo, la garantía de la libertad de expresión, la educación como herramienta para el desarrollo, el concepto de solidaridad social y el internacionalismo son algunos de los tópicos que trata esta publicación.

Le gusta la música en sus más variados estilos. En distintas épocas, han formado parte de la cortina musical de su vida referentes del rock como Elvis Presley, Bill Haley & His Comets, The Rolling Stones y The Beatles. También artistas de tango como Astor Piazzolla, de bossa nova como Tom Jobim y Vinicus de Moraes, y de jazz como Duke Ellington y Lionel Hampton.

Boceto de Sanguinetti
Una vista de la ciudad de Cartagena pintada por Julio María Sanguinetti.

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