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Primero a veces

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IGNACIO ALCURI

Nacional salió Campeón Uruguayo. Mis felicitaciones al cuerpo técnico, encabezado por ese hombre que es muy parecido a Condorito -pese a que se lo digo a todo el mundo, y me contestan "nada que ver", pero estoy convencido-.

También felicito al plantel, y en menor medida a los dirigentes, personal de la concentración, la sede... y hasta por ahí.

No me malinterpreten, simpatizo por el Defensor Sporting, pero mi falta de congratulaciones a la parcialidad no obedece a una tirria de mi parte. Es que no me parece justo incluir, en la misma bolsa de saludos, a aquellos responsables del triunfo, con gente cuya influencia fue igual a cero.

Sí, yo opinaría lo mismo si el resultado hubiera sido otro. Nunca me vieron al otro día de un partido caminando por la calle con la camiseta puesta, sin importar lo heroica de la gesta (Boca Juniors, cof, cof). Así que no empiecen.

A partir de ahora me referiré en forma genérica, para no ofender a ningún hincha en particular. Pongamos un equipo llamado Niupi, en honor a la gloriosa escuadra de los Supercampeones que contaba con Oliver Atom como máximo artillero.

¿Qué mérito tiene ser hincha del Niupi? Lo seguís a todas las canchas, te colgás del alambrado, puteás a los jueces en chino mandarín (sé que la serie es japonesa, es una expresión). Pero el que hace los goles es Oliver.

Además seguramente seas del Niupi por casualidad. Porque tu viejo es hincha del Niupi, o porque te mudaste cerca de la cancha y un día viste pasar una de esas pelotas de fútbol que se vuelve ovalada ante el increíble poder de los chutes de Atom y compañía.

Por lo tanto, si el Niupi sale campeón, o si tiene que pelear en los despachos de la Liga Japonesa unos puntitos para entrar al hexagonal, pensá que es simple cuestión de suerte.

Se me ocurrió una comparación buenísima (para mí). Comprás un cómic de superhéroes. Un título nuevo, impreso en papel brillante y a cuatro tintas. Nunca habías visto a esos dos personajes, que en la tapa aparecen peleando entre sí. ¿Bien?

En la página 1, un recuadro escrito por el editor dice "Elegí uno de los dos superhéroes". Son genéricos; uno tira rayos por los ojos y el otro sopla un viento gélido. Sus fuerzas son similares. Ha que elegir, y lo hacés.

Durante 22 páginas, los muchachos se sacan chispas en medio de Manhattan, destruyendo edificios (que convenientemente están vacíos).

Y al final, cuando parecía que se venía un "continuará" gigante, uno de ellos asesta una estocada mortal, y gana.

Ese lector tiene mucho en común con un hincha de fútbol. Seguro durante la lectura insultó, pataleó, lloró, hizo fuerza para que su héroe resultara triunfador.

Pero lo cierto es que la historia ya estaba impresa, y por más promesas locas que hiciera (me rapo, te juro que si gana mi superhéroe me rapo) o plegarias a los dioses (Orion, Metron, Takion... son dioses del cómic), el resultado no se podía cambiar.

Por último, un mea culpa. Porque ni bien terminó el partido del miércoles, envié un manojo de mensajes de texto, haciendo exactamente lo que dije que no debía hacerse: felicitando a varios hinchas de Nacional por el campeonato.

Se trataba de gente querida, a la que yo sé que esa casualidad deportiva les brinda un momento de felicidad, así que me puse feliz por ellos.

Qué diablos, felicitaciones a los demás también. No voy a andar haciendo diferencias.

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