Por: María de los Ángeles Orfila
La historia comienza en una humilde peluquería en San Carlos. Pasa por un quiosco de venta de diarios y revistas. Y termina (solo por el momento) en uno de los paradores más exclusivos de Punta del Este. En cada lugar trabajó un Rodríguez: Elbio, Uruguay y Diego; en ese orden, abuelo, padre e hijo.
Elbio atendía la peluquería y el quiosco pero, al morir, Uruguay, quien no sabía cortar el pelo, la cerró y se quedó solo con “Fígaro”, el local ubicado frente a la Plaza Artigas. De allí salía cada madrugada con una pesada bicicleta para repartir el diario El País puerta por puerta. Empezó a trabajar de niño; solo terminó sexto de escuela.
Años después, la historia tuvo otro giro. “El gallego David fue a buscarlo no sé cómo”. Este personaje era “un emblema de la gastronomía” del balneario; dueño de dos clásicos de la época: La Fragata y Beer Garden, cuenta Diego a Revista Domingo. El gallego David fue la providencia.
Uruguay comenzó como encargado de caja en uno de los restaurantes. Dos años después dejó al gallego para irse con “un italiano que quería armar algo en avenida Gorlero”-abrió Gianni, otro clásico del balneario- y terminó siendo socio minoritario en siete restaurantes.
Entre medio, Diego apareció en escena. Cuando Uruguay abrió Posto 5 -en la parada 5 de Playa Mansa- en 1985, su hijo entró corriendo atrás. Y no salió más. Se escondía, trepaba, saltaba, jugaba, se sentaba en la mesa de los grandes, escuchaba largas tertulias sobre política y fútbol que no entendía, veía y, sobre todo, aprendía. “En esa época había dos turnos de 12 horas; mi padre no cerraba”, recuerda.
El siguiente paso fue el más obvio. Diego, a los 14 o 15 años, comenzó a trabajar en el parador. Arrancó como promotor. Se recorría la Brava a pleno sol repartiendo volantes. Después fue lavandín, trabajó en la barra y durante unos años fue parte del staff del club de playa. Eso sí, lo reconoce: “En la cocina nunca metí mano”.
Al mismo tiempo, Diego luchaba con el liceo. “Me sacaba 12 en Matemática pero no quería saber más nada”, larga otra confesión. No le gustaba estudiar. Perdía exámenes. No se concentraba. Así que solo completó el primer año (varios años después realizó unos estudios en Relaciones Públicas). Siempre estaba pensando en otra cosa. Y tenía un sueño que se lo repetía a su padre: “Quiero ser empresario”.
EL HOMENAJE. No sé si Diego cree en las técnicas -tan de moda- de manifestación pero consiguió su deseo. A los 20 años dejó atrás San Carlos y empezó su propio camino con esa meta: “Ser empresario multirrubro”. Hoy, con 43 años y cuatro hijos, dirige Posto 5 junto a Juan Diego San Martín -encargado de la parte gastronómica (ver recuadro)- y también tiene estaciones de servicio, y presta servicios financieros.
Pero el restaurante de la playa Mansa es su “niño mimado” tal como fue el de su padre. “Me enseñó gran parte de lo que soy; le debo todo”, asegura.
Y sigue: “El consejo más grande que me dejó es el estilo y la manera de hacer las cosas, el respeto hacia los otros que trabajan, los códigos de vida, de ir siempre por el camino más largo pero que es el que te da más recompensas; eso me lo dejó en el disco duro. Y que hay que cuidar el nombre. La plata es una moneda que hoy la tenés y mañana no pero, si hiciste las cosas bien y te fundiste laburando, arrancás de nuevo. Lo malo es cuando rompés el nombre. Conozco mucha gente con plata y no tanta con buen nombre”.
Y así como la gente de San Carlos sabía que Uruguay era hijo de Elbio, y en Punta del Este primero supieron que Diego era hijo de Uruguay, Diego cree que ahora lo reconocen por su propio nombre pero no olvida a quienes estuvieron antes. “Fui por la vida y las puertas se me abrían porque era el hijo de Uruguay Rodríguez. Mi padre hizo todo en el camino a pesar de venir de una familia humilde. Para mí, era un sabio, un adelantado”, lo recuerda.
ENAMORADOS. Uruguay Rodríguez bautizó al parador como Posto 5 en 1985. Así se mantuvo hasta la década de 1990 cuando llegó otro local a la parada 16 de la Mansa que se llamó Posto 16 y le reclamó cambio de nombre. “Mi papá, para no tener problemas, cambió la s por la r. Fue una gentileza porque este es el segundo parador más viejo de Punta del Este”, contó Diego. Esa denominación se mantuvo hasta ahora.
Remodelación y registro mediante, Porto 5 volvió a ser Posto 5 y Diego siente que es un homenaje a su padre. Este mes se cumplen ocho años de su fallecimiento.
Uruguay no reconocería el lugar salvo por la vista hacia la isla Gorriti que se mantiene intacta. El restaurante es hoy un parador de lujo con un club de playa que tiene su propio bar y servicio de camastros, sombrillas y reposeras. Diego y Juan Diego invirtieron, primero, US$ 500 mil durante la pandemia; luego sumaron US$ 1,5 millones para abrir esta temporada.
“Para hacer cosas distintas hay que estar realmente en la vanguardia. La gente que viene acá viaja por todo el mundo, sabe lo que es comer bien. Tenés que aggionarte y rápido, sino te vas quedando”, explica Diego. También dice que cuando haya pasado el verano, él y su socio se habrán ido “gratis”, dado que estiman que la inversión se amortizará en cuatro o cinco años.
El cálculo, en realidad, es muy bueno. Desde Navidad hasta fines de enero alcanzaron los 800 cubiertos previstos para cada día. Primero llegaron en masa los brasileros; luego se quedaron los argentinos y después del 15 de enero, cuando bajó la presencia de turistas de la vecina orilla, los directores de Posto 5 vieron que se reforzó la asistencia de uruguayos. Planean abrir todo el año.
“Para mí, el negocio pasa por otro lugar. Yo lo siento en el corazón. Es mi pasión. Te tiene que mover la pasión. Me crié acá desde los 6 años y acá estoy criando a mis hijos. Juan Diego también trae a su hijo. Yo, lo que estoy, es enamorado del lugar”, confiesa.
Los roles entre los socios de Posto 5 están bien definidos. Diego Rodríguez maneja la parte comercial y Juan Diego San Martín se ocupa de la parte gastronómica (él también es propietario de Late).
“Proponemos una cocina tradicional mediterránea fusionada con lo nuestro y con la cocina peruana; también tenemos sushi estilo japonés tradicional y lo nikkei. El bar cuenta con una carta amplia de tragos de autor. Tenemos un público bastante cosmopolita que pide a la mañana el desayuno, después vuelve al mediodía y a la hora del sunset. La gente viene a ver el atardecer, a comer una pizza, unas rabas o miniaturas, a tomar cerveza o licuados. El fainá fue un éxito”, resumió San Martín para Revista Domingo.
Este verano organizaron algunos eventos especiales para el sunset con invitados y preparan algunas cenas temáticas para este mes (por ejemplo, una para celebrar el Día de los Enamorados).u cuenta de Instagram @parador_posto5.