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Ramadán en Uruguay: musulmanes hablan sobre la tradición y el ayuno lejos de casa

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Mezquita en Montevideo. Foto: archivo El País

DE PORTADA

La novena luna nueva indica un mes especial para los musulmanes. Sobre festejos, tradición y estar lejos de casa, esta nota.

Yousaf Khan —un hombre alto, de mirada dura, vestido con un turbante negro y una prenda marrón que va hasta sus tobillos— está de pie y dice que hay que mirar al cielo para buscar la primera luna nueva. Así, continúa, sabremos que al otro día se da inicio a un nuevo mes según el calendario Hijri (ver recuadro). A la novena luna nueva del año comienza el ayuno, la entrega a la empatía, a la oración, a la palabra de Dios, a las enseñanzas de Mahoma, a la comunidad. En la novena luna nueva del año islámico comienza, está escrito, el mes del Ramadán.

Cuando supo de la entrevista, el imán Khan —a cargo del Centro Islámico de Colonia y Convención— preparó una presentación detallada sobre la festividad que, desde mediados de abril y hasta casi mediados de mayo, unifica a todos los musulmanes en el mundo. Explica despacio, tranquilo, en un español casi depurado y con la convicción de quien hace años se dedica a predicar la palabra del Islam para la comunidad Ahmadia (una rama sumita, aunque no reconocida): “Si bien nosotros condenamos todo acto delictivo y lo que hacen los extremistas, siempre quedamos al margen y se va generando miedo hacia todos los musulmanes en general. Por eso nos parece importante aprovechar estos momentos. Porque la gente en general no sabe qué es lo que realmente predica el Islam, y es una religión pacífica, que enseña a no matar a las personas inocentes”.

Mirar la luna

Los meses según el calendario Hijri

Ramadán es el noveno mes del año según el calendario islámico. Fue en ese mes que el profeta Mahoma comenzó a recibir las revelaciones del Corán. Sin embargo, no se celebra siempre en la misma fecha según el calendario gregoriano, porque el Hijri se rige por las fases de la luna y no es estático. “En Uruguay, para terminar el ayuno, la luna no será visible el 12 de mayo que es la fecha marcada en general, entonces el 13 de mayo sí estará visible y el 14 se puede dejar de ayunar”, explica el imán Yousaf Khan. “Cada comunidad tiene su jurisprudencia de cómo decir cuándo empieza el mes.
El calendario se llama Hijri y es cuando Mahoma empezó su misión como profeta y se fue de su ciudad natal, la Meca. El calendario empieza ese año. Ahora estamos en el año 1442. Generalmente no lo utilizamos hasta que llega Ramadán”.

Hace ahora cinco años que Yousaf Khan, oriundo de Canadá, y su esposa Sadaf Ahmed, de Pakistán, pasan el Ramadán en Uruguay, lejos de casa, pero seguros de que lo que están haciendo es lo correcto: su deber es predicar el Islam.

Yousaf Khan con su esposa Sadaf Ahmed  e hijos Fuoad y Hashem. Foto: Estefanía Leal
Yousaf Khan con su esposa Sadaf Ahmed e hijos Fuoad y Hashem. Foto: Estefanía Leal

“Al inicio del Ramadán se siente la espiritualidad entre los pueblos incluyendo los musulmanes”, dice Javad Heidari, embajador de Irán en Uruguay. Está en el país desde noviembre, habla pocas palabras en español y confía en lo que transmita su traductor Taher Taheri. “En este mes todos los musulmanes del mundo ayunan, se abstienen de comer y beber desde el amanecer hasta la caída del sol. Hay varias culturas, costumbres y tradiciones dependiendo de cada país y del lugar dónde se han ubicado. Asimismo hay varias tradiciones en cuanto a diferentes temas tales como símbolos, festejos y eventos que suceden durante el mes”.

Javad Heidari, embajador de Irán en Uruguay. Foto: Cortesía Embajada de Irán
Javad Heidari, embajador de Irán en Uruguay. Foto: Cortesía Embajada de Irán

Hay diferencias, pero la esencia del Ramadán es común a todos.

En el mundo hay unos mil millones de musulmanes, parte de ellos repartidos en países occidentales. Como Sadaf Ahmed, Yousaf Khan y Javad Heidari, los musulmanes que residen en Uruguay conviven con la vida, ritmos y exigencias de un país occidental, mientras sus cuerpos, sus mentes, sus oraciones y sus hogares están inmersos en la tradición. A miles de kilómetros de distancia de sus países de origen, de sus templos, de sus familias y amigos, pero siempre cerca de sus creencias, cinco de ellos conversaron con Revista Domingo. “Practicar los objetivos del Ramadán en un país donde nadie más ayuna o nadie más ora, es más sincero, creo”, piensa Khan.

