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CABEZA DE TURCO

Opinión |Ideas sobre la identidad uruguaya

Somos lo que somos porque costó mucho llegar a esta independencia. Por Washington Abdala.

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Washington Abdala

Hay una “uruguayez” que se nutre de elementos propios que creamos nosotros mismos, se alimenta también de nutrientes regionales y en un mundo global también llegan noticias de todos lados. O sea, la identidad nacional tiene particularismos únicos, dijera alguna vez Aldo Solari.

Es verdad, no todo es maravilloso en la idiosincrasia uruguaya, pero como todos los pueblos poseemos grandezas y rincones menos interesantes. ¡Bueno fuera que nos creyéramos súper pibes!

El lujo es la forma más costosa de vulgaridad, sostenía Jorge Luis Borges. Imponente mirada. Hay que pensarla varias veces para entenderla. Y el Uruguay asume esa consigna: no es un país donde haya muchos lujos y nos gusta, a la mayoría, que eso sea así.

Otro apunte, los sectores más frágiles en Uruguay poseen una dignidad encomiable y sus peripecias imponen respeto. Aún hoy -con una educación que no es la que todos aspiramos pero que está virando hacia algo mucho mejor- el país posee templanza y los sectores menos agraciados se enfrentan ante los desafíos de la vida con estoicismo y firmeza. Y, convengamos que este es un país que inventa mecanismos de movilidad social ascendente (no es pecado la superación personal de la gente) por parte de todo el sistema político desde siempre. Eso, también lo percibe la migración que arriba al Uruguay a recorrer un espinel de nichos que tenemos como nación, sin que nos sobre nada, pero sabiendo compartir la mesa con los que tengan que estar.

Por eso la solidaridad uruguaya anda también por allí, sin hacer alarde, no hace gala de su peripecia, pero cumple con ese menester. Otro jalón de cómo somos sin hacer mucha bulla.

Alguno podrá reprocharnos que no tenemos el arrojo de otros pueblos porque no somos de llevarnos el mundo por delante. A mí me parece un acierto esa mesura en el concierto planetario presente. Somos lo que somos porque costó mucho llegar a este punto de independencia y de construcción colectiva como patria, nación o república. Tengo claro que hay acentos distintos en cada una de estas versiones, pero considero que esas visiones se van fusionando aún sin una palabra que las unifique. Ya llegará. Tiempo al tiempo.

Los uruguayos somos gente que hace las cosas a su manera, a nuestra velocidad que no siempre es una estrella fugaz pero, justamente, por eso somos más garantistas, pensamos todo bastante y nos discutimos a nosotros mismos en extremo. Eso hace que lo que nace acá, pasa por tantos peajes que recibe una legitimación de origen, de ejercicio y de cotidianeidad. Esa es la verdad, aunque canse.

Y hacemos las cosas a nuestra manera, desde un asado, pasando por como cebamos mate, discutiendo de política y de fútbol todos los días de nuestra existencia porque en la Banda Oriental hay cuatro millones de sabios de estos asuntos. ¿O no es así?

Así somos, parsimoniosos, abiertos pero no regalones, cautos porque la vida así lo impone, curiosos porque el mundo nos llama la atención, flexibles porque esa curiosidad nos hace abrir las puertas a todo aquel que venga a sumar, y frontales porque no somos de sanatear a nadie. Podrán existir matices, pero más o menos somos así. Y nos gusta ser así.

No es una sociedad con doble rostro la uruguaya, somos lo que se advierte. No hay una narrativa oculta por detrás de nuestras palabras, y eso no es poco en un mundo donde nadie termina por conocer a nadie por las mutaciones, cambios de rumbo, enojos o lo que sea que esté sucediendo en diversos lugares del planeta.

Algo que se advierte de afuera y es valioso: somos predecibles, no solo porque nuestro estado de derecho así lo consigna, va también con nuestra forma de ser como país. Por eso lo institucional acá viene de larga data. Es que no nos gustan los maremotos porque cuando los padecimos sufrimos en demasía.

Sabemos que nuestro camino siempre es difícil, por eso desde los liderazgos del país hasta el más humilde servidor, acá hay un sueño gigante por la superación comunitaria. Lo demográfico y lo geográfico nunca nos importó, porque siempre hemos ido por todo como nación. Así somos.

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