Pacientes que se cortan solos

| Golpearse o hacerse tajos en la piel es, para muchos adolescentes, la única forma de expresar sensaciones de vacío y depresión. Es una práctica en aumento.

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GABRIELA VAZ

Un día, cerca de la cinco y media de la tarde, estaba esperando que vinieran a buscarme al colegio. Me había metido en una clase vacía desde donde podía ver si llegaba el auto. Estaba sola y me sentía muy triste y preocupada, pero no recuerdo bien por qué razón precisa. Me puse a llorar sin apartar la mirada de la ventana y, sin ser consciente de lo que me sucedía, sin medir qué me proponía, abrí mi mochila y busqué una tijera amarilla que usaba para recortar fotocopias. Como en un estado alterno, la abrí y comencé a deslizarla firmemente sobre mi muñeca izquierda, sin llegar a cortar la piel, pero dejando marcas rojas y tal vez un pequeño rasguño en algún lado. Hice varias líneas paralelas, sin saber ni qué estaba haciendo, pero sin sorprenderme tampoco; lo sentía como algo instintivo. Sigo sin saber qué pasó, cómo abrí esa puerta, cómo fabriqué mi propio medicamento de la nada. No sabía lo que hacía, pero sí sabía que me había hecho sentir mejor". De esta manera, la uruguaya Zulma Saadoun, de 25 años, relata en su libro Cien cicatrices (Sudamericana, 2012) cómo fue el momento en que empezó con la práctica de autolesionarse, cuando tenía 15 años.

Lo que Zulma comenzó a hacer instintivamente una década atrás, se conoce como autolesión o automutilación y constituye una realidad que ha ido en aumento entre los adolescentes uruguayos, según lo entiende Raquel Zamora, pediatra, psiquiatra, docente y terapeuta cognitivo-conductual que se ha especializado en trastornos de la población joven. "Si bien no tenemos estudios estadísticos en el país, te puedo decir que si divido en décadas mis 30 años de ejercicio en la profesión, se nota que en cada una ha ido in crescendo claramente. El aumento es muy importante", admite, aunque hace la salvedad de que la población que llega al centro Capta (una clínica privada de atención a pacientes con trastornos psiquiátricos y psicológicos), que ella dirige, está sesgada, dado que se especializan en problemática de adolescentes y jóvenes, como trastornos alimenticios y personalidad borderline, entre otros. "Pero hoy una de las problemáticas importantes son los pacientes que tienen como sintomatología las automutilaciones", asegura.

En otras palabras, lo que Zamora ve con frecuencia son pacientes que se golpean a sí mismos, se cortan la piel o se lastiman el cuerpo de las formas más variadas. Usan tijeras, gilletes, bisturí, trozos de vidrio, objetos pesados, los propios puños, dejando huellas de cicatrices y moretones en los antebrazos y las muñecas -sobre todo-, pero también en el abdomen, las mamas, el rostro y más. ¿Por qué lo hacen? Porque es el único alivio que encuentran para un gran dolor psíquico. "Muchas veces es mal interpretado como intento de autoeliminación, pero en la automutilación no hay determinación de suicidio. Lo que la persona busca en realidad es regular sus emociones, sentirse mejor, porque se siente terriblemente mal. En todos los casos, te plantean que cuando se lastiman no sienten dolor; sienten sensación de liberación, de alivio de un dolor profundo, psicológico, muy importante", explica Zamora, quien trabajó en la policlínica de Adolescentes del Hospital Pereira Rossell y en el servicio de atención integral al adolescente de la Asociación Española.

Zulma coincide. Tras aquella primera experiencia, siguió un tiempo de experimentación que fue, digamos, "perfeccionando" el método. Durante los 16 y 17 años, sin lograr deshacerse de la tristeza, desarrolló la práctica. Cuando, al terminar el liceo, viajó a Francia para estudiar en un prestigioso instituto una carrera que no la entusiasmaba, su angustia se profundizó junto con sus cortes. Llegó el día en que ya no le quedaba lugar en los brazos para seguir hundiendo la gillete y pasó al rostro. ¿Por qué? "Por un lado, lo hacés para sentirte mejor. Es pasar a algo más básico sensaciones complejas, difíciles de explicar. Cuando no estás acostumbrado a usar palabras para describir lo que sentís, caés en este tipo de mecanismos que facilitan expresar algo. El corte es fácil: el corte me duele, me lo curo y ya está. Otro motivo es sentir: si estás mal y no sabés por qué, esto hace que sientas algo; ver sangre, igual que el dolor, te recuerda que estás vivo. También es una forma de castigo, porque vivo en un cuerpo que, según todo lo que veo, todas las imágenes que me bombardean, no está bien, y hoy tu cuerpo define cuánto valés como persona", explica a Domingo.

