Opinión | Seguiremos escribiendo igual

"De una cosa estoy seguro: las máquinas no podrán pensar un artículo como este"

Washington Abdala
Cabeza de Turco.

WASHINGTON ABDALA

Mire mijo, los que escribimos no lo hacemos para que nos lean, eso es cosa de vanidosos. El que escribe no está desesperado por eso. Los que piensan así están errados de palo a palo. Si alguno lee, mejor, no se lo niego, pero si no lee medio planeta, nos importa un bledo. Hay mucho zorro que no dice que lo lee y lo hace de cayetano. Además, ¿sabe para qué escribe uno? Para no ser una computadora, para liberar amarras y ordenar el pensamiento, para bramar contra borricos que andan por la vida y para ser feliz expresando emociones. Listo, para eso escribimos; otros van al teatro, otros pintan, otros hacen asados, otros corren y estamos los que escribimos porque nos gusta. ¿Ta claro?

Los que escribimos somos gente, más o menos feliz, porque estampamos nuestro sentir en una hoja y podemos hacer con las palabras edificios y combatir como el Quijote a molinos imaginarios o verdaderos. Y lo hacemos chochos de la vida sabiendo que el mundo sigue andando.

Escribir, me parece, hace que uno se enfrente a su ignorancia, a sus limitaciones y a su espejo.

No se puede escribir si no se lee algo algún libro, si uno no se informa, si no se ponen los verbos y los adjetivos con dignidad.

Hay, además, que conmoverse desde la escritura porque de lo contrario es solo un acto banal. Hay que jugarse la vida en cada escrito, sangrarlo, rumiarlo, sudarlo y parirlo. Aunque sea escribiendo de una cucaracha. Los temas, además, querido lector, a veces importan y otras tantas son excusas que usamos para narrar sentimientos, amores, broncas, decires o tantas cosas que -a veces- se leen entre líneas porque esa esa es también la magia del asunto: no dar todo deglutido.

Los que escribimos somos gente que piensa lo que escribimos, luego lo destrozamos a pedradas a ese pensamiento para producir otro pensamiento nuevo y así eternamente. Heráclito, Hegel. De manual. Suena delirante, pero es así. No voy a citar otra vez a Jacques Derrida, pero es cierto que desde la “deconstrucción” se vuelve a pensar. O por insistir en los griegos, lo inventaron casi todo en materia de reflexión, no entiendo como no se vuelve más a ellos.

Para mí hay una generación, o dos, que se los están perdiendo. Ojalá, que vengan a su rescate. Lo grueso lo pensaron todo, lo dijeron todo y lo escribieron todo.

Las palabras escritas no son como las palabras habladas. Lo escrito no tiene tono, se lo concede quien lo lee. Pero, sin embargo, uno termina aprendiendo tonos de gente que lee mucho. Lo literal deja de serlo con los autores que amamos.

Llega un punto en la existencia que uno sabe casi todo lo de uno y lo de los demás. Ya no hay oropel, aplauso o balurdo que uno goce. Por eso los que escribimos no andamos detrás de premios y tonterías. Escribimos, listo.

Vuelvo a leer ahora de grande y me conmueve como algunos lograron consagrar pensamientos tan increíbles y perfectos. Lean a Jorge Luis Borges; no le tengan miedo los lectores que nunca lo leyeron. Léanlo despacio y verán que logra en cada cuento, escribir siendo él y no siendo él. No es fácil eso. Lean a Juan Rulfo (no si están bajoneados). Por estos días sigo leyéndolo todo de vuelta y no puedo creer que alguien pudiera con pocas palabras mostrar el dolor en carne propia y de una manera vívida que hace imposible pensar que eso es solo literatura.

No suelo coincidir con Noam Chomsky, pero hace unos días, hablando sobre los modelos de inteligencia artificial que vienen revolucionando el mundo (vaya el lector y pruébelos en la computadora es fascinante) dijo algo pertinente: son máquinas que plagian.

Y tiene razón, son máquinas que ordenan información, pero plagian pensamiento de otros, ahora ya sin fuentes, ni nada. Bien por la humanidad, mal porque las fuentes habría que citarlas. Digo yo.

De una cosa estoy seguro: las máquinas no podrán pensar un artículo como este. Porque si yo le pongo acá mismo que esa máquina es una intrusa del alma y las conciencias, ella no lo va a adivinar.

En consecuencia, seguiremos escribiendo los mortales por mucho tiempo. En lo que sea, piedra, papel o computadora. Seguiremos.

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