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¿Qué es el maltrato conocido como "luz de gas"?

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"Luz de gas" es  una forma de violencia psicológica muy sutil y a veces invisible.

Comportamiento

Esta forma de violencia psicológica es bastante extendida y contamina las relaciones familiares, no solo de pareja, creando circuitos tóxicos de los que es muy difícil salir.

Llegó a su consulta para una orientación clínica. Se trataba de una “personalidad frágil”, en su diagnóstico se había considerado una leve esquizofrenia. Llamémosle Marta. Era una mujer joven, de unos 30 años y con dos hijos pequeños. Estaba casada y el psiquiatra que había atendido a Marta hasta entonces había encontrado una fórmula que le permitiría, según su juicio profesional, tener una vida más efectiva: fortalecer la dependencia de su esposo. Para el psicólogo que le tocó hacer la terapia de apoyo esta no era una salida razonable, pero así había recibido a la paciente y así la trataría. Marta asumía las tareas domésticas y de cuidado de sus hijos, pero prácticamente a cada paso consultaba a su esposo. “¿Así está bien?”, “¿llamo a los niños a cenar?” y así a cada paso.

Un caso extremo y en la experiencia clínica del psicólogo y docente Juan Fernández Romar tal vez único. Pero es el primero que recordó cuando Revista Domingo lo consultó a propósito del maltrato psicológico que se conoce en la jerga como gaslight, o “luz de gas”.

De todas las formas de violencia doméstica esta sea tal vez una de las más sutiles; sin embargo, es mucho más frecuente de lo que podría pensarse de antemano.

El nombre dado por los expertos a esta peculiar forma de maltrato proviene de una película que puede considerarse un clásico. La recordada Gaslight fue dirigida por George Cukor y tuvo en sus protagónicos a un impresionante Charles Boyer haciendo de tirano doméstico y a Ingrid Bergman en el papel de la víctima empujada a la locura. Este drama estrenado en 1944 se convirtió en arquetipo de una de las más perversas formas de violencia puertas adentro. Y no necesariamente violencia de género, puesto que, como explicaron los expertos consultados, se da tanto entre varones como en mujeres.

El caso narrado por el psicólogo e investigador académico Juan Fernández Romar parece muy representativo de este fenómeno, aunque no se trate precisamente de un caso de maltrato. “Era una dependencia moldeada terapéuticamente. La habían convencido de que ella por su problema tenía una visión no compartible de la realidad y que para funcionar y poder ser madre tenía que hacer lo que el marido le decía”, explica.

La paciente que hemos llamado Marta presentaba lo que en psicología se conoce como un “yo frágil”. Y los profesionales que la habían atendido hasta entonces habían ideado esta dependencia de su esposo como única posibilidad de que lograra cierta autonomía en la vida cotidiana. Fernández Romar admite que él no compartía esa fórmula pero poco pudo hacer para cambiar el estatus de la paciente durante su breve relación profesional con la misma.

De todos modos, el psicólogo ilustró con este antiguo caso el fenómeno del llamado gaslight que, a su juicio, es más frecuente de lo que se cree en las relaciones familiares. “Estas cosas ocurren con cierta frecuencia. Existen los manipuladores, personas que tienen buen ojo para identificar las debilidades de los demás, que pueden desarrollar controles extremos y egoístas, narcisistas, sobre los otros miembros de la familia, que desprestigia sistemáticamente a quien le hace frente”, opina.

Lo cierto es que, sin llegar a casos extremos que suelen ocupar grandes titulares informativos, esta peculiar y, por momentos muy sutil forma de maltrato, existe y moldea muchas relaciones de pareja.

El maltratador trata de desvalorizar constantemente a la víctima.
El maltratador trata de desvalorizar constantemente a la víctima.

CÓMO FUNCIONA. El maltrato psicológico conocido como “luz de gas” se caracteriza por no permitir visualizar una agresión clara o explícita del victimario. De hecho, la víctima difícilmente se identifica a sí misma como tal.

La forma en cómo opera tiene que ver con la relación que entabla el abusador con su víctima desde una posición de poder. Una forma de violencia sutil pero muy efectiva, que acaba provocando que la persona que lo sufre acabe creyendo que está perdiendo la salud mental. A través de la repetición de afirmaciones, la negación de hechos que sí han ocurrido realmente y el uso de la dependencia emocional, el maltratador ejerce poder sobre la persona maltratada y acaba anulando por completo su voluntad como se lo describía en un artículo sobre el tema.

