EL PAÍS DE MADRID | MARUXA RUIZ
La actual hornada de quinceañeros tiene buenos publicistas. Les han bautizado como "Generación Einstein". Sus defensores afirman que los nacidos a partir de 1988, que ahora tienen entre 12 y 20 años, llevan el ADN desbordado de ceros y unos; la primera que, en vez de recibir buenos consejos de sus padres, han tenido que iniciarlos en los secretos del ciberespacio. Pero, ¿eso los hace ser más listos que sus padres? ¿Son más capaces que otras generaciones? ¿Cómo los marcará ese indisoluble contacto con las pantallas?
Hay quien opina que la obsesión por otorgar una marca distinta a esos adolescentes sólo responde a la preocupación de sus padres, y a la presión de un mercado que quiere convertir al sector de la informática en la gallina de los huevos de oro. "Si se corre el mito de que la cibernética hace bien se venderá", afirma Ángel J. Gordo, profesor de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense.
De norte a sur y por los siglos de los siglos, las abuelas dirán, sencillamente, que esa edad es la del pavo. Pero, para muchos teóricos, ser la primera generación que nació con la tecnología puesta podría marcar la diferencia. A los pavos del siglo XXI los rebautizaron: pantalleros, Generación Messenger o Generación Einstein. Dicen que son especiales. Crecieron en la sociedad de la información, acostumbrados a consumir bits y píxeles en cualquier lugar y hora.
¿Serán más listos que sus padres? El politólogo neozelandés James Flynn analizó en los `80 los registros históricos del Cociente de Inteligencia en 20 países, y mostró que el promedio de la población crece entre 5 y 25 puntos de una generación a la siguiente: es el ahora llamado efecto Flynn. En España, por ejemplo, el promedio del cociente de inteligencia creció 10 puntos entre 1970 y la presente década, según un estudio del psicólogo Roberto Colom, de la Universidad Autónoma de Madrid. Colom precisa que no se trata de un incremento de la inteligencia en todos los niños, sino sólo en los que la tenían más baja. Lo que influye no son tanto las condiciones externas como el acceso a la educación o a las nuevas tecnologías, sino algo más simple: la alimentación. En la medida en que todos estén bien alimentados crecerá el número. En la inteligencia poco pueden hacer las tecnologías, pero, para los más avispados, una buena herramienta es un tesoro.
Jeroen Boschma, un publicista holandés que publicó un estudio sobre esa generación, cuenta un ejemplo muy significativo: entrevistaba a un chico de 17 años para un puesto de trabajo. Le hizo una pregunta técnica difícil para ver cómo reaccionaba. El aspirante no sabía la respuesta, pero pidió un minuto para averiguarla; se metió en un foro de Internet y en pocos segundos tenía más de 100 respuestas correctas.
A partir de la observación de esos jóvenes, Boschma es capaz de describir algunas características que, en su opinión, les confieren las nuevas tecnologías: cuestionan la autoridad y van a lo práctico con la información; quieren tener respuestas aquí y ahora porque están acostumbrados a eso; socializan de formas distintas, siempre basándose en los sistemas de comunicación colectivos y se han convertido en consumidores influyentes que dictan su ley a las grandes firmas. Boschma, que trabaja en la agencia de publicidad Keesie, publicó un estudio sobre ellos. Su título sintetiza sus optimistas conclusiones: Generación Einstein: más listos, más rápidos, más sociables. "Lo digital subraya una diferencia respecto a cualquier otra generación", afirma.
No sólo se trata de la información a la que consiguen llegar, sino de los efectos que tiene el fenómeno en las estructuras de pensamiento tradicionales. El acceso a infinitas fuentes de información contrastables ha desautorizado ante ellos a los antiguos `monopolios del conocimiento`, o sea padres, profesores y medios de comunicación tradicionales. "La tecnología creó una brecha de incomunicación entre esta generación y las anteriores. Tendrán que ser los adultos los que entiendan a los chicos porque son ellos los que conocen el mundo que viene".
El miedo de los profesores es que, en nuevas tecnologías, los chicos han pasado a ser los maestros. Por ahora. Boschma aconseja que para entenderlos lo mejor es preguntarles, ser humildes y aprender, y colaborar en vez de censurar. Cuando su propio hijo se empezó a interesar por los temas sexuales, él mismo le buscó tres páginas web de referencia. "La censura sólo es un camino hacia la incomprensión. Es mejor ayudarles y dejarse enseñar".
DETRACTORES. Pero Ángel J. Gordo, experto en ciberjóvenes, alerta de que estudios como el de la agencia Keesie, el de Boschma, caen en la trampa de "homogeneizar a todos".
Gordo publicó en 2006 el informe Jóvenes y cultura Messenger: tecnología de la información y la comunicación en la sociedad interactiva. Los datos de ese trabajo contrastan con la optimista tesis del holandés. Se apunta a que la generación cibernética es un invento del mercado. "Hay que tener en cuenta las diferencias culturales, el trabajo de sus padres. Quienes no hacen ese ejercicio están negando las diferencias sociales".
En el instituto Montserrat de Madrid se puede mirar a los ojos al origen del debate: tres alumnos y cinco alumnas de 15 y 16 años. Tratan de las preocupaciones de sus padres, del sexo en Internet y de su forma de relacionarse en el ciberespacio. Todos hablan del chat Messenger como si fuera de su propia voz. "En un día normal hablo con tres o cuatro personas a la vez, pero he llegado a hablar hasta con 20" cuenta Elisa.
La brecha de incomprensión se abre en la diferente manera de concebir la comunicación. "Los padres les ven como asociales", explica Jeroen Boschma, "pero a diferencia de los mayores, sus redes colectivas se extienden también y principalmente por el espacio virtual", que da acceso al mundo entero.
Algo que proporcionó la televisión en mucha menor medida a los padres y con lo que no soñaron los abuelos ni en sus mejores fantasías. Nadie se atreve a decir con seguridad qué características generacionales les habrán proporcionado esos viajes por el mundo desde casa. Pero, para empezar, lo que los padres consideran estar encerrado delante del ordenador, para ellos supone un gran encuentro entre amigos. Y también, en relación a los estudios.
Pura Silgo los conoce bien. Es profesora de literatura y confiesa que los ve "diferentes e iguales" a los chicos que encontró en 1979, cuando comenzó a enseñar. "Los adolescentes tienen constantes claras en el desarrollo de su personalidad: inseguridades al enfrentarse al mundo, en su manera de ver a los adultos como extraños y, a la vez, como ejemplo. El pavo es una etapa que hay que pasar y que, por suerte, siempre pasa".
"Lo alarmante de esta generación es que son los primeros que pasan esta parte crucial de la vida estableciendo sus relaciones personales de una forma virtual. A menudo, se dicen en el Messenger cosas que no serían capaces de decir en persona, algo que puede ocurrir a todas las edades, pero que preocupa en el momento en que se está formando la personalidad, porque uno puede estar creando un personaje no real", explica Silgo. "Si cuando eres adolescente ya te duele mirarte al espejo, imagina si minutos antes has estado fantaseando con que eres alto, rubio y de ojos azules...".