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La historia inexplorada de Punta Ballena: cuevas todavía desconocidas, una vieja discoteca y flora única

La punta rocosa de la Sierra Ballena es un enclave geológico y natural que esconde muchos secretos, entre ellos, similitudes con la falla de San Andrés

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Cueva en Punta Ballena
CEUMI

Una sierra enclavada en el mar. Único acantilado rocoso de la costa uruguaya. Un sistema de cuevas inexplorado. Un punto de altísima biodiversidad en solo 20 hectáreas de estado silvestre. Todo eso es Punta Ballena. Mucho más que atardeceres, deportes extremos y residencias de lujo. Tres investigadores de distintas áreas explican por qué es un rincón sin comparación.

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Sierra Ballena
Ricardo Figueredo

Como la falla de San Andrés.

Uno de los datos más curiosos de la geología de Punta Ballena es donde están sus parecidos en el mundo. Uno de ellos es la californiana falla de San Andrés —sí, la del cine catástrofe—. Menos publicidad tiene la zona de cizalla de Sierra Ballena a pesar de sus similitudes. Una de ellas es la extensión: más de mil kilómetros desde el Río de la Plata hasta Mariscala a través de la Sierra de los Caracoles, luego pasando Varela y Treinta y Tres hasta llegar casi a Melo, y de ahí continúa con otros nombres por el sur de Brasil, hasta la costa de Santa Catalina. La estadounidense tiene 1.300 kilómetros de largo.

Falla o zona de cizalla representan lo mismo: una fractura en la corteza terrestre. Esta se produjo porque dos bloques de corteza continental actuaron como una tijera: se adosaron y se desplazaron en sentidos opuestos en forma horizontal, explica a Domingo Mauricio Faraone, máster en Geociencias y geólogo de la Dirección Nacional de Minería y Geología de Uruguay. Los minerales de las rocas en contacto entre los dos bloques fueron deformados, elongados y recristalizados a alta temperatura y presión a una profundidad de entre 10 y 15 kilómetros, disminuyendo su tamaño y formando un tipo de roca denominado milonita.

“Las rocas se comportaban plásticamente, como si fuesen plasticina; hoy vemos estas estructuras expuestas en el terreno, pero ese comportamiento se podría ver en la profundidad de la falla de San Andrés”, enseña. Allá abajo se siguen formando milonitas similares a las de Sierra Ballena.

Lo que vemos en el balneario es, además, rocas formadas por fuerzas tectónicas que actuaron hasta hace unos 560 millones de años. “Los afloramientos que podemos ver en Punta Ballena están muy bien preservados. Cuentan mucha historia”, dice Faraone.

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Cuevas en Punta Ballena
CEUMI

Y aunque esta historia nunca tendrá una película —como sí tiene la falla que siempre espera por el Big One, un megaterremoto con una energía superior a ocho en la escala sismológica de magnitud de momento, por ser actualmente el borde de una placa tectónica—, la de Sierra Ballena era igual de violenta con sismos y volcanes funcionando a pleno.

También es una pieza importante del puzle de los supercontinentes, en particular, de Gondwana, cuando Sudamérica y África no tenían un océano de por medio. Es por esta razón que la zona de cizalla de Sierra Ballena arranca en el Río de la Plata, cruza hacia Brasil y continúa en el sur de África. Y concita el interés científico aquí y allá. Esta interrupción la dejó apacible: hoy está en medio de la placa sudamericana. “Nos permite a los geólogos reconstruir la historia en común entre los continentes”, cuenta.

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Grutas de Punta Ballena
Ricardo Figueredo

Dentro de las grutas.

La falla de San Andrés tendrá a Dwayne Johnson pero la Sierra Ballena supo tener al jet set rioplatense y europeo. Durante unos años locos en la década de 1960 albergó una discoteca entre sus rocas. Esta fue instalada en la Cueva del Tigre, la cavidad más grande de las seis conocidas en la zona.

Ismael Lugo, presidente del Centro Espeleológico Uruguayo Mario Isola (Ceumi) —institución para la exploración, investigación y conservación de los espacios subterráneos—, cuenta que, además de la Cueva del Tigre, ha explorado la llamada Cueva de los Murciélagos —de unos 20 metros de progresión y cuya colonia de murciélagos ya no habita allí— y otra que no tiene nombre que está en la ladera oeste, cerca de Casapueblo (desde el primer estacionamiento a la derecha hay un pequeño sendero que lleva hasta la entrada). Pero desde el mar ha visto muchas más que se encuentran en predios privados y de las que, hasta ahora, se desconoce su interior. “Están en la línea de complejos que da hacia la playa La Rinconada; algunas tienen una playita. Es un verdadero sistema de cuevas”, dice a Domingo. Hace un tiempo divisó una que estaba siendo utilizada como depósito. Y afirma: “Como siempre pasa, el patrimonio conocido es menor al real”.

