El 25 de julio no es una fecha más en el calendario de la comunidad sorda uruguaya. Ese día se celebra oficialmente la Lengua de Señas Uruguaya (LSU), reconocida como parte del patrimonio lingüístico del país desde 2001. Más allá de la efeméride, para muchos la LSU representa un pilar de su identidad y también una herramienta de resistencia.
Según el censo nacional de 2011, cerca de 120.000 uruguayos tienen algún tipo de problema auditivo, y más de 30.000 presentan sordera severa o total. Sin embargo, no hay datos precisos sobre la cantidad de hablantes de LSU. Y aunque la visibilidad a esta comunidad haya aumentado —especialmente a partir de la presencia de la LSU en medios, espacios públicos y aulas—, los desafíos que enfrenta siguen siendo profundos y estructurales, atravesados por el silencio de políticas educativas que durante décadas privilegiaron el oralismo.
Es también por eso que la minuana Camila Ramírez celebra el 25 de julio como un hito personal. Para ella, aprender la LSU fue encontrarse a sí misma. “Durante mi infancia y adolescencia el objetivo era ‘normalizarme’, adaptarme al mundo oyente, reforzando mi integración al sistema educativo sin contemplar mis necesidades reales como persona sorda”, cuenta a Domingo quien, cuando tenía apenas un año y medio, tuvo una infección pulmonar que la llevó a recibir tratamiento con gentamicina, un antibiótico que le provocó pérdida auditiva.
La joven, hoy con 36 años, creció en el interior de Minas en una época donde no estaba permitido usar la lengua de señas, ni existía una ley que la reconociera. Fue, durante muchos años, oralista, interactuando con la gente a través de la lectura de labios. “Vivía repitiendo, imitando expresiones sin comprenderlas del todo. Me sentía limitada, con poca información y sin libertad para expresarme”, dice sobre una época que recuerda como desgastante.
“En clase me perdía constantemente. La maestra hacía todo lo posible por incluirme, pero no era suficiente. Cuando se daba vuelta para escribir en el pizarrón, ya no podía leer sus labios y por lo tanto, era imposible seguir el ritmo, se me iba la batería social. Necesitaba un enfoque más visual y eso no existía en mi entorno”, rescata.
Todo cambió en 2005 cuando se mudó a Montevideo, empezó en el Liceo 32 y pudo integrarse a la comunidad sorda. Allí aprendió la LSU y sintió como se abría un nuevo mundo de posibilidades. El español pasó a ser su segunda lengua y el cambio, cuenta, fue radical.
“Descubrí el mundo sordo y me encontré, fue el verdadero comienzo de mi educación. La LSU me dio identidad, pertenencia y, sobre todo, herramientas para aprender. Por fin podía entender lo que antes, de niña, me parecía inalcanzable”, relata quien pudo culminar la secundaria en el IAVA y hoy se encuentra cursando el cuarto año de abogacía en la Facultad de Derecho de la Universidad CLAEH de Punta del Este con una beca de Deaf Legal Advocacy Worldwide, organización que acompaña a personas sordas con el objetivo de brindarles herramientas y apoyar en la conclusión de su formación. Además, es vicepresidenta de la Asociación de Sordos de Maldonado (ASOMA), donde trabaja para lograr cambios en comunidad; a fin de cuentas, por experiencia propia sabe que el sostén colectivo hace toda la diferencia.
“A cada paso fui acompañada por docentes, colegas y, sobre todo, por mi familia, mi madre fue quien me impulsó a dejar Minas a mis 14 años para buscar mi futuro. Siempre digo que todo comenzó con ese pequeño gran gesto de amor”, cuenta. Y expresa un deseo, hoy también transformado en motor de vida: “Ojalá nunca más se prive a una niña, niño o adolescente sordo del acceso a su lengua natural. Negarla en la infancia es una forma de violencia silenciosa que deja huellas profundas”.

