ADELA DUBRA
La vida le dio una segunda oportunidad. Y él está contento. A los 74 años, Walter Reyno, el actor que ha tenido una destacada trayectoria en teatro y cine, superó una complicada situación de salud. Reyno, que ganó tres premios Florencio y ha tenido papeles memorables en películas como la argentina El aura, es ahora un feliz jubilado bancario. Sigue con funciones y estrenos pendientes. En su apartamento de la calle Río Branco, impecablemente vestido y de pantuflas -eso sí, con monograma- recibió a Domingo para hablar de tablas y amores.
-Qué bien se lo ve. Nadie diría que pasó casi un mes en el CTI. ¿Cómo se siente?
-Tuve un infarto acá en mi casa que si no es por mi mujer me muero. Después me operaron, se complicó, se volvió a complicar. Estuve 25 días en CTI. Vi a la señora de la guadaña que pasó, me miró y me dijo: "Vamos a darte otro poquito más". Me cambió la vida. Siempre fui muy ansioso y esto me dio tranquilidad. Voy a la esquina a ver los arbolitos. Sigo cocinando y cosiendo, que me encanta.
-Pero fumó mucho. ¿Sigue nadando?
-Lo que me pasó fue por eso. Durante 25 años fumé todos los días 3 paquetes. Más te digo: cuando los uruguayos nos quejamos de la crisis, es relativo. Porque cuando dejé, trabajaba en el Banco República, tenía tiempo, agarré la computadora y calculé: yo me fumé 28 mil dólares; 28 mil dólares, como lo oís. Y sí, sigo nadando. Tres veces por semana voy al club. De viejo nadás espalda porque es más descansado. Pero nado media hora sin parar. Salgo y me siento Dios.
-Su hermano Osvaldo es escenógrafo y dirige un espacio teatral. Sin embargo, no vienen de familia teatrera…
-Empecé en el teatro porque en el liceo a los 16 años me enteré que el que iba a ensayar podía faltar. Más adelante me formé con Enrique Guarnero, estuve dos años en la EMAD, hice teatro de barrio y después entré en el Circular. Pero nuestra familia no tuvo nada que ver. Mi padre, gallego, era camionero del puerto.
-¿En qué momento se dio cuenta que era su vocación?
-No sé… qué pregunta me hacés… Porque soy de barrio de verdad, de fútbol en la esquina. Pero me empezó a gustar el clima, el trabajo colectivo, eso de luchar por una cosa, la ilusión de que te vaya bien, después bancar cuando no va nadie. Cuando empecé, ni mi familia sabía y usaba otro nombre.
-¿Cuál?
-Walter Rocco, por "Rocco y sus hermanos". Vamos a ser sinceros: hace 50 años, si hacías teatro, en los barrios bien barrios, te miraban de costado. Te echaban del café.
-Es cinéfilo y ha visto mucho teatro, ¿cómo se fue nutriendo?
-Tuve muchos profesores. Y el trabajo. Hacer y hacer, y equivocarse. Y hacer de nuevo, y oír las críticas de viejos actores, por ejemplo. Y de gente como Omar Grasso, Mario Morgan, que era compañero del Circular. Cambiando de directores se aprende mucho. También viendo cine. Sigo yendo. En mi época el dios era Vittorio Gassman. Llegué a estar un rato con él. Cuando trajo sus espectáculos yo era alumno de la EMAD y me vi todas las funciones. Aparte era muy simpático: nunca me olvidaré que estábamos en clase y de pronto, a media mañana, entró Gassman. Quedamos helados.
-¿Cuáles son sus directores favoritos?
-Soy hincha de Bergman y Kurosawa. Pero como escuela actoral, soy de Elia Kazan y el Actor`s Studio; las primeras de Marlon Brando las vi siete veces. De los últimos tiempos, Stanley Kubrick.
-Además de trabajar para directores extranjeros, actuó en casi todas las películas uruguayas. Sin embargo, no disfruta de hacerlo. ¿Cuál es su motivación? ¿No sabe decir que no?
-Debe ser para alimentar el ego. En el caso de El aura (del argentino Fabián Bielinsky) fue por la plata. Lo digo honestamente. Pero es verdad que no me gusta mucho, porque es muy aburrido. Estás siempre esperando. En El aura me tuve que ir 45 días al sur argentino para tres escenas. Por contrato no podía moverme del hotel. Decí que (Ricardo) Darín es un fenómeno. Trabajar con él fue bárbaro.
-Usted tuvo críticas fantásticas, como la de la revista "Variety"…
-¿Ah sí? ¿Sabés que no sé? Soy mal espectador de mi trabajo. Uno no tiene consciencia de cómo es. No me gusta mi imagen. Hubo una película que me gustó como yo estaba: La espera, de Aldo Garay.
-En el cine siempre ha hecho de malo. ¿Le gusta?
-Siempre hago de hijo de p..., pero me gustaría hacer de bueno. En la que no hice de malo, era un cura soñador -yo pagaba por hacerla- fue tan horrible que ni se vio.
-Perteneció al Teatro Circular durante 50 años, pero tomó distancia. ¿Qué pasó?