La gran mayoría de los pacientes que se automutilan son mujeres: aproximadamente el 75%, según los trabajos publicados al respecto. Y es una práctica que comienza alrededor de los 15 años. "Hay personas de 30 con esta problemática, pero es raro que comience en la adultez", apunta Zamora. "Cuando no comienza en la adolescencia, generalmente es en dos situaciones: jóvenes reclusos -ahí son más varones, pero si bien son personalidades problemáticas, es más por un tema de competencia o de manipulación en el contexto: buscan despertar la lástima- y mujeres mayores que lo hacen como un llamado de atención. Pero en esos casos de manipulación, consciente o no consciente, tratan de mostrarlo, mientras que las personas que lo hacen con sentido de alivio, por el contrario, lo esconden".

La automutilación no es una patología en sí misma, sino que se presenta como un síntoma de otros desórdenes mentales, como depresiones graves, trastornos alimenticios, bipolaridad, psicosis o esquizofrenia. "Lo que más vemos en la clínica y describen todos los autores son cuadros depresivos importantes o trastornos de la conducta alimentaria, sobre todo bulimia, pues son pacientes con impulsividad". Ese es uno de los rasgos de la personalidad que caracteriza el perfil de quienes recurren a la autolesión, así como una gran inestabilidad emocional.

Es justamente ese carácter impulsivo el que lleva a que en ocasiones la práctica se conjugue con abuso de sustancias. De hecho, la conducta del paciente de automutilación es similar a la del adicto: llega un momento en que no puede controlar su práctica y cada vez necesita hacerse más daño para sentir alivio. Al respecto, la psiquiatra admite que "hay una serie de estudios que se están haciendo que lo relacionan a la adicción. Lo que se ha estudiado a nivel neurobiológico es que en el momento del corte hay una secreción de endorfinas y éstas actúan a nivel de los centros de placer, semejante a lo que ocurre con las sustancias psicoactivas. Se cree que se llega a una situación casi del tipo adictivo, por lo neuroquímico".

También suele verse más en niveles socioeconómicos altos que en bajos. "No quiere decir que no se ve en otros estratos. Pero lo mismo pasa con las personalidades border", señala la experta. Esto puede explicarse por factores sociales. Ámbitos en los que se jerarquiza el éxito o núcleos familiares donde se sobreexige a los hijos en lo que tienen que lograr y rendir, pueden llevar a que chicos que quizás fueron buenos estudiantes en la escuela y el liceo, un día "hagan el quiebre" porque sienten que no pueden más, ilustra Zamora. La vivencia de Zulma, quien fue una excelente estudiante en el colegio privado al que concurría, lo respalda.

¿Cómo terminar con esto? Lo primero es el diagnóstico de la patología de base; no es lo mismo una depresión que un trastorno alimentario. Normalmente, el tratamiento incluye fármacos y psicoterapia. Hay que tener en cuenta, recuerda Zamora, que quien recurre a esto es una persona que está sufriendo mucho.

EN PRIMERA PERSONA

"Para mí, la cura absoluta y total fue escribir el libro"

Zulma Saadoun comenzó a escribir sobre su experiencia con la autolesión tres meses después de volver de su estadía de dos años en Francia, en 2008. Con su regreso a Uruguay y a la cercanía de su familia, comenzó una suerte de sanación, sintiéndose mejor y se lanzó a "tirar en la computadora", recuerdos, sensaciones que había vivido. "Ahí pensé que podía hacer un libro, y un libro es para un tercero, un tercero que no sabe bien de qué se trata, entonces tenés que hacer un esfuerzo por explicar bien, para que no quede incomprendido", cuenta Zulma. En otras palabras, se embarcó en la tarea de hacer justamente lo que le había resultado imposible antes, y que había dejado librado a los cortes: expresarse, explicarse.

Por eso, asegura, una vez que tradujo sus sensaciones en palabras y las volcó en un papel, se liberó. El libro funcionó para exorcizar sus demonios. Y sostiene que ya no volvió a sentir el impulso de lastimarse. "Cuando empecé a escribir, dejé de hacerlo. Es que cuando uno desarma algo, lo desestructura, lo resignifica, lo mira de afuera, y cuando te das cuenta ya estás afuera. Obviamente, me he sentido mal, triste, por razones equis, pero a eso no volví. Para mí, la cura absoluta y total fue el libro. También me hizo bien empezar la facultad de vuelta, sacar buenas notas de vuelta, sentirme útil". Zulma dice que para ella lo más importante fue que personas que leyeron lo que escribió le dijeran que, si bien no compartían el método, habían entendido por qué lo hizo.

No obstante, hay que aclarar que haber logrado terminar con la práctica de los cortes por sí sola la convierten en un caso excepcional. Lo normal es que la persona que se autolesiona necesite ayuda: un tratamiento farmacológico y psicoterapéutico. ¿Qué le diría a alguien que atraviesa lo mismo que ella vivió? "Solo diría que se hagan escuchar, que hablen, que se expresen. Pero no sé, no soy experta. Creo que siempre el mejor enfoque es interdisciplinario. Yo aporto desde lo mío: doy mi testimonio".

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