Lo que dice el especialista

Una religión que está poco extendida en Uruguay

En el mundo hay alrededor de mil millones de musulmanes, sin embargo “la penetración del Islam en Uruguay es poca”, dice Javier Volonté, escritor uruguayo, experto en asuntos africanos y árabes. “Aunque le voy a decir una cosa, las religiones en general en Uruguay siempre fueron de difícil penetración. Con un sentido muy laico, raíces masónicas marcadas, a cualquier religión le cuesta mucho afianzarse. Ahora, también hay una cosa que es verdad, como el uruguayo está muy secularizado, hay que reconocer que eso tiene de ventaja que cuando la persona se convierte es de forma sincera”. Así, quienes se convierten al Islam en Uruguay suelen hacerlo después de mucho estudio y convicción. Volonté, que se define como cristiano pero admirador del islamismo, cuenta también que es una religión que no tiene jerarquías. “Cada uno tiene una relación muy personal con Dios, entonces se da una cosa muy puntual, y es que si usted se quiere convertir al islam, reza una oración muy breve que dice que Dios es único y Mahoma su profeta, después busca un sacerdote y empiezan a construir y a leer juntos el libro sagrado”.

El ayuno de sol a sol y la oración

María Ahmad sabe que no es la imagen típica que el mundo occidental se hace de una mujer musulmana. Atiende la entrevista a través de una videollamada y no lleva ni hiyab sobre sus rulos morenos ni burka sobre el short de jean y la remera de flores propios de un otoño caluroso. “Yo, en el Islam, nací dos veces”, dirá casi al final de la entrevista para explicar esa “rareza” que muchos ven cuando se presenta como musulmana. “Ahora estoy eligiendo ser musulmana. Nací como musulmana, en una familia musulmana, pero no lo era, porque más allá de hacer ayuno cuando tenía 13 años, en lo demás, me rebelaba”.

María Ahmad celebrando el fin de Ramadán con amigos en Uruguay, antes de la pandemia. Foto: cortesía María Ahmad
María Ahmad celebrando el fin de Ramadán con amigas y su hija en Uruguay, antes de la pandemia. Foto: cortesía María Ahmad

Creció en Arabia Saudita con su madre, su padre y sus dos hermanas. Su padre, dice, ha sido siempre un musulmán estricto hacia sí mismo, pero liberal para los otros: “La regla era hacer lo que tú quieras y creas. Así que cuando me dijo que tenía que hacer obligatoriamente las cinco oraciones fundamentales en el día, no quise. Y cuando llegamos a la edad en la que el hiyab en Arabia Saudita era obligatorio (a los 12), luché para no llevarlo. En ese momento cambié totalmente con la religión”.

A los 17 se fue a estudiar a Estados Unidos y allí conoció una comunidad de musulmanes de todas partes del mundo que asistían a su colegio y que tenían una visión del Islam mucho más libre. Así nació de nuevo como musulmana. “Unas sin hiyab, otras con hiyab. Descubrí otra cara del Islam”. María Ahmad leyó, estudió, asistió a seminarios y, sobre todo, no dejó nunca de reflexionar. Escucha los mandatos, pero luego los procesa, medita, y decide si debe acatar o no. “Eso también lo había aprendido de mi papá: no hay que hacer las cosas por hacer. Tenemos que vivir una vida de reflexión y balance”. Y en su segunda vida como musulmana, cree en el Ramadán y lo defiende. Ayuna desde los 13 años. La edad varía según el lugar y, en muchos, por la madurez de la persona. Los 18 años marcan el límite entre la voluntad y la obligación.

Durante el mes que dura la festividad y hasta la luna creciente del siguiente (Shawwal), los musulmanes deben ayunar desde que sale el sol hasta el anochecer. Ni agua, ni comida, ni relaciones sexuales. “Es una época donde nos restringimos, donde ayunamos, porque viene de la filosofía de poner límites a uno mismo, de enseñarse a abstener. Es un tipo de disciplina, autoconocimiento para en otros meses poder decir que no a cosas que uno debe decir que no”, explica el imán Khan y menciona la palabra “justicia”, pero como sinónimo de proteger, defender y comprender cuáles son esas cosas que podrían dañar el vínculo con Dios.