Avances y desafíos
En estos 24 años de reconocimiento de la LSU se han logrado avances significativos para la comunidad sorda. Por ejemplo el Centro de Investigación y Desarrollo para la Persona Sorda (CINDE), que nace como comisión especializada de la Asociación de Sordos del Uruguay (ASUR), desde sus comienzos imparte cursos de LSU, y de formación de intérpretes y docentes.
Sin embargo, la accesibilidad en el sistema educativo y servicios como la salud privada —el MIDES y el MSP ofrecen servicios de interpretación en LSU en unidades específicas de atención en salud— siguen siendo algunos de los principales problemas.
“Hay dos visiones de la comunidad. Una médica, donde las personas sordas son consideradas ‘discapacitadas’, o ‘enfermas’, que busca herramientas para reparar esa falta. Y una antropológica en la que somos integrantes de una comunidad lingüística, donde hablamos una lengua en común, con una cultura propia en la que participamos socialmente, donde más allá de la ‘falta’ de audición somos personas que pensamos y actuamos como cualquier humano”, puntualiza Stella Canepa, directora del CINDE, quien además remarca que la desinformación sigue propagando prejuicios y expresiones incorrectas.
“Por ejemplo, ‘sordomudo’, no existe, no tenemos problema en el aparato fonador. Algunas personas sordas profundas de nacimiento no pueden imitar los sonidos por eso no articulan las palabras, pero hablan LSU. Y hay personas sordas que sí han logrado poder hablar. Tampoco decimos ‘persona no oyente’, o ‘discapacitado auditivo’, ni ‘personas con problemas auditivos’”.
La expresión correcta, explica, es persona sorda. “Nos identificamos así orgullosamente, no tenemos un ‘problema’, nacimos así o por alguna razón quedamos sordos y es algo irreversible”, apunta.
Con relación a la educación superior, casos como el de Camila siguen siendo minoría, ya que además de la falta de accesibilidad en las clases, la modalidad de evaluación muchas veces no se adapta al estudiante. En la contracorriente, algunas facultades vienen desarrollando proyectos que apuestan a cambiar esta realidad. Por ejemplo, en la Facultad de Química de la Udelar las docentes Ivana Núñez y Alicia Mollo crearon un proyecto de glosario en LSU para conceptos de la química. El material fue elaborado en conjunto con el Centro de Recursos para Estudiantes Sordos (CERESO) y está accesible para lectura y descarga en el sitio de ANEP. “Es posible bajarlo, modificarlo y traducirlo, es un recurso educacional abierto, está diseñado para que cualquier persona pueda acceder y trabajar con él”, cuenta Nuñez a Domingo.
A su vez, Mollo subraya que el camino ha sido de aprendizaje para todo el cuerpo docente involucrado y que ayudó a repensar prácticas educativas. Aunque, reconoce, queda mucho por hacer. “Más allá del glosario, nos interesa que un chico sordo que esté en secundaria sepa que tiene la posibilidad de seguir estudiando y que hay un grupo de gente en esta facultad que tratará de buscar la mejor forma para que él pueda transitar su formación”.
En las redes
Si en la capital aún existen muchas demandas por atender, en el interior las carencias son aún más notorias y Any Velázquez, natural de Rivera, ha vivido en carne propia la falta de acceso durante muchos años. “Soy hipoacúsica, me crié en un entorno familiar oyente, por lo tanto aprendí a hablar el español. Fui a una escuela de sordos en turno matutino y en el vespertino a una escuela común. Pero cuando pasé al liceo no había intérpretes, y fue un gran desafío para mí cada año. Al finalizar el bachillerato quería ser docente de LSU, pero solo había la posibilidad en Montevideo, y por no tener las condiciones tuve que esperar hasta 2021, cuando pude cumplir mi sueño de estudiar esta carrera que finalicé en 2023”, cuenta la docente que hace un trabajo de divulgación de la LSU en las redes sociales.
“La idea surgió al escuchar muchos reclamos de personas que al hacer un curso y finalizarlo se olvidaban algunas señas o, como no interactúan con personas sordas, no encuentran un espacio para seguir practicando”, dice quien en su cuenta de Instagram (@anydocentelsu) y canal de Youtube enseña vocabularios, indica cortometrajes y novedades relacionadas a la LSU.
