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Jimena Osorio: la uruguaya campeona del mundo en artes marciales mixtas

Desde Nuevo París hasta Albania. En noviembre se coronó como campeona en artes marciales mixtas. Su carrera y experiencia desafían los prejuicios.

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Jimena Osorio
Jimena Osorio.
Juan Manuel Ramos/Archivo El Pais

Por: Matías Castro / especial para Domingo

Fue dominada por un cuerpo de menos de 50 kilos, lo mismo que pesa ella. Ese otro cuerpo la tiró al suelo, se apoyó sobre ella y la inmovilizó entre sus piernas. Los brazos de su contrincante se trabaron alrededor de su cuello y apretaron. Jimena Osorio quedó sin posibilidad de defensa y el ahorque que recibió fue tan fulminante que le cortó momentáneamente la circulación y le hizo perder la conciencia. Cuando abrió los ojos, el combate estaba resuelto y Jimena se dio cuenta de que había perdido por sumisión. Específicamente, había sido derrotada por una de las varias maneras de ahogar al oponente, una de las técnicas más frecuentes para lograr una victoria en las artes marciales mixtas. Eso ocurrió en Serbia, en febrero de 2023.

Lo que mejor se le daba a Jimena Osorio en ese entonces era el striking, o pelea de pie en la que se arrojan golpes con un mínimo de distancia, porque su formación provenía del karate y del muay thai. La sumisión implica atrapar al oponente e inmovilizarlo, con movimientos que, en parte, provienen del jiu-jitsu.

Antes, en junio de 2022, Jimena había participado de un campeonato panamericano en México, donde se había enfrentado a la campeona latinoamericana. En los cuartos de final, la rival le hizo una llave con la que la dejó en el piso, inmovilizada, y le golpeó la cabeza una y otra vez. Con todo, Jimena resistió tres rounds, hasta que se dio cuenta de que se mareaba cada vez que rotaba la cabeza. Los golpes le habían causado una lesión que le dejaron mareos durante los dos meses siguientes. Igualmente, no dejó de entrenar.

Jimena Osorio
Jimena Osorio.
Juan Manuel Ramos/Archivo El Pais

El inicio

Si en una disciplina como las artes marciales mixtas es posible tener al oponente sometido en el piso y golpearlo en la cabeza numerosas veces, ¿cuál es el límite? “Generalmente tenés la posibilidad de tapear, cuando tocás al otro con la mano para decirle que te rendís”, explica Jimena a Domingo. “Y también el juez te marca o vos misma te das cuenta, cuando el otro ya no tiene forma de defenderse”.

Jimena tiene 34 años, es contadora y no ha sido deportista toda su vida. Parece curioso para alguien que se dedica a una disciplina que combina tantos deportes de contacto. Y parece más curioso si se tiene en cuenta que en noviembre de 2023 se coronó como campeona mundial en la categoría de peso átomo, en Albania. Su triunfo fue sobre una contrincante india, a la que le ganó con una técnica de ahogamiento y sumisión.

Además de sus viajes por el mundo entre torneos, su vida cotidiana está atravesada por traslados extensos. Vive en Nuevo París, trabaja en la Aguada y entrena en Punta Carretas. Su rutina está marcada por los viajes entre estos barrios, los horarios de trabajo, el tiempo de descanso imprescindible para recomponer el cuerpo, y los entrenamientos. “Lo que más me interesa es el entrenamiento, porque no es violento”, dice. “En esta disciplina lo que importa es la forma en la que te explican y aprendés. Importa cómo te transmiten esa pasión”.

El dinero en la casa de sus padres se destinaba a cubrir las necesidades básicas. En su vida diaria durante la infancia, lo más parecido a hacer deportes era jugar en la plaza del barrio. De adolescente y joven, “me dedicaba mucho a estudiar o a trabajar”, cuenta. “Igual, creo que tenía en mí el espíritu competitivo”. Recién a los 22 años empezó a hacer natación e ir a sala de aparatos, a practicar lo que describe como “cosas básicas”.

