DR. PABLO PERA PIROTTO
Pocos días atrás se entregó el premio Nobel de medicina y, como viene sucediendo en las últimas ediciones, el campo de la genética fue el galardonado. No cabe duda que esta área del conocimiento es una de las que más ha avanzado en las últimas décadas, estableciéndose como un camino muy esperanzador por el que seguramente transitará la ciencia médica en el futuro cercano.
Este año los premiados fueron los científicos estadounidenses Elizabeth Blackburn, Carol Greider y Jack Szostak, quienes descubrieron cómo los cromosomas son protegidos por los telómeros, y describieron la importante acción que tienen las telomerasas.
Sin pretender entrar en explicaciones demasiado profundas ni técnicas sobre una materia que es tan fascinante como compleja, es interesante comprender algunos conceptos para valorar la trascendencia de estos hallazgos y su implicancia en el desarrollo de futuras terapéuticas.
Básicamente los cromosomas son estructuras de forma alargada, que están ubicadas dentro de los núcleos de las células, en donde se encuentra toda la información genética de los individuos. En la especie humana son 46, y se presentan en 23 pares, de los cuáles uno es el que determina el sexo de la persona.
Específicamente en sus extremos están lo que se conoce como telómeros. Son regiones de ADN cuya función principal es darle estabilidad a la estructura de los cromosomas y protegerlos de su degradación. Cada vez que una célula de nuestro cuerpo se divide, produce dos células que son idénticas desde el punto de vista genético. Pero también, cada vez que esto se produce, los telómeros se van acortando poco a poco, marcándole un límite a la replicación que puede tener esa célula. Este descubrimiento fue trascendente para entender el envejecimiento celular, que es el origen de muchas de las enfermedades que padecemos.
En cuanto a las telomerasas, se trata de enzimas cuya función es reparar esos telómeros y volverlos a alargar, permitiendo que se siga dando el proceso de multiplicación. Y aquí viene lo interesante de su hallazgo, producido pocos años atrás: por un lado, la ciencia se encuentra estudiando la forma de incidir sobre ellas, para detener o retrasar el envejecimiento del organismo, y por otro, son un elemento clave en la investigación terapéutica contra el cáncer.
Como las células tumorales se multiplican rápida y descontroladamente, careciendo de freno para su replicación, si se logra desarrollar un medicamento que bloquee la acción de las telomerasas, se podría lograr la muerte progresiva de estas células malignas y detener el proceso oncológico.
Si bien pueden parecen objetivos científicos antagónicos, se están desarrollando ambas líneas de investigación de forma exitosa. Por ejemplo, para combatir el envejecimiento se están buscando sustancias que sean capaces de activar la telomerasa, pero de una forma regulada. Es decir, que los telómeros de los cromosomas vuelvan a alargarse, pero sin llegar a provocar esa inmortalidad celular descontrolada que ocurre en las células del cáncer. En el campo de la oncología, el objetivo es frenar la acción que tiene esta enzima específicamente en las células tumorales, sin que se afecten el resto de las células normales del cuerpo.
Ese es el desafío, y en esto están trabajando varios grupos científicos a nivel mundial. Pero la realidad es que los resultados no se verán con rapidez, ya que la ciencia tiene que cumplir ciertos plazos para asegurar una correcta investigación, y sortear las distintas etapas establecidas hasta llegar a la producción de medicamentos que sean seguros y eficaces. Pero todo es cuestión de tiempo.