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Cuevas en Punta Ballena
CEUMI

La cueva sin nombre, cuya topografía fue revisada por Lugo en 2018, también tiene grandes dimensiones: unos 22 metros de progresión. En la exploración descubrió dos hechos llamativos. Uno es la presencia de espeleotemas (depósito de minerales) de tipo coraloide: formaciones globulares como si fueran pop que nunca han sido estudiadas y que cree que servirían para conocer más sobre los cambios climáticos en el pasado (y, por tanto, servirían para predecir los futuros). El otro es que su techo no es de roca madre (se supone que se derrumbó en algún momento), sino que son cientos de clastos de diversos tamaños cementados a lo largo del tiempo. La hipótesis del espeleólogo es que ha sido obra de los cambios del nivel del mar en las distintas eras geológicas. Esta formación la hace muy vulnerable. “La Cueva del Tigre tiene un techo de más de 10 metros de espesor; es muy difícil que pueda colapsar”, compara.

Pero no es imposible. Hay una amenaza inminente que es el proyecto que pretende construir 29 edificios y 300 apartamentos en la zona que está bajo estudio del Ministerio de Ambiente. Lugo sostuvo que, de las cuevas conocidas, la que no tiene nombre es la que corre más peligro de verse seriamente afectada (por el pasaje de maquinaria pesada, uso de explosivos y otros factores) o incluso desaparecer, porque una de las edificaciones sería construida arriba; pero lo mismo sucedería con la Cueva del Tigre y con la Cueva de los Murciélagos. “Pone en peligro el patrimonio espeleológico departamental”, sentenció.

Y añadió: “Cuando se pierde una cueva se pierden valores sociales, culturales y naturales importantes para la ciencia”.

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Grutas Club en Punta Ballena
GRUTAS CLUB: LOS AÑOS LOCOS EN CUEVA DEL TIGRE

La cueva más conocida es Cueva del Tigre, la que albergó la boîte en los años del llamado Grutas Club. La abertura de esta tiene unos seis metros de alto por cinco metros de ancho. Ismael Lugo, presidente del Centro Espeleológico Uruguayo Mario Isola (Ceumi), cuenta a Domingo que su profundidad es de unos 20 metros como recabó un servicio geológico argentino en 1994.

Antes de la instalación del club había sido utilizada como refugio de pescadores. En una nota fechada el 9 de octubre de 1967, Roque García y Javier Mancera, a nombre de la “sociedad civil con fines sociales, culturales y deportivos Club Las Grutas”, solicitaron que sea aprobado un permiso de construcción destinado a un emprendimiento turístico sobre la ladera este de Punta Ballena. La obra, según explicaba la carta, iba a ser “monumental”: “Un gran hotel de nivel internacional, restaurante, salas de juegos, galerías comerciales”, etc.

No se hizo todo, pero sí se transformó la cueva en una discoteca con pistas de baile de acrílico naranja iluminado por debajo, luces estroboscópicas y aire acondicionado. Afuera se instaló una piscina artificial de agua salada de 19,5 metros por 15 metros con una profundidad máxima de 3,15 metros que proyectó el arquitecto Samuel Flores Flores (fallecido en 2017) y que en su apogeo recibía entre 300 y 400 bañistas por día.

Para las obras se removieron más de 1.500 metros cúbicos de roca con 18.000 cartuchos de dinamita de baja potencia.

De acuerdo con los primeros dibujos, Flores pretendía seguir la forma en espiral de un nautilo. El club fue inaugurado el 24 de diciembre de 1968 con la presencia del presidente Jorge Pacheco Areco y algunos embajadores. Sin embargo, duró muy poco: fue demolido seis años después y ningún otro emprendimiento fue exitoso. En el interior de la cueva se pueden ver restos de su pasado hedonista.

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Relevamiento de la Cueva del Tigre durante el trabajo de excavación, 1967.
El universo curvo de Samuel Flores, Emilio Nisivoccia, Mary Méndez, Laura Alonso, Lorena Patiño.
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Interior de la discoteca de Grutas Club

Hotspot de diversidad.

Patricia Mai conoce el dato de sobra pero no le deja de parecer impresionante: en un espacio de solo 20 hectáreas silvestres conviven más de 400 especies de plantas; algunas de ellas, únicas en todo el mundo. “No hay ningún lugar tan chiquito con esa diversidad”, cuenta a Domingo la investigadora del Departamento de Ecología y Gestión Ambiental del Centro Universitario Regional del Este (CURE) de la Universidad de la República (Udelar) sobre otro hito de Punta Ballena. Ese número representa aproximadamente el 15% de la flora total del país. En palabras técnicas, esa punta rocosa que se remoja en el mar es un “hotspot” de vegetación.

