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Cómo Laurie Santos enseña a ser feliz

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Laurie Santos, una psicóloga fuera de lo común que hace furor.

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Con una app, memes y una oratoria fuera de lo común esta psicóloga convirtió su curso en la clase con más alumnos en la historia de Yale.

Con su pelo crespo más bien largo, su ropa sencilla, una cara libre de maquillaje y una sonrisa dulce, Laurie Santos, psicóloga de 42 años, estaba preparada para dar su curso Psicología y la buena vida en cualquier sala de Yale, con espacio para 250 personas. Pero, a medida que fueron apuntándose más y más estudiantes, hubo que buscar un lugar más grande. La antigua capilla Battel Chapel, edificio histórico adaptado para conferencias con 844 asientos, tampoco fue suficiente: cerca de un cuarto de los inscritos tuvo que ver a Laurie vía streaming en salas contiguas.

Con 1.200 alumnos, lo que corresponde a uno de cada cuatro estudiantes de pregrado, Laurie quebró todos los precedentes: no había tantos inscritos en un curso en Yale desde 1992, cuando una clase sobre leyes y psicología logró reunir la hasta entonces inédita suma de 1.050 estudiantes.

"Pienso que mis clases han sido un éxito porque muchas personas están interesadas en aprender más sobre lo que la ciencia dice de la felicidad. Hay mucha curiosidad en torno a qué hace a la gente realmente feliz y, sobre todo, muchas ganas de saber qué se puede hacer en el día a día para tener una vida mejor", dice por mail, cuando se le pregunta por las razones tras el éxito de su clase.

Pero el atractivo del tema de su clase no lo es todo; también está su gran desplante escénico. Cuando Laurie habla en Woolsey Hall, la sala de conciertos de Yale, dos veces a la semana, nadie levanta la mano ni hace preguntas y no hay debate: los asistentes son demasiados como para permitirse ese lujo. Pero sus palabras atrapan a la audiencia y no la suelta hasta que pasa la hora y 15 minutos que dura cada sesión. Laurie no llena la cabeza de sus alumnos con cifras y estudios. La psicóloga va más allá del rigor científico para estudiantes de una universidad Ivy League y busca hablarles a los alumnos en su idioma.

"Es energética y divertida. Sabe cómo mantener la atención de sus alumnos: sus exposiciones son entretenidas, interesantes y también informativas. Recoge datos importantes y muchas veces sorprendente sobre la manera en la que funciona nuestra mente", dice Joao Cardoso, 18 años, estudiante de primer año en Yale que planea dedicarse a la astrofísica.

Esta gran capacidad de oratoria —que cualquiera puede constatar viendo sus charlas Ted en You Tube— ha sido reconocida no sólo por sus alumnos, sino también por sus pares: al obtener su Ph.D en psicología en la Universidad de Harvard, en 2003, su presentación recibió el Richard J. Herrstein Dissertion Prize, distinción que busca premiar a las mejores disertaciones, esas que exhiben "excelencia académica, originalidad y amplitud de pensamiento, además de un compromiso con la independencia intelectual".

"Fui entrenada por personas que priorizan la diseminación pública de los estudios científicos, por lo que trabajé duro para encontrar las mejores maneras en las que se pueda compartir la ciencia con el público", sostiene.

Monkeynomics.

Laurie Santos es cien por ciento estadounidense, pero su familia viene de Portugal y de Cabo Verde. Creció en la localidad de New Bedford, en el estado de Massachusetts, donde su madre trabajaba como profesora de colegio y su padre se desenvolvía en el mercado de la informática. "New Bedford es un pueblo de clase trabajadora. Es muy diverso. Por eso pienso que haber crecido ahí me hizo sentir interés por la psicología humana ", dice.

Pero a Laurie no siempre le atrajo la felicidad, el tema que hoy la tiene prácticamente abducida. Es más: sus primeras investigaciones giran en torno a un tema completamente diferente: las monkeynomics, juego de palabras que alude a la unión entre economía y monos. Como directora del CapLab (Laboratorio de Cognición Comparativa) en Yale, pasó años estudiando la neurobiología de los primates en busca de lo que define el cerebro humano.

