Podemos hablar de la independencia periodística cuando se trabaja para un gobierno o para un partido político? Obvio que no. Se hará comunicación ideológica en ese caso, pero no periodismo independiente. Y eso no habilita a enojarse con nadie. Sostengo que esto pasa en el país, hace años, y todos sabemos que hay canales de televisión militantes, radios militantes y periodistas que en medios -supuestamente transversales- son de izquierda coqueta. No se asusta nadie por esto, pero es así de hace tiempo. Por eso cada uno elige donde ir (si puede). Para pasarla mal y salir con la cara rosada de trompadas, mejor ir al Starbucks y pedir un café americano con tortita de limón. El Uruguay tiene un montón de periodistas, otro montón de comunicadores, un porcentaje grande de ellos son militantes del gobierno. Ahora el número ya no impresiona. Está lleno de orgullo militante. ¡Mostrá tu Flow! ¡In God que beieza!
Siempre ha pasado que la izquierda -en nuestra adorada aldea- colonizó esos territorios bajo parámetros gramscianos conscientes o inconscientes, tanto da. Todos los liberales o gente de derecha (a esta altura importa un pomo la etiqueta que nos pongan) sabemos que, a veces, hay que vivenciar entrevistas y encares que a la izquierda no se le hacen jamás. Si hubiera un medidor de la intensidad (y mala onda) con que se encara a unos y otros, lo vería cualquiera lo que afirmo, se advierte mejor con los presidenciables por la alta visibilidad que poseen. No recuerdo la misma cantidad de reproches a unos que a otros.
El izquierdista casi siempre es el ser sensible y solidario y nosotros unos fachos inmisericordes que queremos expoliar al trabajador. Esa es la dicotomía mentirosa que los líderes de izquierda han instalado como relato. “Les gusta la guita, son amigos de los empresarios, van por la corta”. Todo de manual y hasta explicitado. Lo de Mujica (unos días antes de la última elección) cuando les vino un temor absurdo -porque tuvieron una duda socrática- tiró con todo el tótem; luego pidió disculpas, pero el navajazo ya había cortado la yugular y el chorro de sangre fue rimbombante. Nada que no lo sepamos todos y por eso lo festejaban: una forma de mantener la lucha de clases posmoderna y el resentimiento a flor de piel.
La derecha es mezquina, fría, patricia, rancia y gorila. Facha digamos. (Inmundos). La izquierda es sensible, solidaria, justiciera, moderna y abierta. Izquierda digamos. (Hermosos).
Esa bipolaridad infantil y maniquea está en la cabeza de Fernando Pereira y Marcelo Abdala, excompañeros, hoy nuevamente compañeros y amigos desde la central política y la central sindical. Segual decía el Mingo. ¿Se entiende?
¿Cuántos fueron las decenas de compañeros de los medios de comunicación abducidos por el gobierno? Un pilón. Y no pasa nada pues cada uno elige su trillo, pero es inevitable pensar que el día que se toma esa opción se abandona el camino de la pretensión de objetividad al pasar a la subjetividad total. Eso no es la esencia de la pretensión periodística o comunicacional. Se va de aquella pretensión “imparcial” al armado “propagandístico”. Todo bien, pero no nos canuteen por favor. Be happy.
Por esto a nadie le debe impresionar que haya comunicadores que ahora saltan para el otro lado (pocos, obviamente). Hay grieta, siempre la hubo, no será como en la Argentina, la van a negar todos, ya lo sé -porque es un país que se regodea en decir que somos estupendos siempre- pero es así la cosa. El ambiente acá está más confrontado, capaz, hasta es mejor así. La falsa apariencia de equilibrio e imparcialidad era eso: falsa.