El área natural de Punta Ballena cuenta con 427 especies de plantas vasculares (aquellas con hojas, tallo y raíces y vasos por los que circula la savia) registradas. Eso es “hasta el momento” y puede cambiar porque hay cuatro que todavía no se han podido identificar como especies nuevas o como variantes de alguna otra. Por ejemplo, la que en la sierra se desarrolla como arbusto erecto, aquí lo hace a ras del suelo, o presenta otros colores en sus flores. La hasta ahora llamada Eryngium aff. paniculatum, que es como una caraguatá verde-grisáceo, podría tratarse de una entidad totalmente nueva para la ciencia. Esto se debe a las condiciones ambientales del sitio: condiciones geológicas, vientos fuertes, alta insolación, altos niveles de salinidad y más. “Están adaptadas a vivir en condiciones hostiles”, apunta la investigadora. En este contexto, es muy poco factible, “si no utópico”, la posibilidad de conservar estas especies en invernaderos o en cultivos artificiales.

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Grutas de Punta Ballena
Ricardo Figueredo

De esas 427 especies, unas 370 fueron confirmadas en los últimos 10 años, mismo periodo en el que Mai y colegas han visto cómo se han reducido varias poblaciones. Algunos números: 33 se consideran prioritarias para la conservación (la mayoría está distribuida a lo largo de la punta rocosa), cinco son vulnerables, una está en peligro de extinción y cinco especies ya desaparecieron del lugar. La última especie apareció en 2018, bautizada como Oxypetalum marchesii, denotando que todavía Punta Ballena está lejos de ser un sitio de asombro agotado. A su vez, crecen dos especies que hasta el momento solo se han registrado en Punta Ballena: Parodia tabularis y Senecio ostenii var. balaenicus.

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Flora endémica de Punta Ballena
Patricia Mai

Ante la amenaza que significa para el ecosistema el proyecto de 29 edificios, Mai y colegas del CURE afirman que el área debe ser protegida, ya sea con su ingreso al Sistema Nacional de Áreas Protegidas o con alguna medida departamental. Pero también hay otros recursos disponibles como regularizar el uso público del espacio, en particular el estacionamiento de vehículos, realizar algún tipo de caminería o trillo, instalar cartelería con precauciones e información sobre el lugar y prohibir la colecta de plantas. “Como no hay regulación, la gente considera que es tierra de nadie”, denuncia. Otra medida de conservación necesaria es el manejo de las especies invasoras —aquellas que logran adaptarse a un nuevo lugar crecen sin limitaciones— que, aunque presentes en el sitio, la investigadora considera que todavía permanecen como focos puntuales y pueden ser mantenidas a raya. Estas provienen en su mayoría de los jardines ubicados en las urbanizaciones cercanas (aunque sus orígenes geográficos pueden ser tan lejanos como Sudáfrica). La más preocupante es la garra de león.

Faraone agrega: “En Punta Ballena interactúan la geología y la biología como en ningún otro sitio. Eso la hace muy frágil. Debemos hacer un esfuerzo por preservar sus valores”.

SITIO ESPECIAL PARA LOS DEPORTES EXTREMOS

“Es un sitio sumamente rico para la recreación y el deporte”, dice Joaquín Franco, de Tempus Aventura, operador turístico que ofrece la experiencia de escalada y rappel en las grutas de Punta Ballena. Además de estas dos actividades, con Tempus Aventura también se puede practicar slackline, es decir, caminar sobre cintas sujetas a puntos fijos de anclaje. “Trabajamos la conexión con el sitio, que se lo pueda ver desde otro lado”, cuenta a Domingo en referencia a que muchos visitantes llegan por primera vez a este rincón de la costa, incluso fernandinos, para practicar escalada y quedan “impresionados” con el paisaje rocoso. La próxima actividad tendrá lugar el 20 de enero; solo hay cupo para 15 personas. El costo es de $ 1.200 y hay más información en @tempusaventura en Instagram o al celular 092 508 855.

Punta Ballena, además, capta la atención de diferentes deportistas y aficionados: pesca tradicional, kayak, nado en aguas abiertas, buceo en apnea, parapente, ala delta y paramotor, entre otros que se dan cita durante todo el verano.

De setiembre a abril se registran las mejores condiciones meteorológicas para los deportes aéreos. La Escuela del Viento ofrece vuelos costeros por US$ 70. Más info en escueladelviento.com. A Volar ofrece vuelos en parapente en tándem de 15 minutos por US$ 110. Su página es avolaruruguay.com. Las Grutas (con una altura de 30 metros) y Casapueblo (35 metros) son dos de los lugares considerados como mejores “rampas de despegue”.

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