"Es la mejor de los Kesman”, repite Martín Kesman una y otra vez. Habla de su hermana Yanina (46 años), o mejor dicho Nani, porque así es como la conocen desde siempre. “Se lo puso ella porque no podía pronunciar Yanina”, dice y se emociona al contarle a Domingo rasgos de su personalidad.
Hasta hace unos años los hermanos Kesman compartían el rol de comunicadores. Nani no lo perdió, pero lo transformó en otra cosa. Desde hace un tiempo es instructora de Ashtanga Vinyasa Yoga y todo lo otro —por el momento— quedó atrás.
Su contacto con el yoga comenzó en 2002. “Era algo que me encantaba. Me capacitaba, tomaba talleres, clases de profesorado… todo para mejorar mi práctica. Cuanto más lo experimentaba, más me daba cuenta de que tenía beneficios muy tangibles y muy rápidos”, relata a Domingo. Enseguida acota que el yoga es muy transformador, “no tiene nada de místico o de cosa rara. Es trabajar sobre el sistema nervioso, sobre las funciones vitales, y sin querer te vas transformando en una persona diferente, tomando decisiones desde otro lugar, reaccionando a los mismos problemas de siempre de otra manera”.
De la mano con eso llegó también un cambio en su alimentación. Eso ocurrió en 2008, cuando leyendo una de las tantas revistas de moda estadounidenses que le gustaban descubrió un artículo del doctor Alejandro Junger. “Era hijo de una amiga de mi mamá. Sabía que era un cardiólogo muy reconocido y que vivía en Nueva York. Veo que había diseñado un plan de alimentación que era como una especie de desintoxicación del organismo. La llamé a mi tía, que vive en Miami, y le pedí que me comprara su libro porque acá no estaba”, recuerda.
Veintiún días de dos comidas líquidas y una sólida. “Imposible”, pensó. Pero no se quedó con eso; su lado de productora periodística la empujó a investigar. Entonces dio con otro conocido, de vida tan común como la de ella, que había seguido el plan con éxito y se animó. Confiesa que al principio la motivación fue estética, pero los resultados superaron el mero hecho de estar más flaca, con la piel más reluciente o con mucha energía.
“Sentí que me habían desaparecido síntomas que me acompañaron siempre, como una rosácea permanente en la piel, una migraña que era como un zumbido en la cabeza que no se iba o la falta de regularidad para ir al baño. Era una gran limpieza”, destaca.
El problema iba a ser volver a comer como antes. Así que probó reintroducir los alimentos que ingería habitualmente de a poco y se encontró con varias sorpresas, como que la harina de trigo o el gluten le caían muy mal y que era mejor desterrar por completo los lácteos a los que era alérgica. Eliminó aspartamo, sacarina, bebidas colas; comenzó a endulzar con dátiles o con azúcar mascabo.
Yoga, meditación y nueva alimentación. El cambio fue radical.
“Yo siempre digo que mover el cuerpo, meditar y respirar es un gran descanso que le das al organismo, necesario para poder mantener la cabeza y decir: ‘Todos estos problemas los tengo, no van a cambiar de la noche a la mañana, pero yo tengo que poder sostenerme’. Por eso es que mucha gente dice que la práctica de yoga es el sostén”, afirma Nani.
Y un buen día, casi sin quererlo, el yoga se convirtió en su sostén económico. Nani era parte de Acá te quiero ver, el programa que conducía Cata Ferrand en VTV. La señal resolvió levantarlo y la comunicadora terminó dando clases de yoga a la vestuarista del canal y sus amigas. “Ahí arranqué, aunque al principio no me animaba a cobrarles”, confiesa quien en Instagram es @yaninakesman.
Actualmente da clases en dos lugares, uno en Pocitos y otro en Carrasco, y tiene muy pocos alumnos particulares. “Prefiero la energía que se da a nivel grupal; es maravilloso”, alega.
A esto le suma la organización de retiros a lugares donde prima el contacto con la naturaleza. “Me di cuenta de la necesidad de la gente de conectar con otras personas por un interés afín y desde un lugar que no sean las preocupaciones, la rutina diaria, el trabajo o las cosas de las que hablamos siempre. En un retiro uno se encuentra compartiendo emociones muy profundas con personas que capaz que no son tus amigos de toda la vida, pero con los que podés establecer un vínculo súper fuerte. Eso es lo más lindo”, remarca y lamenta que no vayan casi hombres.
¿Predestinada?
