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CABEZA DE TURCO

Opinión |La felicidad, ja, ja, ja, ja

Si lo que hacés le duele a otro pensalo dos veces. Por Washington Abdala.

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Washington Abdala.
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Todos viven hablando de esto. Ahora resulta que el planeta comprendió que más vale ir por la felicidad que los consumos tóxicos y que las fotos impostadas de Instagram mostrando una algarabía falaz, y hasta comprendimos que las narrativas sobre vínculos perfectos a nivel humano son una truchada que nos vendieron como pescado podrido. La vida misma es mucho más difícil. Por eso se entiende, ahora más que nunca, que lo de la felicidad no es broma. Y más cuando la vida vuela. ¡Bienvenidos al mundo real!

La canción de Palito Ortega era aspiracional, representaba maravillosamente bien lo que quisimos ser en el pasado, pero nunca fue sencillo de concretar. Es que a veces somos felices y no nos damos cuenta corriendo detrás de alguna liebre. Sí, es un poco cursi esto, pero es cierto también. (¿Debí referir Viva la vida de Coldplay en vez de Palito?)

Cada uno de ustedes definirá la felicidad como se le antoje, para algunos es tiempo, para otros será paz, otros querrán equilibrio, pero valen los que dicen que hay que disfrutar la vida a mil, los que creen que hay que revolucionarla, están también los que odiando son felices (¿odiando son felices?) y están los que nada parece importarles. Hay para todos.

En los hechos, los verdaderamente felices -creo- no poseen manual si son felices de verdad porque cada uno construye como quiere y puede su camino: no existe un modelo único. Esto no es explicable. Menos aún se puede enseñar. ¿Cursos para ser feliz? No sé, me parece más complejo el asunto. Será que tengo mil años en terapia y por eso no advierto lo de alcanzar la cima de un día para el otro. Igual, con respeto afirmo esto, supongo que hay gente preparada que puede colaborar en este periplo, pero cuidado con los que sanatean. Mucha gente vendiendo cursos y chantuneando.

Tampoco me cierra eso de que hay lugares más felices que otros en el planeta. Busquen en Google y verán un grupo de países que lideran este asunto. Me resulta una frivolidad semejante encare.

El concepto de felicidad posee elementos abstractos y es local en algún sentido, cultural diríamos. La felicidad de un esquimal no se parece -creo- a la de un amigo mío en Vichadero. O no es comparable un finlandés (que dicen es muy feliz) a la de un coreano de veinte años que estudia en Alemania. ¿Me explico? Llega un momento en que no se puede comparar chicha con limoná. Es obvio lo que escribo, lo sé.

Creo, sí, que hay asuntos en los que no hay que ingresar para allanar el camino hacia algún nivel de felicidad. Esto me resulta más sencillo de verlo por el lado de atrás. Voy: no mentir, no alimentar el rencor, no incendiar praderas por minucias, no conspirar, no asumir supuestos odios de clase, no chusmear con maledicencia, no perturbar, no creer -de veras- que se tiene siempre razón, no prepotear, no tener paciencia, no bardear, no ideologizar, no caer en la cancha chica, no pudrirla. Todo eso es un macanazo, lo mejor es rajar de esa zona de imbecilidad congénita y zafar del dogmatismo mental que todo lo obnubila.

Todos sabemos cuando derrapamos, cuando nos vamos de mambo y cuando algo no suena bien. Si lo que hacés le duele a otro, pensalo dos veces. Si no le duele, pero te va a doler a ti, pensalo tres veces. Y si lo que hacés es bueno para otros, no lo pienses demasiado porque esa es la justa. ¡Metele fierro!

Tenga claro el lector que todos nos damos cuenta de todo siempre (capaz que no es al toque) pero se comprende en algún punto de la existencia los espacios, la gente y los valores con los que es mejor navegar para llegar a algo que se asemeje a la felicidad.

Y en esto hay que tener el detector prendido las veinticuatro horas del día, saber que hay gentes que te impulsan, que te motivan, que te ayudan a crecer, que sacan lo mejor de vos. Los otros dejalos pasar, cero enojo, solo el viento los corre mientras vos seguís volando.

La felicidad no está a la vuelta de la esquina, pero un cachito de ella sí. Es cuestión de irla a buscar. Conviene no perdérsela y pelear por ella. Vale la pena.

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