Estas formas de distorsión de la realidad pueden operar con eficacia sobre personas vulnerables.

Es frecuente, según observaciones de los terapeutas, que los efectos de este maltrato sean aún más desvastadores puesto que no es advertido por las personas cercanas, familiares o amigos. Estos no ven signos de violencia física o siquiera verbal en el trato, por ejemplo, de la pareja hacia su esposa.

Los psicólogos norteamericanos, que más han estudiado este fenómeno, han establecido una serie de pautas para advertir que se está ante un caso de gaslight. Cuando el maltratador repite de forma constante que estás loca, que estás perdiendo la cabeza o que deberían encerrarte, es uno de ellos.

Quien ejerce el abuso, da vuelta a las situaciones y se sitúa él mismo como víctima de todo lo que hace, precisamente, la víctima.

Aparece siempre la culpa y el resentimiento. Esta culpa suele ser inducida por el maltratador. Convence a la víctima de que es responsable de que todo salga mal.

La víctima tiene sensación de irrealidad o despersonalización, llega a dudar de la propia realidad. Esto no aparecía antes de conocer a la persona que ejerce el gaslighting.

Nunca la víctima tiene la razón: se esfuerza en llevarle siempre la contraria, incluso en los temas más banales.

Ataca de forma verbal o física las cosas que tiene valor para la víctima.

Mienten de forma desvergonzada. De hecho, cualquier cosa que vaya en contra dirá que es siempre mentira.

El poder ejercido por el maltratador es tan potente que la víctima termina dudando de la realidad aunque esta le rompa los ojos. Si bien Fernández Romar no está del todo de acuerdo con la presentación esquemática de este conjunto de indicios, reconoce que muchas de estas pautas operan en una relación de este tipo. Pero, agrega, el gasligthting excede las meras relaciones de pareja. “El gaslighting lo vemos con frecuencia, por ejemplo, de madres a hijas: mira cómo te vestís, mirá tal cosa, pueden inducir a formas que no tienen que ver con las que naturalmente la chica ve el mundo. O bien padres manipuladores; en las relaciones familiares la manipulación, el intento de distorsión de la perfección social es muy frecuente”, advierte el profesional.

Una forma de maltrato muy perversa que puede convertir en infierno la vida cotidiana en un hogar.

¿Cómo saber si se está ante gaslight?

Los rasgos típicos. Según los expertos hay una serie de rasgos que revelan la existencia de “luz de gas”. Por ejemplo, el maltratador suele machacar con la idea de que la víctima está “loca”. También el abusador suele invertir la carga y presentarse como víctima. En la víctima suele aparecer la culpa y el resentimiento como resortes de la relación. La realidad queda fuertemente distorsionada para la víctima en la medida que su principio de realidad es el maltratador. El uso constante de la mentira y la desvalorización completan este cuadro, según los estudiosos.
¿Qué cuenta “Luz de gas”? La película es hoy un clásico absoluto. En la historia una pareja compuesta por Gregory (Charles Boyer) y Paula (Ingrid Bergman) se mudan a la casa de una tía recientemente fallecida. Paula comienza a sentir ruidos extraños en el ático y se siente cada vez más aterrada. Su esposo no da crédito a sus temores y le repite constantemente que está loca. Despótico, dominante, implacable, Gregory consigue someterla y doblegar por completo su voluntad. La situación es narrada con tal eficacia que los psicólogos la tomaron como modelo.

Charles Boyer e Ingrid Bergman en una representación inolvidable de 1944.
Charles Boyer e Ingrid Bergman en una representación inolvidable de 1944.

Una intensa obra de teatro inglesa

La pieza original Gas Light fue escrita para teatro por el dramaturgo británico Patrick Hamilton, en 1938. Una primera versión se llevó al cine en 1940 por el director Thorold Dickinson. Sin embargo, la versión que pasó a la historia y se convirtió en clásico fue la estrenada en 1944 bajo la dirección de George Cukor, con Charles Boyer, Ingrid Bergman y Joseph Cotten en los papeles protagónicos. Luz de gas también se conoció en español como La luz que agoniza, y le valió a Ingrid Bergman el Oscar como Mejor Actriz en 1945, así como el Globo de Oro en la misma categoría. La película había obtenido, además, otras cinco nominaciones al premio mayor de la Academia de Hollywood. También supuso el debut cinematográfico de una joven Angela Lansbury, el principio de una extensa carrera cinematográfica y en televisión. Gaslight es hoy un clásico del suspenso.

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