La Junta Departamental de Montevideo rindió recientemente un homenaje al Dr. Salvador Beterbide, el primer abogado negro del Uruguay y pionero del activismo afrouruguayo en el siglo XX. El reconocimiento, promovido por el edil Ricardo González, fue definido como un acto de justicia histórica hacia una figura que durante décadas permaneció relegada de la memoria oficial. La ceremonia tuvo un momento particularmente emotivo cuando su nieto mostró la placa profesional que identificaba a su abuelo como letrado en la década de 1920.
Nacido en Melo, Cerro Largo, el 6 de febrero de 1903, Salvador Beterbide se crió en un hogar humilde que le ofreció poco más que el ejemplo de la perseverancia. Con apenas 22 años, en 1925, logró graduarse en Derecho en Montevideo y se convirtió en la primera persona afrodescendiente inscripta en el Colegio Nacional de Abogados. En tiempos en que la educación universitaria estaba reservada a las elites, aquel logro representó un quiebre.
Durante sus años de estudiante entabló amistad con Julio César Grauert, joven dirigente batllista radical y más tarde referente del socialismo de aquellos años. Esa relación lo acercó a la militancia estudiantil y, tras el asesinato de Grauert a manos de la Policía en 1933 durante la dictadura de Gabriel Terra, marcó en Beterbide un compromiso antifascista que definió su actuación pública.
Política y militancia
Su vocación de intelectual lo llevó a fundar el periódico La Vanguardia (1928-1929), aunque las dificultades económicas lo hicieron naufragar en poco tiempo. Sin embargo, persistió en su empeño de generar pensamiento crítico y, junto con los hermanos Ventura, Pilar y María Esperanza Barrios, relanzó la histórica revista Nuestra Raza en 1933. Desde sus páginas abordó cuestiones hasta entonces silenciadas: la discriminación laboral hacia la comunidad negra, el bajo acceso a la educación, la hipocresía de una sociedad que proclamaba igualdad pero reproducía prejuicios, la situación de las mujeres, los ataques racistas y la necesidad de solidaridad con otros pueblos afrodescendientes en el mundo. Escribía con información y criterio sobre política internacional con una audacia que sorprendía en un Uruguay aún reacio a reconocer voces negras en la arena pública.
El año 1936 lo encontró como cofundador, junto a Ventura Barrios y Elemo Cabral, del Partido Autóctono Negro (PAN). El proyecto fue una apuesta inédita: un partido conformado, conducido y pensado por afrodescendientes, que buscaba abrir espacios de representación política en un país donde el racismo estructural imponía barreras invisibles pero efectivas.
Su trayectoria lo proyectó como candidato a la Cámara de Representantes en las elecciones de 1938. Para acceder a una banca en Montevideo se requerían unos 2.100 votos, una cifra que equivalía al 10% de los sufragios de la comunidad afrodescendiente, entonces estimada en un 7% de la población total. Aquella posibilidad se frustró abruptamente: el 26 de noviembre de 1936, con apenas 33 años, Beterbide murió víctima de una afección pulmonar que, en esa época, resultaba mortal.
Justicia histórica
“El doctor Salvador no fue solo el primer abogado negro del Uruguay, también fue un político y un referente en la construcción de un partido afrodescendiente. Eso no es menor: tuvo que enfrentarse al sistema”, comentó a Domingo el edil Ricardo González.
El legislador departamental explicó que su acercamiento a la figura de Beterbide tiene raíces personales. “Desde niño me preguntaba por qué en ciertos cuadros históricos los negros aparecían apenas como sirvientes o figuras secundarias. Con el tiempo entendí que detrás de esos rostros había historias invisibilizadas”, relató.
Un encuentro con el nieto de Beterbide, hace más de 15 años, fue decisivo. “Me contó su historia y yo le prometí que, si algún día llegaba a un lugar de relevancia, iba a impulsar un homenaje a su abuelo. Cumplí esa promesa apenas asumí en la Junta”, aseguró González.
Para él, reconocer a Salvador Beterbide es también visibilizar la larga lucha de la comunidad afrouruguaya. “Este homenaje es un paso en el camino de reparar olvidos y silencios que pesaron demasiado tiempo”, sentenció.
También el presidente de la Comisión de Cultura de la Junta Departamental, Diego Romaniello, se refirió a la figura de Beterbide: “En el ámbito político, inició su trayectoria dentro del Partido Nacional y, con el correr del tiempo, su pensamiento fue evolucionando hacia posiciones más cercanas al socialismo, lo que lo llevó a fundar el Partido Autóctono Negro, un espacio que buscaba dar voz y representación a la comunidad afrodescendiente, y que luchaba por justicia, equidad e inclusión. El legado de Salvador trasciende su tiempo. Su vida fue una constante entrega por la justicia social, la dignidad y los derechos humanos, especialmente de una comunidad históricamente invisibilizada en nuestro país”, indicó.
Un legado familiar
Gustavo Batlle Betervide es el nieto del famoso abogado. Su apellido se escribe con be al comienzo y con uve después, porque -explica a Domingo-, su madre fue mal anotada en el registro al nacer.
La historia familiar no fue menos dura que la política. Al morir Salvador, su esposa Lala Pintos quedó viuda con una pequeña hija, María Ofelia, que al año siguiente también perdió a su madre y quedó huérfana con 8 años. Pese a ello, el recuerdo del joven abogado no se extinguió: sobrevivió en relatos familiares y en la memoria de quienes lo consideraban un caudillo para la comunidad negra.
Gustavo conserva dos objetos que resumen toda una vida: la placa que colgaba en la casa de su abuelo de Mac Eachen y Rivera, y otra que le entregó en días pasados la Junta Departamental.
“Son piezas que materializan lo que significó para nosotros y para la comunidad afrouruguaya. El abuelo escribía sobre Mussolini, sobre Etiopía, sobre temas internacionales. En una época en que a los negros no se los escuchaba, él se animó a hablar del mundo”, señala.
Desde su punto de vista, el homenaje del deliberativo comunal no solo repara una deuda con su memoria, también plantea un desafío contemporáneo: reconocer el aporte de los afrodescendientes en la construcción del Uruguay y garantizar que las nuevas generaciones encuentren, en historias como la de Beterbide, una inspiración para continuar luchando contra la discriminación que -asegura- todavía existe, aunque sea de una forma más solapada.
El Partido Autóctono Negro (PAN)
Según un artículo escrito por Martín Delgado Cultelli para el portal La Izquierda Diario, el Partido Autóctono Negro (PAN) de Beterbide fundó comités no solo en Montevideo, sino también en Rivera y Cerro Largo.
“El Partido quedará liderado por Mario Méndez y este será candidato en las elecciones de 1938. En dichas elecciones el PAN obtuvo un resultado electoral bajísimo. Este resultado se interpretó como una derrota del movimiento a pesar de los rumores de fraude en dichas elecciones, ya que había ganado el candidato de la dictadura, Alfredo Baldomir”, anota Delgado.