Solo pueden no ayunar los enfermos, las mujeres que están menstruando, embarazadas o en período de lactancia, quienes están de viaje, los niños y aquellos que, por alguna prescripción médica, no lo puedan cumplir.

El iraní Javad Hediari, que este año transita el Ramadan en la tranquilidad de un Uruguay detenido por la pandemia, no quiere que la idea del ayuno se quede solo en la condición de no comer y no beber. “Es un tipo de ejercicio poder decir ‘no’ a los deseos corporales del ser humano. De esta forma quitamos de nosotros la ira, la angustia y los malos comportamientos del pasado. El ayuno también nos ayuda desde el punto de vista de la salud. En este mes damos tiempo para que algunos órganos de nuestro cuerpo como el estómago puedan relajarse y se recupere”.

Y no es suficiente ayunar sin las oraciones a lo largo del día así como la lectura del Corán. Si bien se reza todos los días varias veces, hacia el final del Ramadán, en los últimos 10 días, se puede ir a la mezquita y permanecer ahí orando, ayunando.

Mes de Ramadán. Foto: AFP
Fieles en Jama Masjid. Foto: AFP

“Creo que entre los musulmanes hay quienes hacen el ayuno por ritual, hay otros que lo hacen por costumbre y otros porque imitan. Estas personas no tienen tanto beneficio de lo que hacen, porque no están haciendo consciencia. Solo lo hacen por hacer. En Uruguay todos los que ayunan, todos los musulmanes, realmente lo hacen por su voluntad, por su intención y realmente lo quieren practicar”, piensa el imán.

Para romper el ayuno, una hora del día que se conoce como Iftar, se recomiendan los dátiles y platos elaborados pero livianos. En los países musulmanes o en aquellos donde las comunidades son grandes, el festejo traspasa paredes. Hay quienes pasan el ayuno cocinando para el final del día, abren los restaurantes y las tiendas. Con el cambio del paladar uruguayo en los últimos años encontrar especias e ingredientes en los almacenes es bastante más sencillo. Cuando termina el Ramadán, con la Fiesta del Fin del Ayuno?(Eid al-Fitr) la celebración suele extenderse a las calles y quienes tienen más sirven comida para que todos puedan servirse gratuitamente. La pandemia lo ha convertido en algo más introspectivo y familiar.

LA mirada de una uruguaya

Ramadán en Brunéi

Franca Levin es uruguaya y en sublog dementeconmochila.com narra sus viajes por el mundo. En 2019 visitó Brunéi en el final de Ramadán y sobre su experiencia, habló con Domingo: “El principio del Ramadán lo viví en Filipinas, que al haber sido colonia española, no me enteré. Cuando llego a Malasia de Borneo, si bien a nivel oficial es musulmán, depende mucho de las zonas y comunidades. Donde yo estaba la incidencia era muchísimo más china. Muchos restoranes estaban abiertos, yo comía por la calle sin tener ningún problema. También hacía mucho calor y como utilizaban vestimenta más occidental, me sentía cómoda con short. La ropa siempre es un termómetro. Sí hubo un momento de ir a la rambla, y muchísimos musulmanes iban, compraban comida en el mercado de al lado y esperaban al atardecer”.

Pero al llegar a Brunéi el choque fue terrible, cuenta. Se puso un pantalón porque sintió que las miradas se lo indicaban y descubrió que no podía comer por la calle. Se escondía para tomar agua.

Sin embargo, tras conocer a una chica musulmana por couchsurfing, su percepción sobre la festividad fue cambiando. Hicieron comunidad con otros viajeros más la anfitriona y recorrieron casas, familias, historias.

“Era mi primera vez en un país estrictamente musulmán y esta chica nos invitó a la primera cena después de Ramadán. Toda la ceremonia. Primero el rezo, después unos dátiles, que dan como la energía, y enseguida pegamos muy buena onda, fue un grupo que mantuvimos toda la semana. Y ahí viví lo que era la festividad posterior a Ramadán. Cada familia decide cocinar para un batallón, un montón, y pone un cartel en la puerta de que esa casa está abierta y cualquiera puede entrar, no importa si los conocés o no. Y ahí la gente comía, charlaba, y fue algo que nunca vi en mi vida.

