Enrique Piñeyro es una figura difícil de clasificar, un hombre que ha surcado los cielos como piloto, que ha iluminado las pantallas como cineasta y que cocina con pasión en su restaurante de la Chacarita, todo mientras alza la voz contra las injusticias. Maneja una ONG solidaria que tiene un avión para hacer traslados y hasta un barco para rescatar a migrantes que son trasladados como mercancía entre África y Europa. Hoy, a las 20 horas, presentará en el Sodre su espectáculo de stand up “Volar es humano, aterrizar es divino”, que lleva 12 temporadas.
Nacido el 9 de diciembre de 1956 en Génova, Italia, y nacionalizado argentino, Piñeyro es médico aeronáutico, activista, filántropo, actor, director, productor y piloto de línea aérea. Hijo de un cirujano infantil y una instrumentadora quirúrgica, y nieto de Enrico Rocca, hermano y socio de Agostino Rocca, fundador del Grupo Techint, Piñeyro heredó una fortuna que, en lugar de atarlo a la empresa familiar, le dio la libertad para perseguir sus pasiones. Su herencia le permitió invertir en distintas cosas y vivir con cierta holgura.
“Desde los 3 años, mi pasión ha sido la aviación. De joven pasaba el día mirando aviones, sabía todo sobre ellos aunque no tuviera licencia. Después, incursioné en el cine y otras áreas, pero mi esencia siempre ha sido ser piloto”, comenta Piñeyro en entrevista con Domingo. Y agrega: “No dependo de estas charlas para vivir. Hace tiempo me deshice de lo que heredé y vivo de mis proyectos”.
Su formación es tan diversa como su trayectoria. Estudió Medicina en la Universidad de Buenos Aires, especializándose en medicina aeronáutica en la Universidad del Sur de California, y también se formó en teatro y dirección. A los 32 años, en 1988, ingresó como piloto a Líneas Aéreas Privadas Argentinas (LAPA), donde alcanzó el rango de comandante en 1995.
Esta época marcó un punto de inflexión en su vida. En 1999, Piñeyro renunció a LAPA tras denunciar graves irregularidades en la seguridad operacional de la aerolínea. Dos meses después, el 31 de agosto de 1999, el vuelo 3142 de esa compañía se estrelló en el Aeroparque Jorge Newbery, dejando 65 muertos y 17 heridos.
“Decidí no volar un avión que consideraba inseguro debido a múltiples fallas. Informé a la compañía, pero otro piloto lo voló, respaldado por la empresa, y ese mismo avión tuvo un accidente. Esa noche, en mi casa en el Delta, con la marea subiendo hasta casi entrar por la puerta, sentí que mi carrera de piloto había terminado a los 40 años”, recuerda.
“Fue un cambio de 180 grados, pero también positivo, porque se abrieron muchas puertas nuevas. Aunque fue dramático y sigo pensando en no haber podido evitar el accidente, tengo la tranquilidad de haber hecho todo lo posible. Fui testigo en el juicio, pero la Justicia argentina, como siempre, fue decepcionante, con condenas mínimas. Sin embargo, ponerlo en evidencia fue sanador”, añade.
Su experiencia en LAPA inspiró su ópera prima, Whisky Romeo Zulu (2004), un filme parcialmente biográfico donde dirige y actúa, narrando su lucha contra las políticas de seguridad de la aerolínea. El nombre de la película hace referencia a la matrícula de la aeronave accidentada (LV-WRZ).
Whisky Romeo Zulu recibió el Sol de Oro en el Festival de Cine Latinoamericano de Biarritz y más de 15 premios internacionales; también fue presentada como evidencia en el juicio contra LAPA, consolidando a Piñeyro como un referente en seguridad aeronáutica. Fue invitado a disertar ante la NASA, Naciones Unidas y la Organización de Aviación Civil Internacional.
Vuelos con sabor amargo
El cine de Piñeyro no solo entretiene, sino que transforma. Su documental Fuerza Aérea Sociedad Anónima (2006) expuso la corrupción en el control del tráfico aéreo por parte de la Fuerza Aérea Argentina, logrando un impacto político tan significativo que el gobierno nacional trasladó esa responsabilidad a la Secretaría de Transporte.