-Empecé en el 56; no soy fundador, porque es del 54. Es que hay etapas. Sigo siendo integrante, pero con Patricia (Yosi, su señora, directora y actriz) queríamos hacer un espec- táculo que nos gustaba mucho y no se dio. Y enganchamos con hacer Los guapos en el boliche de mi hermano (la Vieja Farmacia Solís). Estoy en un año sabático con el Circular.
-El medio teatral ¿es tan duro, tan lleno de envidias como se dice?
-Eso está en la condición humana y en la de los artistas. Son pocos los que viven de su arte, de lo que recaudan en la taquilla, entonces cuando a otro le va bien, es muy difícil de bancársela. Lo digo porque me ha pasado, decís: "¿A aquél le va brutal, gana plata y a mí no me vienen a ver ni los perros?" Es bravo.
-¿Por qué nunca quiso entrar a la Comedia Nacional? Dicen que jocosamente comentó "para empleo público ya tengo el Banco".
-Me ofrecieron sugerir mi nombre en el 74. No lo digo peyorativamente, pero en la Comedia tenés que hacer lo que el director manda y además sos funcionario municipal, vamos a hablar claro. A mí en materia artística, pudiendo tener el Banco, de noche hago el teatro que me gusta con la gente que me gusta. Porque estar dentro de la Comedia es bravo. Es "hacé tal cosa y callate".
-¿El Circular fue un buen lugar donde desarrollarse?
-Claro. Además vos sos del lugar donde nacés. Y yo nací en el Circular. Con problemas, con líos. A veces el sueldo del Banco era para el montaje de la próxima obra. Yo fui administrador del Circular durante años y en una obra que China Zorrilla hacía el vestuario me acuerdo que nos pasó de tener que salir yo a pedir un préstamo.
-¿Es amigo de China?
-Soy amigo, pero nunca trabajé con ella, que es la mejor forma de ser amigo. China es maravillosa.
-Daniel Hendler lo considera su maestro y usted tuvo mucho que ver con su despegue. ¿Cómo fue?
-Él tiene un carisma bárbaro… En las clases era rarísimo, porque nunca hacía lo que yo le pedía, pero igual me dejaba estupefacto. Lo del cine fue porque yo había trabajado para Daniel Burman en una película que nunca llegó acá y tiempo después lo encontré por el Centro y le dije: "Andá a ver a ese pibe, en teatro es bueno pero me parece que en cine sería excelente". Lo fue a ver, le gustó y lo llamó. En el cine es como me dijo una vez un director italiano con el que trabajé: lo que importa es tener la mirada del personaje. Esta anécdota de Burman está buena, porque de paso te digo que el 80% de la gente que hace cine no va a ver los actores al teatro.
-El teatro parece estar viviendo un momento de ebullición, con mucho talento joven. ¿Qué nombres le interesan?
-Una cantidad, algunos dan miedo de la polenta que tienen. (Santiago) Sanguinetti es interesante. Trato de ver la mayor cantidad de espectáculos de gente joven posible. Gabriel Calderón me gusta mucho también.
-En los últimos tiempos, su señora lo dirige en teatro. ¿Cómo llegaron a esa fórmula? ¿Es más sencillo, así lo mandan siempre?
-(Ríe) Claro, yo digo: "Ahora también me manda en el teatro, en casa siempre me mandó". Enganchamos bien, y además es una gran productora. Gran parte de lo que soy se lo debo a ella. La bohemia mía era un desastre. Me casé a los 42 años. Ella era mi alumna, y tiene 18 años menos que yo.
-Ello lo dirigió en Onetti en el espejo, en la que usted dio, quizá, una de sus mejores performances y que lo llevó a Europa. A propósito, ¿por qué asegura que de gira hay que llevar un mate y dos zum?
-(Ríe) Ah, porque una vez se me quemó el que tenía y casi me muero. Y otra vez en un hotel en Londres hice saltar toda la instalación eléctrica. ¡Se armó un lío!
-Estuvo soltero largo tiempo, siempre tuvo buena pinta. ¿Conquistó a muchas?
-Esto lo podés publicar porque es tremendo: nunca dejé a una mujer. Todas me dejaron y muchas lo hicieron engañándome, que es bastante más doloroso. Antes de terminar el reportaje, ¿te puedo pedir que me preguntes cuál es la actriz que más me gusta?
-Sí, cómo no. ¿Cuál es?
-Emmanuelle Beárt. Con mi mujer tenemos un pacto: es con la única que la puedo engañar y ella puede hacerlo con Jeremy Irons. Cuando Emmanuelle Beárt estaba con Daniel Auteuil yo le escribía cartas imaginarias donde le hablaba mal de él todo el tiempo. En otra época estuve enamorado de Catherine Deneuve y de Michelle Pfeiffer, pero ahora solo de Emmanuelle.
-Ganó tres Florencio...
-Sí, pero uno no fui a buscarlo. He estado en contra, porque veía que los Florencio separaban a la gente de teatro, no la unían. Una vez asistí a una entrega hace muchos años en el Odeón y cuando le dieron el premio a Mejor Actriz a Beatriz Massons la gente empezó a gritar y Beatriz saludaba y era que gritaban "Es-te-la, Es-te-la" por Estela Medina, que no lo había ganado. Fue espantoso, por poco me suicido. Somos muy pocos, nos morimos de hambre, no vale la pena separar.