Nani fue la primera hija, la primera nieta, la primera sobrina. Eso hizo que bautizara a muchos de sus familiares. “A mi abuelo Raúl le puse Loli, abuelazo de la familia; a mi abuelo Salomón, Nonón. Pero fue mi hijo que bautizó a mi papá como el Babu y es el Babu de todos”, cuenta sobre Alberto Kesman.
Su padre es la persona con la que habla todo y siente que es mutuo. “Siempre le digo que es mi gurú porque es sabio, todas las cosas que me dice se terminan dando. Es papá, amigo, oreja, apoyo, ejemplo… la verdad que es todo”, sostiene orgullosa.
Fue también su referente laboral. Verlo tan feliz trabajando como periodista deportivo hizo que quisiera ser como él. Pero no desde el lado del fútbol, que no le interesa, sino desde el lado de la comunicación. “En realidad en mi casa no se hablaba de Peñarol o Nacional, se hablaba mucho de comunicación, de lo que era ejercer el periodismo, de la ética y de lo que significa el periodista para la sociedad. Yo crecí con esos valores”, señala.
Pero también hubo una época en que ser la hija de quien era la limitó. “Cuando trabajé en los medios sentía un peso enorme, como una mirada de ‘estás acá porque sos la hija de Kesman’. Capaz que era algo interno porque duré mucho en todos los lugares en los que trabajé y en todos los lugares de los que me fui me pidieron que me quedara”, asegura.
Todo le costó mucho, no se le abrieron las puertas tan fácilmente como se podría pensar. Incluso con sus títulos en la mano —estudió dos carreras: Comunicación y Marketing— terminó dejando currículums en lugares que no tenían que ver con su preparación. Así fue que trabajó en dos bancos y una financiera.
En televisión fue productora de Uno en 3 millones (una aplaudida idea que concibió junto a Elisa Lieber y Valeria Luzardo), Telemundo, Esta boca es mía y Verano perfecto. En radio tuvo su propia columna de bienestar en De taquito a la mañana (Universal), que fue lo último que hizo en materia de comunicación.
Fue en Acá te quiero ver que se animó a salir delante de cámaras, algo que le gustaba, pero para lo que no se sentía preparada. Quizás en la decisión la ayudó algo que le enseñó su padre. “Siempre me dijo que con la gente todo y sin la gente nada. Del ambiente que trabaja contigo hay mucha crítica, pero en realidad el que te pone en el lugar público es la gente. No importa quienes te rodean, te van a tener que reconocer porque la gente lo hace. Entonces cuando uno trabaja, tiene que trabajar para esa gente, y cuando uno agradece, le tiene que agradecer a esa gente”, recuerda.
Con su madre Mónica no tiene el mismo diálogo que con su padre, pero sabe que siempre está. De ella heredó la coquetería. En cuanto a su hermano Martín, lo define como su media naranja. “Es un padrazo, tremendo hijo, muy inteligente y divertido. Es la persona que te saca una sonrisa, te saca del tema mental que estás viviendo para darte una alegría. Se merece todo”, apunta y la voz se le quiebra.
Dice que esa familia fragmentada, pero muy unida, estuvo al pie del cañón en un momento muy difícil de su vida que prefiere reservarse. “Mis padres, divorciados, uno iba a buscar al otro e iban a mi casa. Yo llegaba y mi padre estaba abajo con el auto jugando con mis sobrinos, mi madre paseándome al perro, me habían llenado la heladera. Eran un equipo para mí y eso no tiene precio”, destaca.
Nani es madre de Franco, de 18 años, que el año que viene va a estudiar Administración de Empresas, pero al que también le pica el gusto por la comunicación. “Le encanta estudiar, prepararse, la investigación periodística… es un curioso nato”, apunta y su cara se ilumina.
Se define como una mujer de tradición judía que celebra las fiestas principales, pero que no es practicante a rajatabla. “Lo que está pasando ahora lo vivo con mucha tristeza. Tengo muchos amigos en Israel, crecí en un colegio judío. Quiero a mi pueblo y a mi religión, aunque no practique activamente, pero sí desde el sentimiento y el respeto por mis ancestros. No me condiciona para tener una pareja ni para un montón de cosas”, aclara quien hoy está soltera.
Cuenta que le gustaría ir a la India a practicar yoga, disciplina sobre la que lee mucho. “Me da mucha fascinación todo lo que tiene que ver con la espina dorsal”, comenta. Este año, visitando a su hijo que estaba en Australia, conoció a una profesora discípula directa de un gurú que la cambió mucho. “Tengo una foto con ella que me encanta”, lanza con simpleza y su mirada se vuelve a iluminar.