Por este trabajo, y otros como Bye Bye Life (2008) y El Rati Horror Show (2010), recibió el Premio Konex de Platino 2011 como Documentalista de la Década.
Pero Piñeyro ha estado involucrado en otros juicios muy sonados, como el que se hizo contra los pilotos que participaron de los llamados “vuelos de la muerte” durante la dictadura, una herida abierta y compartida entre Argentina y Uruguay. Este capítulo de su vida le dejó un retrogusto amargo.
“Fue una experiencia muy intensa, con sensaciones encontradas. Al analizar los documentos, reconocí nombres de personas con las que había compartido momentos, como partidos de vóley o vuelos en mi compañía. Me costaba imaginar que personas aparentemente sumisas o prolijas pudieran haber participado en esos crímenes. Fue impactante. Testificar fue positivo, pero el desempeño de los jueces fue patético, con defensas agresivas y un proceso judicial decepcionante. La evidencia más sólida vino de una periodista, Miriam Lewin, y un fotógrafo italiano, Giancarlo Ceraulo. Estos procesos son tan inhumanos que es difícil conciliar las emociones”, resume.
Su compromiso con los derechos humanos también se refleja en Garage Olimpo (1998), donde interpretó a Tigre, el jefe de un centro de tortura durante la dictadura argentina, y colaboró en la producción.
Embanderado en otras causas
En 2018, Piñeyro fundó la ONG Solidaire tras comprar un Boeing 737 para realizar vuelos humanitarios. Pero además, esta organización cuenta con un barco propio. “Hace poco regresé de una misión con nuestro barco de rescate en el Mediterráneo, donde salvamos a 92 migrantes en una embarcación sobrecargada. La situación en el Mediterráneo es crítica: traficantes abandonan a los migrantes en el mar, y los países europeos, responsables históricos de estas crisis por su pasado colonial, se desentienden. Nuestra labor es una gota en el océano, pero es un ejemplo para otros”, señala.
Como piloto, siempre ha sido partidario de la diversidad y de la apertura en la profesión.
—¿Qué opina de Traniela, el piloto transgénero que ha ganado visibilidad en Argentina? ¿Ayudó a descomprimir los formalismos de la profesión?
—Los pilotos transgénero no son novedad, pero Traniela tiene un perfil muy alto. No termino de entender su búsqueda, pero no tengo problema mientras cumpla con los requisitos, pase los chequeos y esté en condiciones físicas. La aviación ha avanzado mucho en igualdad de género. Cuando entré a LAPA, vi a la primera mujer convertirse en comandante internacional. Hoy, en Solidaire, tenemos dos pilotos mujeres. Lo importante es ser un buen líder o copiloto, sin importar género u orientación. La industria ha logrado avances significativos, aunque aún falta para alcanzar un equilibrio total.
Como cineasta, sigue con preocupación algunas políticas argentinas que recortan fondos a la cultura, aunque no culpa exclusivamente al actual gobierno de Javier Milei: “Tengo una opinión muy negativa. Este enfoque de rentabilizar todo, desde lo social hasta lo cultural, es perjudicial para la identidad del país. Es el resultado de un capitalismo extremo, alimentado por años de políticas vacías que oscilan entre falsas izquierdas y derechas extremas. Todas las izquierdas truchas traen derechas verdaderas. El kirchnerismo se percibe como centroizquierda, pero es más bien centroderecha; Macri es un liberal ortodoxo, y Milei representa una derecha extrema. Es triste ver cómo se trata a la población desde esta perspectiva economicista, priorizando la rentabilidad sobre la cultura y la emoción”.
Mientras su vida discurre en tantos carriles diferentes, su lugar de solaz en este mundo parece ser su restaurante Anchoíta, que abrió en noviembre de 2018 en el barrio Chacarita.
“Funcionó bien en 2019, pero cerramos en marzo de 2020 por la pandemia. Ahora estoy aquí, sentado en el restaurante. Mi pasión por la cocina viene desde los 6 años, cuando descubrí la ‘alquimia’ de transformar un huevo crudo en uno frito. En casa, mi madre no cocinaba, así que aprendí por necesidad. Esa fascinación por la cocina, solo superada por mi amor por los aviones, sigue siendo parte de mí”, remata.