“Siempre he visto en otros países como difunden la lengua de señas de una manera linda, con videos de viajes, cocinas, bromas, etc. Acá en Uruguay hace falta y mucho que en las redes sociales se difundan algunas informaciones básicas; me gustaría que más sordos se animen a ser influencers o youtubers y que muestran nuestra cultura, identidad y costumbres”, anota la docente.
Para ella tomar la iniciativa de aprender LSU es una forma valiosa de promover la inclusión. “Puede ser desafiante, pero no podemos frenarnos por el miedo. La comunidad sorda aprecia y mucho el esfuerzo y la dedicación”, concluye.
Tecnología a servicio de la accesibilidad
La idea no surgió en un laboratorio ni en una sala de reuniones. Fue más bien una consecuencia de la frustración. En 2019, Fabián Curzio quiso aprender LSU y se encontró con que sus tiempos no se ajustaban a la oferta de cursos disponible. Lejos de desistir, compartió el problema con su hermano Martín y entre ambos -uno licenciado en comunicación y el otro arquitecto-, empezaron a dar forma a una solución que, sin saberlo, estaba por convertirse en un desarrollo pionero.
El resultado fue ELdes, una plataforma que combina inteligencia artificial y detección de movimiento para enseñar lengua de señas en forma interactiva. En ella se dictan cursos online donde el estudiante interactúa con los videos tutoriales, y por medio de la cámara web la plataforma detecta, analiza y procesa los movimientos realizados por el alumno en tiempo real.
“El día anterior a que me llamara Fabián para contar lo del curso y pensar algo juntos, yo había visto a un chico sordo tratando de pedir un helado en McDonald’s, y la estaba pasando muy mal, en una situación que debería ser normal para todos”, recuerda sobre lo que lo motivó a desarrollar algo que pudiera auxiliar a las empresas a formar a sus empleados en LSU. Además, la iniciativa de crear ELdes no fue casual. Fabián y Martín tienen baja visión y conocen bien las dificultades que enfrentan muchas personas para acceder a servicios básicos.
“Si bien no tenemos problemas de audición, sabemos lo que es tener un sentido comprometido. Desde ese lado siempre fuimos sensibles al tema y nos pusimos a buscar una solución para ver cómo una persona puede aprender lengua de señas, sin la necesidad de tener que concurrir a un instituto. Teniendo en cuenta que es una lengua gestual, visual y espacial, teníamos que crear una plataforma que permitiera que se analizaran los movimientos y se diera respuesta en tiempo real”, cuenta sobre la startup que empezó con fondos de la Agencia Nacional de Investigación e Innovación (ANII) y el apoyo formativo del CINDE.

La plataforma se gestó en 2022 y desde entonces no paró de crecer. Actualmente tiene usuarios en Argentina y España, con sus versiones respectivas, ya que cada país tiene su propia lengua de señas. Este 2025 fue galardonada con el premio a la Innovación en el Global Earth Tech Awards, una especie de mundial de empresas de educación con base tecnológica. “Por primera vez en la historia una startup de América Latina se llevó ese premio”, comenta.
Con el uso de los primeros usuarios, fueron identificando debilidades y mejorando la experiencia. “Al principio la plataforma detectaba solo lo que es la configuración manual, que es la forma de la mano. Pero en la LSU importa no solamente la configuración manual, sino que también importa la ubicación en el espacio, no es lo mismo hacer una seña a la altura del hombro que delante de la cara”, explica. “Fuimos actualizando en base a los comentarios que nos llegaban”, suma.
Actualmente, varias universidades y empresas están capacitando a su personal a través de ELdes, pero Martín advierte: “Con nuestra plataforma no pretendemos sustituir la enseñanza tradicional. Es una opción para cuando una empresa, por ejemplo, quiere capacitar a 100, 500, 1.000 personas. O una herramienta práctica para quien ya está aprendiendo y necesita practicar luego de tomar clases”.