Me sorprendió el nivel de generosidad y del compartir y que la comida sea el centro para estar en familia, amigos, disfrutar. Se hacen trajes especiales. Y no solo me sentí bienvenida, sino que lo que sentí fue un deseo muy grande de todos ellos por mostrarme su versión de lo que es el Islam y sus costumbres, sus deseos, sus tradiciones, sus creencias. Y si bien no comparto, los comprendo”.

La importancia de la comunidad

 Para María Ahmad el ayuno es algo que no se cuestiona. Años anteriores (llegó a fines de 2017), organizó cenas con amigas uruguayas y de otros países para celebrar el Fin del Ayuno, y sentirse más a gusto a la vez que poder transmitir conocimiento sobre su religión. Pero ahora no puede hacerlo.

Sin embargo, dice, en Uruguay y con pandemia lo vive como un proceso más solitario. En su casa, por ejemplo, algunos cuestionan el ayuno porque sienten que no van a poder funcionar para las reuniones de trabajo o los exámenes del colegio, entonces reflexiona, como lo hace con absolutamente todo lo que tiene que ver con su religión: “Hay que recordar que una cosa es lo espiritual, pero también es para pensar en gente que no sabe cuándo va a comer otra vez, si mañana o en una semana. Para tener empatía y trabajar en ayudar. Es un privilegio decir yo no voy a ayunar hoy porque tengo un examen. Yo no voy a ayunar porque tengo una reunión muy importante. Pero hay gente vulnerable que no tiene para elegir”.

Puentes

El diálogo para vencer los miedos

Desde que llegó a Uruguay en 2017, María Ahmad ha tratado de tender puentes con los uruguayos. Trabajó muchos años como periodista (fue corresponsal de BBC) y en 2018, por ejemplo, escribióun artículo en La Diaria donde relataba cómo sentía su primer Ramadán en Uruguay. En 2019, empezó a generar charlas en la zona en la que vive. El fin, abrir un espacio para que todos aquellos que tuvieran preguntas sobre ella y su familia, pudieran hacerlo. “Mis hijos son los únicos musulmanes en su cole, entonces yo traté de difundir, pero para crear un entendimiento sobre los musulmanes y nuestra comunidad en general. Le mandé regalos a los compañeros de mis hijos, hicimos tatuajes de henna con sus madres y después ellas tuvieron muchas preguntas y yo hice una serie de charlas para explicar un poco. Como se mezclan las políticas del mundo con la religión, hay mucho temor hacia el Islam. Como comunidad necesitamos vivir juntos, para tener paz en el mundo no podemos tener esos miedos y esa percepción prejuiciosa”.

Si no estuviera la pandemia, dice Khan, probablemente su comunidad estaría en el Centro Islámico. Romperían el ayuno juntos, leerían el Corán, orarían. Su esposa, Sadaf Ahmed, extraña Pakistán y la festividad en su esplendor y con compañía, pero les gusta Uruguay. “Me encanta, es un país donde sentirme libre y hacer cosas de mi religión es posible”, dice ella. Y hacen lo posible para que sus hijos Fuoad y Hashem respiren el mismo ambiente en el que crecieron ellos.

“Yo le preparo al niño 30 paquetes de golosinas y chocolates como regalo, y a él le gusta mucho y tiene interés en todo, muchas preguntas. También hay una oportunidad para enseñarle la paciencia. Todos los paquetes están aquí pero cada día puede abrir solo uno”.

Los hijos de Iyad Saada  en su casa, decorada especialmente para el mes de Ramadán. Foto: cortesía Iyad Saada
Los hijos de Iyad Saada en su casa, decorada especialmente para el mes de Ramadán. Foto: cortesía Iyad Saada

Desde Rivera y atareado por las tareas de comerciante, Iyad Saada responde las preguntas por WhatsApp. Cuenta que en su casa decoran todo, que sus hijos pequeños viven la experiencia con ellos y aprenden. Del lado de Santana do Livramento reparten unos 60 platos para las personas y familias necesitadas y así garantizan que todos puedan romper el ayuno. También crean un fondo de dinero para ellos.

Con esto, quiere dar ejemplo: “Es un mes de mucho sacrificio, colaboración y solidaridad. Siempre la armonía que reina en el mes sagradoes especial, te enseña a tratar de ser una mejor persona, hablar menos y hacer más. Sentir lo que pasan las personas de bajos recursos, ser solidarios con ellos, te llenan de humildad. Un plato de comida al final del día te hace agradecer y no dar por hecho de que siempre lo tendremos”.

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