Punta del Este con raíces: la defensa de barrios que fueron símbolo de un estilo de vida entre bosque y mar

El proyecto El Abrazo busca rescatar el encanto arquitectónico y natural de una zona emblemática de Punta del Este antes de que sea tarde.

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Torre de agua del hotel L’Auberge, diseñada por Dubourg

Primero fue la arena. Una franja de médanos se extendía entre lo que hoy es la parada 12 y la parada 20 de la Playa Brava, un vacío de sal y viento frente al océano Atlántico. Allí, donde hoy crecen pinos y cipreses y se alzan casas majestuosas, el uruguayo Pascual Gattás y el argentino Óscar Cadermatori imaginaron unanueva forma de habitar Punta del Este. No con torres, sino con barrios integrados al paisaje.

Así nacieron, hace unos 70 años, San Rafael, Médanos de San Rafael y Parque del Golf -hoy San Rafael y del Golf-, tres barrios que aún conservan algo del encanto europeo que inspiró sus jardines y construcciones. “Estos barrios son testamento de un momento fundacional en la historia de Punta del Este y también de nuestro país, en una etapa clave para su desarrollo”, dice a Domingo León López Brennan, jefe de investigación del proyecto El Abrazo.

Esta iniciativa busca rescatar y revalorizar el patrimonio arquitectónico, histórico y natural de una zona que hoy se enfrenta al avance del cemento, que se apoderó de la Península hace ya varias décadas y que ya ha borrado algunas piezas emblemáticas, como el Hotel San Rafael y las residencias Loma Verde y Aldebarán.

Desde la Fundación Patrimonio, presidida por Gabriel Rodríguez Arnabal, ese “abrazo” en el territorio, pero que también ocupa un lugar querido en la memoria de locales y visitantes, corre “el riesgo de romperse”.

Aldebarán

Lo que hay que abrazar.

“Ya no es el mismo barrio sin Loma Verde”, afirma Rodríguez Arnabal. La mansión, diseñada por el arquitecto argentino Ricardo Gomara a pedido de la familia Kaplán -también argentina-, se construyó a la altura de la parada 14 de la rambla Lorenzo Batlle Pacheco. Tenía siete dormitorios y cinco baños. En una de sus habitaciones se alojó el presidente George Bush en 1990. Se cuenta que el derrocado Sha de Irán, Mohammed Reza Pahlevi, estuvo interesado en comprarla, pero los Kaplán ni se inmutaron ante la oferta. En 2018, la historia fue diferente: un grupo de inversores argentinos pagó más de US$ 5 millones y la mansión fue demolida para dar paso a un edificio.

“Era uno de los íconos más importantes de la Brava y parte de todo un contexto urbanístico y estético”, resume quien restauró el Palacio Acosta y Lara, ubicado en Ciudad Vieja, Montevideo, y reside en San Rafael desde 2021.

El proyecto El Abrazo apunta, justamente, a la protección de la trama urbana y su memoria, más allá de las individualidades, para garantizar su conservación en el presente y en el futuro. Ese tejido, bordado entre bosques y playa, con un aire “de romanticismo”, a juicio de Rodríguez Arnabal, está compuesto por unas cien residencias y el Hotel L’Auberge -cuya torre de agua es un símbolo de la zona y, al momento de su creación, almacenaba toda el agua potable para abastecer el barrio-, obras del arquitecto Arturo Dubourg; el Cantegril Country Club, de Rafael Lorente; y el Médano Tenis Club, de Julio César Aranda y Aurelio Vargas, entre otras edificaciones. “Son barrios que, en conjunto, narran un cuento”, dice a Domingo.

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Croquis de Dubourg

Algunas de esas historias hablan de los veraneos del magnate griego Aristóteles Onassis en una de las mansiones más imponentes de la zona, y de noches compartidas bajo un mismo techo -el del San Rafael- por figuras tan dispares como Cantinflas, Nelson Rockefeller, Pelé o el Che Guevara.

El ascenso de Punta del Este como destino de élite no puede entenderse sin mirar hacia el otro lado del Río de la Plata. Durante las primeras décadas del siglo XX, Mar del Plata fue el balneario por excelencia de la alta sociedad argentina: escenario de veranos suntuosos, arquitectura refinada y exclusividad. Pero todo cambió a mediados de los años 40, cuando el peronismo impulsó una política de turismo social que transformó radicalmente el panorama. Con la construcción de hoteles sindicales y el impulso al descanso obrero, la ciudad se volvió más accesible y, para muchos sectores acomodados, perdió parte de su aura selecta. Fue entonces cuando Punta del Este apareció en el radar de esa élite en busca de nuevos aires: más suyos.

