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Niños huérfanos, artes y oficios: los secretos del edificio central de la UTU

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Recorrida por el Museo y Centro Cultural Escuela de Artes y Oficios de la Universidad del Trabajo del Uruguay (UTU), en su casa central en Montevideo, ND 20210917, foto Leonardo Maine - Archivo El Pais
Leonardo Maine/Archivo El Pais

EDUCACIÓN

Fue hogar de Pedro Figari y albergó durante décadas la Puerta de la Ciudadela.

En enero de 1877 el coronel Máximo Santos todavía no soñaba con ser presidente de los uruguayos cuando recorría a caballo las obras de demolición de la Ciudadela, el fuerte que ocupaba buena parte de la actual Plaza Independencia. Al llegar a Sarandí y Juncal, vio con sorpresa que los obreros trepados en un andamio arrojaban desde las alturas las piedras que formaban la parte superior de su famosa puerta, las que se estropeaban al caer al suelo. Conmovido por ese panorama, Santos ordenó que cada bloque fuera numerado y almacenado, pensando que la puerta podría ser rearmada en el futuro. Las piedras estuvieron primero en un cuartel y llegaron en 1881 a la Escuela de Artes y Oficios (hoysede de la Universidad del Trabajo del Uruguay-UTU), que estaba en construcción. Allí volvió a montarse unos años después, sobre el portón de ingreso de la calle Gonzalo Ramírez. Recién hacia 1959 regresó a su emplazamiento original (aproximado), donde se transformó en una de las postales turísticas más emblemáticas del Uruguay.

El edificio central de la UTU tiene esas cosas: atesora historias que muy pocos conocen y que tuvieron que ver con el desarrollo del país, en el que se levantaban edificios que al día de hoy jalonan el entramado urbano de Montevideo. Y muchos de esos jirones del pasado pueden verse en el Museo y Centro Cultural que se encuentra frente por frente a ese ingreso prácticamente olvidado que se halla en la parte posterior del edificio.

“Tenemos el archivo histórico que reúne cosas como los primeros escritos de la creación de la Escuela de Artes y Oficios y muchas contratas de fines del siglo XIX, porque acá los niños vivían internados (se les llamaba “expósitos”). Fue un reformatorio para niños, solo varones, que sacaban de la calle y venían a aprender un oficio. Incluso hay un calabozo abajo, porque tenían un régimen militar”, explica el arquitecto Fernando Rodríguez Sanguinetti, creador del Centro Cultural, a Revista Domingo.

“Los padres firmaban una contrata y dejaban a los niños al cuidado de la institución. La historia surge en los talleres de la Maestranza del Regimiento de Cazadores N°5, que era el que comandaba Máximo Santos y que tenía por acá abajo, cerca de la playa Ramírez, un taller en el que hacía el correaje para las carretas y balas para el ejército. Después se crea la Escuela de Artes y Oficios y se manda a construir este edificio, porque antes había estado en otros espacios alquilados, por ejemplo en 18 de Julio. Este gran edificio es de los pocos que se hicieron en su época para la educación”, agrega.

Luis Peña
Luis Peña es el actual responsable del Museo y Centro Cultural.

Niños huérfanos y delincuentes

A fines del siglo XIX las autoridades tenían como desafío resolver el problema que significaba la cantidad de menores abandonados por sus padres y niños delincuentes que pululaban en las calles no solo de Montevideo, sino también del interior. Otro motivo de preocupación era la escasez de obreros y artesanos especializados.

Por otra parte, según los apuntes históricos de Plinio Torres Jean de Dieu, las Fuerzas Armadas, a través de sucesivas guerras y motines, estaban convencidas de la necesidad imperiosa de abastecerse a sí mismas y de tener una mayor preparación técnica. Se dependía de todo lo extranjero y no escapaba tampoco a esta problemática la enseñanza. Para sacar a algunos jóvenes de la calle, Latorre creó en 1875 la Banda Municipal de niños. Les proporcionó ropa, alimentación, un techo y la posibilidad de acceder a un oficio: ser músicos. Además, el Ejército Nacional carecía de equipos y armamentos: el “Parque Nacional” hacía lo que podía, pero le faltaba una buena administración, talleres múltiples, técnicos adecuados y mano de obra suficiente.