En junio de 2016, la psicóloga asumió como Head del Silliman College, lo que significa que es la persona a cargo de una de las residencias para estudiantes. Fue ahí donde, de a poco y animada por el interés que demostraban los jóvenes, comenzó a improvisar clases sobre la felicidad, siempre con el apoyo de los últimos estudios científicos sobre el tema.

A Derek, por ejemplo, le encantó entender al fin por qué lo material no trae la felicidad que muchos esperan, sobre todo en ambientes competitivos y exitistas, frecuentes en universidades de primer nivel. "Lo que más me ha sorprendido hasta ahora es comprender la diferencia entre gastar dinero en objetos versus experiencias: lo material te encanta al principio, pero después te aburre, porque la cosa es siempre la misma cosa. En cambio nunca puedes vivir una misma experiencia otra vez", comenta.

El boca a boca funcionó rápido y pronto estas sesiones-conversaciones-reflexiones-sobre-la-vida comenzaron a llenarse a tal punto que Santos pensó que sería bueno hacer una clase más formal. Los estudiantes comenzaron a llegar entusiasmados por la animada labia de la psicóloga, por su sentido del humor, por su rigor, pero también porque le creen: Laurie es todas luces una mujer llena de vida. En la página de comunicaciones internas de Yale cuentan como con su marido —Mark Maxwell, estudiante de Ph.D en Filosofía, con estudios de física en el MIT, exprogramador de computadores, exjugador profesional de póker— disfrutan de una serie de "pasatiempos kitsch" como el karaoke, el mini golf, la observación de pájaros, los viajes, el trekking.

Hoy, las clases de Laurie no solo congregan estudiantes de pregrado, si no también a mucha gente adulta, que vive en el sector de New Haven, la ciudad costera en la que está Yale.

Pero, ¿qué enseña ella? En rigor, nada que no sepamos. Laurie propone que para ser feliz hay que dormir más y mejor, dejar de lado a las redes sociales para fomentar más "conexiones de verdad", pasar más tiempo real con la familia y los amigos, meditar diez minutos al día y hacer listas de cosas por las cuales se debe sentir gratitud.

Pero los alumnos no van a oír a Laurie solo para escuchar teorías, sino también para poner en la práctica lo enseñado. Solamente saber lo que hay que hacer, dice Laurie, no basta. En esta línea, la académica trabaja con lo que llama la falacia de G.I.Joe. G. I. Joe es una serie de figuras de acción creada por Hasbro en los años 60. En los años 80, cada capítulo de la serie terminaba con la frase knowing is half the battle (el conocimiento es la mitad de la batalla), una idea que, para Laurie, juega en contra de los cambios conductuales. "Los estudios muestran que el saber ocupa apenas una porción muy pequeña en la mayoría de las decisiones de la vida real".  

Un método que implica rendir cuentas

Aprender simplemente lo que la ciencia dice sobre la felicidad no es suficiente; hay que hacer efectivos esos principios en la propia vida y esto toma trabajo. No es fácil insertar buenos hábitos, por más que sepamos que necesitamos hacer ejercicio y dormir más.

Para esto, la psicóloga ideó un innovador concepto, "rewire" o reclablear que alude a la necesidad de hacer cambios en nuestras conductas. Está terminando una aplicación para celulares que sirve para monitorear los avances de cada alumno en su búsqueda por una vida más plena.

"La App ReWire va a estar lista dentro de los próximos meses y permitirá controlar hábitos como la práctica de la gratitud, los actos de bondad aleatorios y meditar", explica Laurie.

La idea es que los estudiantes vayan llevando un registro del cumplimiento de tareas específicas encargadas por la psicóloga. La exigencia impuesta por esta aplicación ha hecho que ella califique su curso como "el más difícil en Yale", porque "para ver cambios reales en sus hábitos de vida, los estudiantes deben estar dispuestos a rendir cuentas a diario", explica en The New York Times.

Por el momento, Derek apunta todo en su computador. "La semana pasada, por ejemplo, nos encargó que nos involucráramos socialmente con una persona nueva, tarea que me gustó mucho. Otro día pidió que anotáramos durante una semana las cosas por las que debemos estar agradecidos, algo que no estamos acostumbrados a hacer. Nos pasan muchas cosas buenas que no valoramos".

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