El contexto

La Federación Uruguaya de Artes Marciales Mixtas empezó a funcionar en abril de 2017. Ese mismo año, Jimena se afilió a Montevideo Knockout, el gimnasio de Punta Carretas donde entrena hasta hoy. Sus primeros pasos los dio en el muay thai y karate, disciplinas en las que se pelea de pie, con golpes arrojados a cierta distancia y sin agarre, es decir, con mucho striking y sin sumisión. Su primer proceso de acostumbramiento fue con los golpes. “Es impactante al principio, no tanto por la fuerza sino por lo chocante que es un golpe en la cara”. Pero después, dice, la persona se acostumbra a recibir y aumenta su resistencia, al mismo tiempo que adquiere reflejos para esquivar o atajar.

Recién hace un par de años empezó a entrenar artes marciales mixtas, con las que integró técnicas de otras disciplinas. Ahí empezó otro proceso de acostumbramiento.

“En MMA me tuve que acostumbrar a que te tiraban dos golpes y en seguida te agarraban para tirarte al piso. Acá los golpes no son tan continuos como en el muay thai, donde se usa mucho más las manos”, explica.

Jimena Osorio
Jimena Osorio.
Juan Manuel Ramos/Archivo El Pais

Las artes marciales mixtas registran sus primeros pasos en el siglo VII antes de Cristo, cuando en Grecia se practicaba el pancracio, una mezcla de cierta clase de boxeo con patadas y agarres. La historia de esta disciplina recorre siglos y países, bajo diferentes formatos, hasta convertirse en el espectáculo deportivo que, a primera vista, hoy se identifica con sangre, golpes impiadosos, desgarramientos, dislocaciones y testosterona. Sin embargo, la práctica cotidiana de la disciplina está lejos de todo eso.

En Uruguay desembarcó como show en 2019 con un evento de Ultimate Fighting Championship, o UFC, la principal promotora de combates de MMA en el mundo. En esa oportunidad asistieron aproximadamente 8.000 personas.

Para Jimena, practicar esta disciplina no implica ser violenta o violento. Ella se define como una persona tranquila e incluso tímida. “En las MMA mejorás el físico y la mente. Me han ayudado mucho a ser más segura y vencer la timidez”.

La seguridad

En 2013 la robaron en la calle. No imaginaba lo que sucedería diez años después, cuando ganó el título mundial en Albania. En aquella oportunidad, escuchó una moto que frenaba a su lado y, cuando quiso darse cuenta, estaba forcejeando con alguien que la empujó para sacarle el bolso. No pudo hacer gran cosa y los asaltantes se escaparon con sus cosas en la moto.

En 2023, ya recibida de contadora, emprendió el viaje de ciencias económicas. Se lo financió con sus rifas y con una década de ahorro de su sueldo. En agosto, se separó del grupo de viaje y continuó sola por Turquía, Italia, Grecia e Inglaterra. Por ahí pudo inscribirse al mundial, que se realizaría a fines de noviembre en Albania. Con esta competición en la mira, se instaló en Irlanda, sostenida por sus ahorros y convicciones. Ahí entrenó en el gimnasio SBG, célebre por haber sido el lugar de formación de Conor McGregor, la mayor estrella de las MMA. Estuvo tres meses, entrenando en dos turnos por día.

Si bien en la vida cotidiana ella no tiene mayores recaudos en su alimentación, salvo por el hecho de que no toma alcohol, cuando va de camino a una competición el plan nutricional se convierte en clave. El peso para ella debe ser 47 kilos y 600 gramos, no más. Llegar a ese punto es complejo y requiere de mucha atención a lo que se ingiere y cómo se entrena. Y el motivo, es que en el ring se está en igualdad de condiciones con el contrincante. “Por eso no veo que este deporte sea algo violento. Son dos personas en la misma situación que pactan enfrentarse con ciertas reglas. Se trata de una situación que muestra la agresividad del ser humano, que es algo que siempre está, pero bajo circunstancias controladas”, afirma.

Es por eso que, desde afuera, resulta inimaginable la forma en que ella vive su experiencia como persona que fue robada. Cada tanto, si escucha una moto que frena cerca de ella, el temor puede resurgir. “En la calle no siento que las artes marciales me den más seguridad. No es lo mismo subir a un ring que si te agarran en esa situación. Porque ahí no hay un juez y no hay igualdad”.

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