RELATOS
A Álvaro Nassutti ya le atraía la idea de convertirse en un nómada digital, así que armó su propia furgoneta camper y hoy vive en completa libertad de movimiento.
Álvaro Nassutti (39) para cuando “el 4G está a tope” y se mueve cuando se le acaba el agua y/o la comida. Hasta que eso no sucede, Álvaro, uruguayo de nacimiento, nómada por opción, estaciona su furgoneta en los paisajes más increíbles -hasta ahora de Españay que pueden ser vistos en su cuenta en Instagram @uruguayo.en.furgocamper- y trabaja, cocina, duerme y, en definitiva, vive en el vehículo que él mismo construyó para tener las mejores comodidades en una ruta que es permanente.
En setiembre de 2021 salió de Mallorca -donde ya había vivido tres años a comienzos de la década del 2000- y después de esperar cuatro meses por la homologación que certifica que esa camioneta es apta para que sea también una vivienda, cruzó a Valencia y, kilómetro a kilómetro, llegó hasta el oeste de Portugal. Ahora está en Sevilla y en un tiempo se irá para Lisboa. “Siempre voy mechando estar solo con estar con gente. Tengo planes de ir hasta Alemania este verano (boreal) y viajar con un amigo. Parece que es un estilo de vida por el que estás solo pero no siempre lo estás. Tenés tus momentos, pero yo los disfruto igual”, relata a Revista Domingo.

Álvaro es informático, por lo que de 8:30 a 18 horas cumple con su horario de trabajo. Los viernes corta a las 15 horas, así que ahí ve si es momento de levantar campamento. Los fines de semana se aventura más hacia las zonas remotas y de montaña para saber si tiene cobertura de internet y si puede trabajar desde allí. Hay momentos en los que solo pasa una noche o dos o tres días en un lugar, pero hay otros en los que se queda mientras le duran las provisiones de agua y comida. La furgonetatiene paneles solares y es autosuficiente en ese sentido. “Voy parando cada 100 o 200 kilómetros. No soy de moverme más que eso. Me quedo lo que me apetezca para salir a hacer senderismo o andar en bicicleta”, cuenta. También le gusta quedarse a tomar mate para observar a lo lejos, por ejemplo, el Castillo de Alcalá de Guadaíra, o descansar en el Pantano de Aracena en Huelva.
Pero no es solo informático. “Soy un manitas, como me dicen acá”, se ríe. Es carpintero egresado del Instituto de Enseñanza de la Construcción. “Me doy maña y me arreglo con la carpintería, sanitaria y electricidad”. Este dato es fundamental porque, en realidad, Álvaro renovó por completo la camioneta para que sea un hogar. El vehículo, que es del año 2004, era de una persona que se dedicaba al reparto de quesos. Primero tuvo que calcular si entraba de pie, dado que mide 1,85 metros -“llego justito pero bien”-. Luego quitó todo lo que tenía en su interior. “Dejé solo la chapa”. La llevó a un mecánico para que la dejara a punto -lo más importante que necesitaba era una nueva correa de distribución y, en general, es un paso ineludible para conseguir la homologación que le permita circular y habitar el vehículo- y, ya fuera del taller, comenzó la construcción que le llevó seis meses.

Acá estamos hablando de revestimiento, acondicionamiento térmico, colocación de paneles solares, ubicación del sillón cama, del escritorio, del ropero y de la cocina (le gusta cocinar y quería tener espacio) y fregadero. Y la instalación de una ducha interna y otra externa para el verano. ¿Y el baño? “Siendo hombre es más sencillo. Hago a lo perro. Tengo un lugarcito que es plegable con unas bolsas y la orina la desecho en una botella. Si estoy en la montaña o en un bosque lo entierro como un perrito paseando”, expresa entre risas.
A pesar de ser un “manitas” y de apelar al ingenio uruguayo para resolver problemas durante la construcción, Álvaro vio unos cuantos tutoriales en YouTube para saber cuáles eran los mejores materiales para comprar y cómo lograr la mejor distribución de los espacios y de los pesos, dado que la furgoneta debe quedar nivelada para circular con seguridad.
Vivir y trabajar de esta manera fue una idea que fue germinando con los años. En Uruguay, antes de partir hacia Estados Unidos, España, Argentina -y con unos pasajes posteriores de nuevo por su país- pensaba en tener una tiny house y formar parte de un movimiento internacional que se caracteriza por vivir a pequeña escala. En Mallorca, donde volvió por un amor, los terrenos son muy caros y con el tiempo la idea de la tiny house que cinchaba con otro vehículo se fue transformando en una camper.
“Creo que cambiar de país varias veces me hizo ser una persona que viaja bastante liviano. Cada vez llevo menos cosas conmigo”, reconoce.

La homologación solo le exige tres cosas: la presentación de un proyecto aprobado por un ingeniero industrial y una revisión técnica cada seis meses, porque es un vehículo con más de diez años de antigüedad. Si bien puede vivir legalmente en la camioneta, no puede hacer camping. Es decir, puede estacionarse donde esté autorizado, pero no puede sacar la mesa y la silla para almorzar en el exterior en plena ciudad o hacer un tendedero para secar la ropa.
¿Beneficios? Álvaro tiene una lista larga: arranca con no pagar alquiler o hipoteca y termina con un total sentido de libertad para conocer el mundo según tus ganas y tus tiempos. Lo que hay que tener es un trabajo que permita que lo último sea posible y las posibilidades que brinda el teletrabajo y la cobertura de internet no lo hacen tan difícil. Álvaro conoce periodistas, peluqueros, fotógrafos y artesanos que viven y trabajan de la misma manera.
Ni hablar de los costos. “Mi tanque de agua es de 80 litros. Si no lo cargo gratis, solo me cuesta tres euros”, reconoce.
No obstante, hay otro bichito que le está picando, así como un día otro lo terminó mordiendo, para elegir la vida en la furgoneta. Ya recorrió todo el sur de España y espera completar el norte antes de pasarse a Alemania y visitar a amigos y familiares en Italia, Hungría y hasta en Suecia -para esto deberá equipar el vehículo con neumáticos y cadenas para la nieve- pero, mientras esa parte de la aventura no empieza, está viendo dónde podría comprar un terrenito en España para “hacer un campamento base”.
Podríamos pensar que esta es una noticia que alegra a la madre de Álvaro, que siempre que habla con él lo encuentra en un lugar distinto. Como ya está “curtida con el tiempo”, ahora ella misma le pide videos y fotos de todos los sitios que visita con su camper, para sentirse parte de la travesía. Así le llega un día una foto de un atardecer en Colmenar Viejo (comunidad de Madrid), otro día una foto en la que se ve el Faro de Carbonera y a lo lejos el Peñón de Gibraltar y otro unos pies en la arena de la Playa del Saladillo en Marbella. “Ya ve que no me muero de hambre ni que estoy haciendo cosas malas”, bromea.

¿Y qué es lo que recomienda este errante uruguayo al que está teniendo las mismas ganas de probar este estilo de vida de absoluta libertad de movimientos? “Primero tenés que tener un trabajo que te lo permita. Luego hacer un periodo de prueba. Tenés que saber que no te vas a sentir incómodo en situaciones adversas. Hay que tener un poco de cancha. Lo mejor es alquilarse una furgoneta y salir a probar una semana a ver si te lo bancás y volver a Montevideo”, aconseja. Para Álvaro, si pasás la prueba, no te vas a arrepentir.