Para hacer justicia a su perfil social, por cada licencia vendida, la startup dona otra a una institución educativa, lo que ha generado acciones coordinadas con el MEC. “En un año logramos triplicar el acceso a la enseñanza de lengua de señas en Uruguay”, afirma uno de los fundadores. Además, la plataforma (somoseldes.com) permite acceder a módulos básicos, lecciones y pruebas sin costo.
Con el crecimiento y la buena respuesta obtenida, los hermanos Curzio van por más y ya están trabajando en un nuevo proyecto: adaptar los tótems de autoservicio para hablantes de LSU. “Hoy entrás a un banco o vas a sacar un número en un hospital y lo primero que te enfrentás es un tótem o una pantalla con texto y botones y las personas sordas en general tienen problemas con la lectoescritura. El español no es su lengua madre. Entonces lo que vamos a hacer es que esos puntos de atención estén conectados a nuestro sistema de IA. Y la persona podrá interactuar con ese tótem en lengua de señas. El sistema entiende lo que dice y se le devuelve un mensaje a ese tótem para que pueda seguir como corresponda”, adelanta Martín sobre un trabajo que está en etapa de finalización.
"Nada sobre nosotros, sin nosotros"
En un país donde el acceso a la comunicación plena aún no está garantizado para todos, hablar de la LSU es también hablar de justicia social. Para Camila y Stella, un punto fundamental de esta discusión es que las políticas públicas para la comunidad sorda sean pensadas en conjunto.
“‘Nada sobre nosotros sin nosotros’, para mí esa frase es muy significativa. Es muy importante que la gente oyente entienda eso porque actualmente en el afán de la inclusión quieren buscar que nos parezcamos a lo que consideran ‘normalidad’, y, por ejemplo, traducen canciones o musicales a la LSU, cuando no forma parte de nuestra cultura”, afirma Stella.
A su vez, Camila considera que la necesidad primordial es que hayan personas sordas ocupando cargos técnicos y estratégicos donde se toman decisiones sobre la comunidad. “En muchas áreas vinculadas a discapacidad se habla ‘sobre’ las personas sordas, pero no las incluyen en los equipos. Eso es fundamental porque somos quienes mejor conocemos nuestra realidad y contamos con formación y experiencia para implementar cambios”, destaca. Y remata: “Las verdaderas limitaciones no están en nuestros cuerpos, sino en las mentes que miran con prejuicio.
El pasado 27 de junio, en el marco del Día Mundial de la Sordoceguera, el Museo de Arte Precolombino e Indígena (MAPI) presentó una nueva herramienta que apuesta por una experiencia cultural más inclusiva: video-guías en Lengua de Señas Uruguaya (LSU). El contenido, pensado para personas sordas, ya está disponible en la aplicación del museo para dispositivos iOS, y se desarrolló con el apoyo del Centro de Investigación y Desarrollo para la Persona Sorda. La versión para Android se encuentra en camino. La aplicación también suma audioguías en inglés y portugués, ampliando su alcance a visitantes extranjeros. Las guías recorren las exposiciones y colecciones del MAPI, con el objetivo de ofrecer una experiencia más equitativa para el público.
Según el MAPI, la iniciativa se inscribe en una línea de trabajo más amplia que el museo viene desarrollando en los últimos años para garantizar el acceso universal a su patrimonio. Entre las acciones ya implementadas se encuentran la instalación de una elevadora para sillas de ruedas y mejoras en la infraestructura y en la señalética.
La accesibilidad todavía no es una norma en todos los museos del país, pero hay otras experiencias que marcan el camino. Un ejemplo es el del Museo Nacional de Historia Natural, que desde 2018 ofrece en sus salas de exposición contenidos en LSU. La traducción de los textos fue realizada por la Asociación de Sordos del Uruguay (ASU), en el marco de un convenio con el Sistema Nacional de Museos. Los materiales abordan temas diversos como el origen del universo, los dinosaurios, la megafauna sudamericana y la historia natural hasta el presente.