“Lo que sucedía en Buenos Aires o en Montevideo importaba para lo que sucedía en San Rafael y Golf, incluso eventos mucho más lejanos como el impacto de la Segunda Guerra Mundial, que retrasó la construcción del hotel San Rafael por falta de insumos”, enseña López Brennan.

La dimensión natural de estos barrios no fue un añadido estético ni un simple telón de fondo. Desde su concepción, San Rafael y Barrio del Golf se pensaron como una alternativa a la densidad y el ruido de las ciudades modernas. El entramado urbano incorporó el bosque y los jardines como parte esencial de su función social: ofrecer un estilo de vida que recuperara el vínculo con lo natural, no solo desde una mirada ecológica, sino como parte de un proyecto cultural.

Por tal motivo, la Fundación Patrimonio y sus socios también buscan reintroducir el rosedal que alguna vez existió en el Parque El Jagüel, el antiguo Bosque Municipal. Este rosedal fue una de las principales atracciones para locales y visitantes entre las décadas de 1940 y 1950. El predio contaba además con un salón restaurante, una pista de patinaje, juegos infantiles, una pajarera con palomas mensajeras y canchas de tenis. “Cuando escaseaba el combustible durante la Segunda Guerra Mundial, la gente se subía a sus bicicletas o a caballo y se dirigía a este centro de sociabilidad, donde pasaban las tardes en tertulia. La idea es revivirlo”, señala López Brennan.

Hotel San Rafael
Hotel San Rafael

Lo más inmediato será la organización de espacios de diálogo, charlas, exposiciones y muestras a nivel local y nacional sobre la historia de estos barrios señoriales. A más largo plazo, la investigación histórica se plasmará en un libro y un documental, y servirá como base para la creación de un archivo. “Muchos de los primeros vecinos están vivos y tienen mucho para contar. No se trata solo de un conjunto de lindas casas con árboles bonitos, sino de un contexto histórico e intangible que ha sido el centro de sus vidas”, apunta Rodríguez Arnabal.

Revalorizar el patrimonio de estos barrios, explican desde Fundación Patrimonio, no se trata solo de salvar casas antiguas o evitar torres. Es conservar una instancia invaluable en el emerger de Punta del Este como ícono de la costa uruguaya y, al mismo tiempo, honrar la voluntad de sus vecinos y habitués de preservar una identidad propia, en un balneario que aún puede ofrecer algo distinto a los rascacielos replicados por otros barrios de Punta del Este. Esa voluntad forma parte de una tendencia creciente, impulsada por la sociedad civil, que ha defendido con convicción sitios como las playas, Punta Ballena o la Isla de Lobos del avance desarrollista. El mensaje es claro: cuando el progreso erosiona la identidad, deja heridas difíciles de cerrar. Pero también abre la puerta a otra forma de crecer: con raíces, con memoria, con pertenencia.

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Grey Rock, diseñada por Dubourg
EL LEGADO DE DUBOURG

“Solo en Punta del Este debo tener más de 100 casas, y otro tanto entre Buenos Aires, Mar del Plata y en countries de los alrededores de la capital”, repasaba el arquitecto argentino Arturo Dubourg en una entrevista con La Nación en 2002, un año antes de su muerte. En esa centena de chalets esteños, su firma está estampada en algunas construcciones muy emblemáticas: el hotel L’Auberge y su célebre Torre de Agua, Starfish, Grey Rock (donde vivió algunos años), Fairways, Aldebarán y muchas más. Algunas, como esta última -la mansión que perteneció durante más de seis décadas a la empresaria argentina Amalia Lacroze de Fortabat- fueron demolidas para dar paso a nuevos complejos inmobiliarios.

“Barrio Parque San Rafael, Médanos de San Rafael y Barrio Parque del Golf surgen a finales de la década de 1930 y durante la de 1940 de una manera bastante rápida, gracias a las obras de Dubourg, que era amigo de Óscar Cademartori, uno de los principales desarrolladores de la época”, explica León López Brennan, jefe de investigación histórica del Proyecto El Abrazo. Así describe su estilo: “Era tradicionalista, lo llamaba neo-Tudor o neo-Normando. No se dejaba llevar por los modernismos, porque decía que estos son caducos, que después de una década ya pasan de moda. En cambio, sostenía que lo tradicional se mantiene en el tiempo”.

La Fundación Patrimonio ya está en contacto con los herederos de Dubourg para colaborar en el proceso de revalorización del patrimonio arquitectónico de los barrios San Rafael y El Golf.

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