La solución fue hallada entonces integrando “muchachos” a los talleres de la Maestranza con un propósito similar a los que formaban parte de la Banda Municipal. Y los resultados fueron de inmediato auspiciosos.

Actualmente, en el museo de la UTU pueden verse imágenes impactantes de aquellos tiempos, en los que las habitaciones estaban repletas de camas para los niños que allí eran formados en los distintos oficios. “Cuando en 1942 se crea por ley la Universidad del Trabajo del Uruguay, se le da una especie de rango universitario a todo lo que era el trabajo manual, algo que nunca ha sido bien considerado en nuestra historia”, anota Rodríguez Sanguinetti.

Fernando Rodríguez Sanguinetti
Fernando Rodríguez Sanguinetti fue el creador del Centro Cultural.

La paleta de Pedro Figari

La Escuela de Artes y Oficios se creó en 1878 en los Talleres de Maestranza del “Parque Nacional”, donde funcionó durante muchos años con ese duro régimen para los internos. Hasta que entre 1915 y 1917, Pedro Figari (más conocido como pintor que como abogado y político), puso en práctica nuevos sistemas de valores integrando “el arte al oficio, el genio al ingenio y la teoría a la aplicación práctica”.

Con una concepción ideológica y filosófica libre, Figari eliminó el internado e incluyó a la mujer en las aulas, entre otros cambios que pudo hacer en su corta gestión al frente de la institución.

El pintor impresionista incluso vivió en este edificio, en la habitación donde actualmente se encuentra el Departamento de Arquitectura.

“El museo se divide en tres períodos de la UTU que fueron marcados por tres de sus administradores: Pedro Figari, Luis Balparda Blengio y José Francisco Arias”, explica a Revista Domingo el actual director del Centro Cultural, Luis Peña.

“En el sector de Figari hay mobiliario, elementos y documentaciones de su época. También objetos de producción. Se está investigando actualmente con mayor profundidad este período, porque si bien el relato es algo muy válido, existen pocos archivos fotográficos o papeles, ya que en esa época no se estilaba dejar por escrito algunas cosas. En este sector destacan los jarrones y bancos, que tienen un importante valor histórico. También hay una producción textil de la Escuela Femenina que fue expuesta y premiada en Europa”, señala Peña.

En la década de 1920 y hasta fines de los años 40, con la impronta de José Arias, se realizaron nuevos cambios: se intensificó la incorporación de la ciencia y la tecnología, se enfatizó lo pedagógico y se amplió y diversificó la oferta educativa al abrirse escuelas agrarias e industriales en todo el país. “Sobre la época de Arias hay diferente documentación que avala que el mobiliario que exhibimos fue de uso cotidiano cuando él era director. Y las estatuas que tenemos son de estudiantes de la Escuela de Artes y Oficios”, anota el director del Centro Cultural.

Todo el espacio se encuentra en recuperación y recobrando su ritmo de actividades culturales luego del impacto de la pandemia.

“Durante las próximas dos semanas tendremos una muestra de la Escuela Figari del área de Serigrafía. Y también se van a presentar objetos de cerámica. Con motivo del Día del Patrimonio (sábado 2 y domingo 3 de octubre) tendremos charlas y una muestra de teatro sobre José Enrique Rodó, que es el homenajeado este año”, señala Peña. Y agrega: “Por otro lado, nuestra misión es que el Centro Cultural se proyecte más allá del espacio físico del museo y que sea un difusor de la cultura UTU, trascendiendo Montevideo y el edificio central. Queremos que las prácticas que se hacen en todo el país se conozcan”.

Esta semana, el Centro Cultural se incorporó a la página web de la UTU (utu.edu.uy), donde ya comenzó a difundir su calendario de actividades.

Museo UTU
El museo alberga objetos y documentos de la época en que la escuela era dirigida por Pedro Figari.

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